Cuando piensas en las cualidades de una maestra o coordinadora de ministerio, ¿qué características te vienen a la mente? ¿Alguien valiente, fuerte? ¿Alguien que da ánimo? ¿Y qué tal… una seguidora?
Antes de dirigir bien a la gente, el Señor me dio convicción de que primero debía seguirlo a Él.
Jesús no llamó a las personas a convertirse en gente influyente, sino en seguidores. El deseo de ser una mejor coordinadora no es malo en sí mismo, y en todas partes se necesita una coordinación piadosa. Existen todo tipo de recursos para ayudarnos a convertirnos en mejores servidoras: pódcast, libros, conferencias; sin embargo, cuando nos proponemos estar en un «puesto de dirección» sin antes ser seguidoras de Jesús, nuestro ministerio carece de eficacia.
Tres maneras en las que seguir a Jesús te capacita para dirigir mejor
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Seguir a Jesús conduce a la verdad.
Tus creencias afectan la forma en la que sirves. En lo que estás cimentada personalmente se desbordará públicamente. Como diariamente nos alimentamos con mentiras, la búsqueda de la verdad es fundamental para evitar ser engañadas. Dios nos ha dado Su Palabra como un método de defensa. Está llena de sabiduría y verdad que combate los males más oscuros. Nosotras tenemos esta espada a nuestro alcance: ¿la usamos?
La Palabra de Dios no solo es verdadera, sino también provechosa (2 Tim. 3:16-17). Es provechosa para toda tu vida y tu servicio. En el Antiguo Testamento, Dios designó a Josué para que liderara a los israelitas. El Señor le habló a Josué, diciendo: «Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito. Porque entonces harás prosperar tu camino, y tendrás éxito» (Jos. 1:8).
No basta con leer la Biblia como cualquier otro libro y colocarla en el estante después de haberla leído solo una vez. Dios le dijo a Josué que meditara, que reflexionara en Su Palabra. Del mismo modo, nosotras debemos leerla, masticarla, memorizarla, para que se manifieste en nuestras palabras y acciones. No por obligación, sino por deleite (Sal. 1:2).
Podemos estudiar e interactuar con la Palabra viva de Dios que nos brinda libertad y alegría. ¡En realidad es un deleite! Toma un momento para considerar esto: ¿es la Biblia la base de la verdad y el medio a través del cual filtro toda mi vida?
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Seguir a Jesús conduce a la humildad.
Jesús fue el siervo más humilde y al mismo tiempo el líder más grande.
«Haya, pues, en ustedes esta actitud que hubo también en Cristo Jesús, el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a Sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló Él mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz». —Filipenses 2:5-8.
Aunque somos pecadoras y nunca podremos ser perfectas como Jesús, estamos llamadas a ser imitadoras de Dios (Ef. 5:1). La vida de Pablo cambió gracias al evangelio. Se consideraba el peor de los pecadores (1 Tim. 1:15), pero mostró una vida de liderazgo piadoso, animándonos a seguirlo como él seguía a Cristo: «Sean imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo» (1 Cor. 11:1).
A menudo asociamos el dirigir o coordinar algún ministerio con estar a cargo o tener el control. Más bien, Jesús nos habla de una manera diferente de vivir: «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará» (Mt. 16:24-25). ¿Qué sucedería si en lugar de luchar por el control de los planes de un evento, insistir en el próximo estudio bíblico o enfatizar la jerarquía de dirigir, rendimos nuestro orgullo? Sea cual sea el rol que el Señor te haya asignado, deja que seguirle a Él sea evidente hacia los demás.
La manera en que Jesús lideraba no tenía una mentalidad común. Él se humilló ante los demás. ¡Incluso les lavó los pies! «Pues si yo, el Señor y el Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque ejemplo les he dado, para que como yo les he hecho, también ustedes lo hagan» (Jn. 13:14-15).
En lugar de esforzarnos por ser una gran coordinadora, esforcémonos por seguir el ejemplo de Jesús y luchemos contra nuestros deseos egoístas. Demos a quienes están en necesidad, busquemos maneras de servir a nuestra comunidad, caminemos con un espíritu de humildad, amemos como Él nos amó: incondicionalmente. Si el Rey del universo, el líder más grande de todos los tiempos, se acercó a nosotras y demostró un verdadero servicio, ¿cuánto más debemos servir a aquellos que nos rodean?
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Seguir a Jesús conduce a llevar fruto.
Algo que aprendí es que, si bien es bueno hacer un plan, es imperativo permitir que el Espíritu Santo obre. Pedirle al Espíritu Santo que nos guíe y nos dirija es parte de seguir a Jesús. Un profesor universitario mío comenzaba cada clase con esta oración: «Que podamos conectarnos con Tu Espíritu Santo hoy».
No podemos servir bien sin seguir la guía del Espíritu Santo de manera constante.
- Él nos enseña y nos recuerda las buenas noticias del evangelio, permitiéndonos expresar Su verdad y compartiéndola con otros: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él les enseñará todas las cosas y les recordará todo lo que les he dicho» (Jn. 14:26).
- Él nos muestra la manera de vivir: «Digo pues: anden por el Espíritu, y no cumplirán el deseo de la carne» (Gál. 5:16).
- Él nos ayuda en nuestras deficiencias: «De la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. No sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Ro. 8:26).
Las buenas servidoras dan fruto. A medida que seguimos el camino del Espíritu Santo, Él produce y cultiva frutos en nosotras que son beneficiosos para nuestra forma de vivir y dirigir. Imagínate si ejemplificamos cada una de estas características en nuestro servicio: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio (Gál. 5:22-23). Este es el mismo fruto encarnado en Jesús que atrajo a otros hacia Él. Pidamos al Espíritu Santo que ilustre estas cualidades en nuestras propias vidas para que podamos alentar y equipar bien a otras, especialmente en el ministerio de mujeres.
El misterio
Es una gran paradoja, pero es verdad: los mejores servidores son los mejores seguidores. Cuando tu prioridad sea, como coordinadora del ministerio de mujeres o en cualquier rol que tengas, ser en primer lugar una seguidora de Jesús, tu estilo de servicio tomará el mismo camino. ¿Qué pasaría si fueras conocida, no por tus cualidades al dirigir, sino por la forma en que sigues a Jesús? ¡Qué sigamos el camino de Jesús y permitamos que Él dirija la forma en que servimos!
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