Mi esposo y yo pasamos la última década en nuestra iglesia sirviendo en diversos ministerios. Llenamos cualquier espacio que estuviera vacante. Servimos, enseñamos, dirigimos, compartimos y dimos todo lo que teníamos para dar. Desde entonces nos hemos mudado y asistimos a una nueva iglesia; ahora que estamos en un nuevo lugar, nos dimos cuenta de que estamos cansados, agotados, vacíos y desgastados.
El agotamiento es un problema común en el ministerio. Una de las razones del agotamiento es la tendencia a intentar hacerlo todo. Nos sobrecargamos, nos comprometemos y nos exigimos demasiado. No descansamos ni nuestro cuerpo, ni nuestra mente, ni nuestra alma. Intentamos funcionar estando vacías y nos forzamos hasta el punto en que ya no podemos funcionar.
El cuerpo de Cristo
El apóstol Pablo utilizó la imagen de un cuerpo físico para describir a la Iglesia:
«Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero, todos los miembros del cuerpo, aunque son muchos, constituyen un solo cuerpo, así también es Cristo». -1 Corintios 12:12
Al igual que el cuerpo físico tiene muchas partes individuales, la Iglesia también las tiene. Al igual que el cuerpo físico necesita de cada una de sus partes para funcionar, lo mismo ocurre con la Iglesia. Por eso no todas estamos dotadas para tocar el piano o enseñar a niños de dos años. Dios ha dotado a cada parte del Cuerpo para realizar las tareas necesarias para edificar la Iglesia. Cada miembro del Cuerpo es importante y esencial; ninguno es mejor que el otro.
Esto significa que nos necesitamos unas a otras. La Iglesia no puede funcionar bien si cada uno no hace su parte. Hace poco me lesioné el brazo derecho, y como resultado de esto, no he podido realizar mis tareas habituales, al menos no como suelo hacerlo. Me encuentro utilizando el brazo izquierdo para hacer el trabajo que hace el derecho, pero no es lo mismo y a menudo no rinde al mismo nivel. Cuando una persona de la iglesia hace el trabajo que todos los demás deberían hacer, no es lo mismo. Créeme, si tuviera que sustituir al pianista durante el servicio dominical, ¡sabrías a lo que me refiero! Por eso nos necesitamos unos a otros. El Cuerpo de la iglesia no puede funcionar sin que cada miembro haga su parte.
Lo que esto significa es que no podemos hacerlo todo solas, y Dios no pretendía que lo hiciéramos. Nos creó para depender de Él y para depender mutuamente de otros creyentes. Debemos permanecer en Él y recurrir a Su gracia sustentadora, debemos trabajar juntas con otros creyentes, usando los dones que se nos han dado para edificar Su iglesia.
«Más bien, al hablar verdad en amor, creceremos en todos los aspectos en Aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor». -Efesios 4:15-16
«Pero espera», dices, «Si no lo hago yo, ¡nadie más lo hará!». Puede que sea cierto. Tal vez nunca haya un hueco que otros puedan llenar porque tú siempre te lanzas a llenarlo. Si la gente en la iglesia siempre ve que las cosas se están haciendo, no verán la necesidad de dar un paso adelante y ayudar. Cuando tu llenas cada espacio y satisfaces cada necesidad, la iglesia se convierte en un cuerpo hecho de un miembro en vez de un cuerpo hecho de muchos miembros.
Usando los dones de cada una
Maestras de ministerio, necesitamos encontrar maneras de incorporar los dones de otras creyentes para que todas trabajemos juntas.
- Establece una cultura de uso de dones. Desarrolla una cultura en tu ministerio de mujeres donde cada persona y sus dones sean valiosos. Haz que las mujeres hagan inventarios de dones espirituales, desarrolla oportunidades y lugares para que cada persona sirva en la iglesia. No todas están dotadas para enseñar un estudio bíblico. ¿Cómo puedes incorporar el don de administración de una mujer? ¿Qué hay de aquellas que están dotadas para las artes creativas? O para aquellas que son guerreras de oración, ¿cómo puedes usarlas en tu ministerio?
- Acércate a las que no se involucran. Siempre hay unas pocas personas que sirven en el ministerio. ¿Qué pasa con las que no se involucran? ¿Quiénes son esas mujeres que asisten a tu ministerio pero no han usado sus dones? Un grupo que a menudo se pasa por alto es el de las mujeres mayores. Suelen ser las mujeres más jóvenes las que planifican todo y llevan a cabo los eventos. Aunque las mujeres mayores son menos activas que antes, tienen mucho que ofrecer a nuestros ministerios y un rico tesoro de sabiduría y experiencia.
- Haz que las encargadas tomen descansos. El descanso y los tiempos sabáticos son importantes. Haz que las encargadas del ministerio tomen descansos, y usa ese tiempo para traer gente nueva a servir. En algunos ministerios, se espera que los líderes tomen descansos cada pocos años. Esto ayuda a prevenir el agotamiento, pero también permite que nuevas personas ejerciten sus dones. También evita que el ministerio se centre en una persona específica.
- Pide ayuda. Para las encargadas ministeriales que tienen la tendencia de hacerlo todo por su cuenta, aprendan a pedir ayuda. Deleguen, den cuentas a otras mujeres para que eso no les pase. Oren para que Dios traiga mujeres al ministerio para que las acompañen.
Es triste ver a las maestras o encargadas del ministerio agotarse y alejarse de sus ministerios. Trabajemos todas juntas; usando los dones que Dios nos ha dado, para edificar el Cuerpo de Cristo.
«Pues así como en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, que somos muchos, somos un cuerpo en Cristo e individualmente miembros los unos de los otros. Pero teniendo diferentes dones, según la gracia que nos ha sido dada, usémoslos…». -Romanos 12:4-6
¿Qué otras formas has encontrado para incorporar los dones de las mujeres en tu ministerio? ¿Cuáles fueron los resultados? ¿Cómo se ha beneficiado tu liderazgo al aprender a delegar?
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