Preguntas y Respuestas Maestra Verdadera: ¿Qué tan sincera debería ser la esposa de un pastor?

La amistad y la sinceridad son temas complicados para una esposa de pastor. 

Si eres esposa de pastor, sabes lo que se siente vivir en una casa de cristal, donde tu familia está a la vista de todos y está expuesta a las críticas. Los requisitos del trabajo de tu esposo requieren que él «maneje bien su casa» (1 Ti. 3:4), esto hace que la gente se pregunte cuál es el nivel de mal comportamiento que es permitido en tus hijos. Por eso, el temor a la crítica puede hacer que dudemos de compartir nuestras vidas, ya que puede abrir oportunidad a más críticas. 

Otra barrera que encontramos a la hora de ser transparentes es la carga que produce el conocimiento. A menudo escucho a esposas de pastor decir que luchan con la soledad y que no sienten que pueden tener una amistad real dentro de la iglesia. Esto puede sonar extremo hasta que nos damos cuenta de que muchas de las cosas que cargamos en nuestro corazón son confidenciales. Podemos llevar cargas pesadas con asuntos privados de la iglesia, pero aun así ser incapaces de compartir nuestras cargas con alguien más. 

No hay manera de evadir estas dos barreras. Debemos de llevar algunas cargas por nosotras mismas por el bien de la iglesia (Gal. 6:5) y sí, puede que experimentemos una vigilancia cercana de la hermana que está sentada al lado nuestro. Pero con todo eso, Dios quiere que tengamos relaciones saludables con la comunidad de nuestra iglesia, y sin sinceridad nuestras relaciones nunca crecerán. 

Amiga, cada vez que siento soledad por ser esposa de pastor estos principios bíblicos me ayudan a seguir adelante. 

Amar requiere vulnerabilidad

Amar a otros creyentes debe ser un distintivo del cristiano. Juan escribe: «Amados, amémonos unos a otros porque el amor es de Dios, y todo el que ama es nacido de Dios y conoce a Dios» (1 Jn. 4:7).

El reto para las esposas de pastor (y para todos los creyentes) es que cuando nos preocupamos por otros, nos hacemos vulnerables. Es imposible mantenernos alejadas del dolor cuando amamos genuinamente a otros. 

El amor requiere que compartamos nuestras vidas con otros. No todas las relaciones tienen el mismo nivel de confianza; pero debemos tener una postura de amor hacia el pueblo de Dios. Esto requiere quitar nuestras barreras. Algunas personas son más fáciles de amar que otras porque confiamos en que no nos lastimaran; otros por su parte son más propensos a herir. Sin embargo, en ambos casos, Jesús nos manda a amarnos unos a otros.

Algunas veces tendremos que ir más profundo para ver la gracia de Dios y su obra en la vida de algún miembro de la iglesia; pero recuerda que Cristo murió por ellos y «completará la buena obra hasta el día de Jesucristo» (Flp. 1:6). En la eternidad estarás lado a lado con creyentes que te criticaron (o a tu esposo) alabando a Dios en perfecta unidad. 

Aislarse del cuerpo de Cristo es disfunción espiritual

Ya que Cristo nos ha unido a su cuerpo espiritual, no podemos funcionar individualmente de los otros miembros (1 Cor. 12:27) Tenemos un rol interconectado en el cuerpo y, alejar a las personas por temor, impactaría de forma negativa a la iglesia y a nuestro propio crecimiento espiritual. 

Algunas veces evitamos ser sinceras porque actuamos bajo el concepto equivocado de que la esposa del pastor siempre debe ser fuerte. No obstante, no se necesita mucho tiempo dentro del ministerio para darse cuenta de que esta es una expectativa irreal. Si tratamos de mantener una fachada espiritual perfecta, perderemos oportunidades para recibir ayuda espiritual y ánimo cuando más lo necesitamos.

En 1 de Corintios 12 Pablo dice que los miembros del cuerpo que parecen ser los más débiles, son los más necesarios (v.22). Esto significa que aun cuando pasemos por una etapa de debilidad, la iglesia necesita nuestra debilidad de la misma manera que nosotras necesitamos su fortaleza. 

Quizá no es sabio compartir nuestras luchas con todos, pero cierto nivel de transparencia nos ayudará a tener conexiones significativas con la iglesia y a animar a otros, mientras ven la gracia de Dios trabajando en nuestras vidas. 

De vez en cuando, me ha sorprendido cómo el Señor me ha bendecido ricamente a través de la iglesia. Si hubiese dejado que el temor y el orgullo me detuvieran de mostrarme vulnerable, me hubiera perdido de ver el amor de Dios trabajando de una manera tan palpable a través de su pueblo. 

La sinceridad se da cuando tememos a Dios

Como esposas de pastor estamos más conscientes de los conflictos, críticas y divisiones que los demás miembros de la iglesia. Aún no he conocido a un pastor o predicador que no esté familiarizado con las críticas de la comunidad de la iglesia. En los primeros años como esposa de pastor esto me tomó por sorpresa. Sin embargo, la Escritura describe una historia similar. La segunda carta a Timoteo 4:10-16 relata cómo el apóstol Pablo fue herido por Demas, Alejandro el calderero y otros. Por su parte, Juan escribe como Diótrefes lo acusa «injustamente con palabras maliciosas» (3 Jn. 10). Incluso Jesús tenía a Judas dentro de su círculo. 

Con frecuencia escucho a personas decir que las parejas dentro del ministerio necesitan «mano fuerte y corazón grande». Concuerdo con el sentimiento, pero no siempre es fácil de aplicar. Ser de «mano fuerte» parece implicar que la crítica no nos afecta, pero la realidad es que a la mayoría de esposas de pastor sí les afecta profundamente. El temor a la crítica puede inmovilizarnos y, al mismo tiempo, puede hacer que evitemos ser sinceras. No obstante, estar a la defensiva con la siguiente ola de críticas no es lo que Dios quiere de nosotras, pues esta postura le da a las personas el control sobre nosotras. Proverbios 29:25 dice: «El temor al hombre es un lazo, pero el que confía en el Señor estará seguro». Cuando el temor al hombre motiva nuestras acciones, terminamos escogiendo el camino de protegernos a nosotras mismas en lugar de honrar a Dios.

No se puede amar genuinamente a otros cuando tenemos temor a ser rechazados. Damos esperando recibir y nos desgastamos tratando de cumplir los estándares de la gente; pero cuando el temor a Dios nos motiva, somos libres para agradar a Dios como hijas que ya han sido aceptadas en Cristo y amadas por Dios. 

Es cierto, el temor a Dios no impide que sintamos el dolor de la traición o de la crítica, pero sí nos da una esperanza genuina y una confianza en medio de las dificultades. Cuando me encuentro luchando con el temor al hombre, recuerdo lo que Pablo escribió a Timoteo: «Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio» (2 Ti.1:7). Dios nos fortalece por su Espíritu para caminar por situaciones difíciles con amor y dominio propio. El temor al hombre no tiene porque ser una marca de nacimiento, porque podemos estar seguras en el amor de Dios y en que su opinión es la que importa. 

Ahora bien, no todas las relaciones tienen el mismo nivel de sinceridad, pero el amor requiere que bajemos nuestras barreras protectoras y estemos dispuestas a recibir a cada miembro de la iglesia en nuestras vidas. No podemos reemplazar a los hermanos de nuestra iglesia. Sí, va a doler y sí, algunas barreras son privadas; pero unas cuantas críticas no deberían asustarnos ni alejarnos de la comunidad cristiana. La iglesia (falible e imperfecta) está compuesta de personas llenas del Espíritu que buscan amarse unos a otros «así como Cristo nos amó y se dio así mismo por nosotros» (Ef. 5:2). Y por ese tipo de amor vale la pena luchar. 

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Sobre el autor

Christel Humfrey

Christel es esposa de pastor y madre. Tiene una Licenciatura en Arte, en Música, con ballet como asignatura secundaria. Contra todas las posibilidades, ella se enamoró de un vaquero. Juntos tienen tres hijos y ministran en Calgary, Canadá. En su … leer más …


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