Lidiando con el desánimo ministerial

Me encuentro a menudo en la zanja emocional del desánimo. Algunas personas se inclinan más naturalmente hacia la ira o la ansiedad, pero el desánimo es lo que parece tirarme constantemente a mí (aunque siento muchas otras emociones).

Quizás es por eso que frecuentemente me encuentro desanimada en el ministerio. Las cosas raramente parecen ir por el rumbo que yo quiero que vayan. Casi nunca soy el tipo de maestra que quiero ser. El «fruto» de este ministerio se ve crónicamente inmaduro a mi parecer.

Si se deja sin control, el desánimo trabaja como una enfermedad infecciosa. Nos pondrá más y más enfermas y se esparcirá más allá de nosotras dentro de los corazones de las mujeres a quienes amamos y servimos. Como sé que esto es verdad, también sé que no puedo dejar mi desánimo sin control. Y como quiero verte florecer en tu rol como una maestra del ministerio de mujeres, no quiero tampoco que permanezcas desanimada.

Así que, ¿qué podemos hacer cuando el ministerio nos desanima? Aquí te comparto algunas ideas.

No normalices el desánimo.

¿Se supone que el ministerio sea un sacrificio? Sí. ¿Se supone que sea desafiante? ¡Sí!

¿Se supone que se sienta como una constante paliza de nuestras cabezas contra un muro de ladrillo? No lo creo.

Escucha las palabras de Pablo en 2 de Corintios 4:1 : «Por tanto, puesto que tenemos este ministerio, según hemos recibido misericordia, no desfallecemos».

El hecho de que estemos en el ministerio es un regalo (hablaré más de esto en un momento). Mientras servimos a Cristo y su Iglesia, podemos tomar la postura de Pablo: ¡no desfallezcamos!

Los ojos puestos en el privilegio

Pablo nos recuerda que el ministerio que tenemos, ya sea dirigir grandes grupos de mujeres con un rol «oficial» en la iglesia o dirigir un grupo de mujeres con un rol menos oficial en un estudio bíblico en nuestro hogar, es un despliegue de misericordia.

No merezco tener el privilegio de hacer equipo con Dios en la edificación de Su reino. Soy una pecadora quien todavía necesita gracia a toneladas. No hay ningún título que podría ganar o ningún premio que pudiera colgar en mi pared el cual me pudiese hacer digna del alto y santo llamado de compartir el evangelio y enseñar la Palabra de Dios.

Dios ha usado una cita específica de Helen Roseveare para sacar mi corazón de la zanja del desánimo una y otra vez. Helen fue una misionera en el Congo. No tengo dudas que ella sabía cuán difícil el ministerio podría ser, pero ella también sabía lo sagrado que era.

Ella dijo: «Viendo hacia atrás, uno ha tratado de “calcular el costo”, pero yo lo encuentro por completo como un privilegio. El costo repentinamente parece ser muy pequeño y pasajero ante la grandeza y la permanencia del privilegio».

Adelante. Intenta comparar tus decepcionantes cifras de inscripción en eventos, tu limitada participación en estudios bíblicos o tu dura conversación con esa mujer que te critica, con la permanencia del privilegio de servir a Cristo. No hay competencia. Cuando empiezo a «calcular el costo», a menudo viene el desánimo. Cuando, en cambio, le pido al Señor que me ayude a enfocarme en lo que durará para siempre, la voz del desánimo casi siempre se calla.

No se trata de ti (¡Gracias a Dios!)

Pablo declaró que no desfallecería en el ministerio. «Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos de ustedes por amor de Jesús» (2 Co. 4:5).

Me doy cuenta que el desánimo pega más fuerte cuando me tomo las cosas demasiado personales. A las personas no les gustan mis ideas. Las mujeres no responden a mi enseñanza. La asistencia es baja en el evento en el cual yo trabajé muy duro. ¡Agh!

No es mi trabajo proclamar mi propia grandeza. ¡Yo proclamo a Cristo! Si soy fiel declarando que Jesús es Señor y Su Palabra es verdad, estoy haciendo mi trabajo. Todas las demás métricas para medir el éxito son sin valor.

Este ministerio no se trata acerca de mí. Tu ministerio no se trata de ti. Así como una fiebre es un indicador de que algo está mal con nuestros cuerpos, el desánimo crónico podría ser un indicador de que nuestros esfuerzos por el ministerio están enfocados en nosotras.

Los sentimientos no son hechos

Proverbios 28:26 nos da un fuerte golpe bajo: «El que confía en su propio corazón es un necio, pero el que anda con sabiduría será librado».

A una de mis mentoras en el ministerio le encanta recordarme que los sentimientos no son hechos. Las emociones no son «malas», pero tampoco son una prueba de fuego para ver cómo las cosas están yendo.

No confíes en ti misma para juzgar con precisión lo bien que te va en el ministerio. En lugar de eso, camina en sabiduría. Mantente anclada a la Palabra de Dios. Simplemente no podemos ministrar sin ella. El camino del ministerio viene con todo tipo de picos y valles. En contraste, la Palabra de Dios promete darnos caminos llanos. Combate el desánimo preventivamente leyendo tu Biblia constantemente.

Te animo a la distancia,

Erin

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos Beautiful … leer más …

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