Nueve formas en que el ministerio se parece a la preparación de la sidra de manzana

Hace unos años, pude reunirme con algunas personas de nuestro equipo en casa de una compañera del ministerio para vivir una experiencia única: una fiesta de elaboración de sidra de manzana. El proceso fue fascinante y me hizo reflexionar.

Para empezar, las manzanas se lavan y se sumergen con fuerza en agua congelada. A continuación, se arrojan en rápida sucesión, una tras otra, a un dispositivo giratorio con protuberancias afiladas que las cortan en trozos diminutos.

Posteriormente, esos pedazos se prensan con un dispositivo que les extrae el zumo. Se ejerce una intensa presión girando una palanca que los aprieta cada vez más: se presionan, se presionan, se presionan. Justo cuando uno cree que ya no se pueden exprimir más, se aplica más presión... y sale más zumo.

Por último, cuando ya no queda zumo, las manzanas se sacan de la prensa y se tiran a la basura. En ese momento están totalmente secas, ya no tienen zumo ni sabor, no sirven para nada (¡excepto para alimentar a los ciervos!).

Mientras observaba todo el proceso, me sentí como si fuera una viva imagen de lo que yo he sentido a veces en los últimos treinta años de ministerio.

Definitivamente es un privilegio y un gozo servir al Señor y ministrar las necesidades de las demás personas. Pero también tengo que admitir que no todos los momentos son fáciles (como estoy segura que cualquiera que haya estado involucrado en algún tipo de ministerio ya lo sabe).

Hay momentos en los que me he sentido como si me hubieran cortado en pedacitos y prensado. Siento como si me hubieran exprimido el jugo por los incesantes plazos y demandas de libros, programas de radio y otros contenidos, así como por un flujo interminable de personas que me presionan.

A veces pensaba que no me quedaba nada cuando Dios me llamaba a servirle en algo nuevo: un nuevo libro, una nueva conferencia, más programas de radio, más viajes. Más presión, más exprimir, hasta que el flujo de jugo se reducía a un hilo o a nada en absoluto. Incluso me he sentido como esa caja de trozos de manzana inservibles e insípidos que no sirven para nada, excepto para ser desechados.

En medio de todo, el Señor me ha llevado a meditar en algunos pasajes de la Escritura para meditar recordándome cosas que sé que son ciertas y por las que doy gracias. 

«Pero aunque yo sea derramado como libación sobre el sacrificio y servicio de su fe, me regocijo y comparto mi gozo con todos ustedes» (Flp 2:17).

«Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar Su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45).

«Por tanto, todo lo soporto por amor a los escogidos, para que también ellos obtengan la salvación que está en Cristo Jesús, y con ella gloria eterna» ( 2 Ti. 2:10). 

«En verdad les digo que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, se queda solo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida eterna» (Juan 12:24-25). 

«Den, y les será dado; medida buena, apretada, remecida y rebosante, vaciarán en sus regazos. Porque con la medida con que midan, se les volverá a medir» (Lucas 6:38).

«Y Él me ha dicho: “Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad”. Por tanto, con muchísimo gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que el poder de Cristo more en mí. Por eso me complazco en las debilidades, en insultos, en privaciones, en persecuciones y en angustias por amor a Cristo, porque cuando soy débil, entonces soy fuerte» (2 Cor. 12:9).

Es a través de Su Palabra y Sus medios de gracia que el Señor me ha animado a seguir adelante y llegar a conclusión hermosas que te quiero compartir a continuación:

  1. Esas manzanas se hicieron para ser utilizadas. Su mayor «gloria» no consiste simplemente en estar colgadas de una rama de un árbol y tener un aspecto bonito. Fueron hechas para ser consumidas, para comerse y ser disfrutadas por otras.
  1. Para que las manzanas se conviertan en zumo o en pasteles, mermeladas o cualquier otra cosa que otras personas puedan disfrutar, tienen que renunciar a su identidad natural, ser lavadas, cortadas, prensadas, horneadas, etc.
  2. Fui creada para ser usada y consumida, para la gloria de Dios y el bien de los demás. Mi mayor gloria no consiste en aferrarme a mi vida, sino en perderla por amor a Cristo y al evangelio.
  3. El Señor Jesús fue usado, consumido y derramado por mí. No estimó Su propia vida, sino que la entregó enteramente, hasta la última gota de Su sangre.
  4. No hay zumo sin una presión y una extracción intensas.
  5. En el reino espiritual, exprimir y prensar no es algo aleatorio o sin sentido, sino que tiene un propósito. Hay zumo para la bendición, la salud, el fortalecimiento y el disfrute de los demás si estamos dispuestas a renunciar a nuestra identidad natural y ser procesadas, exprimidas y utilizadas.
  6. En la economía de Dios, la muerte trae vida. La entrega de nuestras vidas no es el final, sino que precede a la nueva vida de resurrección. El «final» no es el final.
  7. Cuando damos y nos entregamos por amor a Cristo y a los demás, no solo les bendecimos, sino que nosotras mismas recibimos una bendición.
  8. La gracia de Dios me permite servir y participar con alegría. La gracia de Dios es también lo que me llena y me permite seguir dando, seguir siendo fructífera (produciendo jugo), incluso cuando no me queda nada que dar de mí misma.

Además, si Dios se glorifica en que yo haya sido rechazada, eso debería parecerme bien. Que Él me haya usado para algo es pura misericordia y gracia.

Si Él quiere seguir usándome, puede suministrar sobrenaturalmente la gracia que lo haga posible, por muy destrozada y seca que me sienta a veces. El Dios que puede sacar luz de las tinieblas, orden del caos, agua de una roca, excedente de panes y peces, y gloria de la cruz, sin duda puede convertir mi lugar de desierto en un plano fructífero una vez más.

Me animan estas palabras de Ugo Bassi, un predicador de Roma del siglo XIX. Aunque fueron escritas hace más de cien años, siguen siendo aplicables a mi vida (y a la tuya) mientras sirvamos a Cristo hoy.

Mide tu vida por la pérdida en lugar de por la ganancia;

No por el vino consumido, sino por el vino derramado;

Porque la fuerza del amor está en el sacrificio del amor,

Y quien más sufre, más tiene para dar. 

¿Te sientes identificada con esta ilustración? ¿En qué se ha parecido tu experiencia ministerial o tu vida a un molino de manzanas?



 

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Sobre el autor

Nancy DeMoss Wolgemuth

Nancy DeMoss Wolgemuth ha tocado las vidas de millones de mujeres a través del ministerio de Aviva Nuestros Corazones y del Movimiento de Mujer Verdadera, llamando a las mujeres a un avivamiento espiritual y a la feminidad bíblica. Su amor … leer más …


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