Me desperté a mitad de la noche con una vaga sensación de abatimiento. Intenté comprender lo que me rodeaba. Ah, sí. Estaba en un retiro, yo era la maestra, y la noche anterior había hecho el ridículo.
La vergüenza me invadió cuando me imaginé a mí misma allí en la plataforma, frente al gran grupo de mujeres que asistían al retiro. No dijiste nada interesante. Divagaste. Tu intento de humor fracasó por completo. Sólo se rieron por cortesía. Y te veías gorda; tan, tan gorda.
Gruñendo, me di la vuelta y tomé el celular. Al mirar la hora, que marcaba las 2 de la madrugada, vi un mensaje de mi amiga Jackie que decía: «¡Maravilloso, Shannon! Es una respuesta a la oración».
Ese mismo día me había puesto en contacto con algunas de mis amigas de oración que sabían realmente cómo estaban las cosas en mi vida esa semana. Me dirigía a este fin de semana de retiro sintiéndome completamente vacía y agotada. Les pedí que oraran para que Dios se manifestará grandemente, ¡y lo hizo! Había enviado un mensaje de texto a Jackie y a las demás antes de acostarme para decirles que había ido muy bien. Tenía claridad y energía, y las mujeres habían sido cálidas y receptivas. En mi debilidad, Dios había sido fuerte. Ese fue el mensaje que envié a las 10 de la noche.
Pero ahora, a las 2 de la mañana, ya no me regocijaba por lo que Dios había hecho. Me estremecía por lo terrible que había sido mi mensaje. En esas cuatro horas, ¿qué había cambiado?
Argumentos en la oscuridad
Pablo dice que, aunque vivimos con los pies firmemente plantados en lo físico, estamos en una guerra que no es física. Los ataques de Satanás no vienen en forma de poderosos explosivos o armas de fuego. En cambio, vienen a través de argumentos (2 Cor. 10:3–5).
Jon Bloom, de Desiring God, dice: «Vigila tus emociones. Son señales de argumentos. Tus emociones, que pueden aterrizar en ti como impresiones vagas o estados de ánimo, suelen ser respuestas a un argumento. Los estados de ánimo no surgen de la nada. Cuando estamos enojados, desanimados, deprimidos, ansiosos, autocompasivos, temerosos o irritables, es probable que sea porque estamos creyendo algo muy específico».
Allí, en medio de la noche, me enfrentaba a un ataque espiritual. Mi acusador se había colado en mi habitación y me susurraba sus argumentos al oído mientras dormía. Había venido una vez más a robarme la alegría, a acabar con mi confianza en Cristo y a destruir mi sentido de propósito. Pero Dios quería que presentara defensa.
Líneas de combate
Queridas hermanas, al dar un paso adelante en el ministerio, están avanzando hacia el frente, no de un concurso de popularidad, sino de una zona de guerra. Tienen un blanco en su vida, y es mejor que lo sepan. Su enemigo vendrá, susurrando sus argumentos opuestos en su oído día y noche, y tú tienes que estar lista.
Por favor, no supongas erróneamente que Satanás solo irá tras el segmento ministerial de tu vida. No, nuestro enemigo viene contra nosotras de la misma manera que los medios de comunicación vienen contra un candidato político: como una persona completa. Satanás usará cualquier cosa de nuestro pasado, cualquier debilidad personal, o cualquier persona que apreciamos como una palanca contra nosotras.
En esta última década de servir como escritora, conferencista y maestra, he notado que a menudo hay una correlación entre mis esfuerzos en el ministerio y la devastación o crisis que involucra a mis seres queridos. ¡La sincronización es asombrosa!
La noche de este retiro no fue una excepción. Había sido una semana horriblemente dolorosa, llena de miedo al ver a alguien muy querido perder terreno espiritual. Satanás había venido tras mi ser querido, y ahora, venía tras de mí.
Contraatacar
Interesantemente, Dios nunca nos instruye para que planeemos avances estratégicos contra Satanás o lancemos contraataques. Nuestras instrucciones son mantenernos firmes. Nos armamos para poder resistir en el día malo, y habiéndolo hecho todo, estar firmes (Ef. 6:13).
Nuestra defensa, recuerda , está en nuestras mentes. Tomamos nuestra defensa mental derribando los argumentos que Satanás lanza en nuestra contra. Escogemos creer lo que Dios dice que es verdad en lugar de los arrogantes argumentos que Satanás levanta en Su contra. Nos aferramos a la Verdad y nos negamos a ceder ante los argumentos de Satanás.
¿Y qué ocurre cuando resistimos? Santiago 4:7b dice: «Resistan, pues, al diablo y huirá de ustedes».
Ver la grabación
Mi hijo, que acaba de entrar al bachillerato, juega al fútbol americano, un juego que todavía me cuesta entender. Mi hijo intenta explicarme las jugadas, pero todo sucede muy deprisa. La gente corre en varias direcciones, yo no encuentro el balón y luego un grupo de jugadores se amontona. (Por favor, oren por mí; realmente estoy intentando ser una madre solidaria).
Pero hay una parte del programa de fútbol americano que para mí tiene todo el sentido del mundo: ver la grabación. Desde un ángulo de visión amplio, los entrenadores y los jugadores ven una grabación de sus adversarios para poder preparar su defensa. Repiten la cinta una y otra vez, y estudian lo que hacen sus adversarios para saber exactamente a qué se enfrentarán en el campo de juego.
Como cristianos, haríamos bien en hacer lo mismo. Creo que a menudo afrontamos las batallas espirituales como yo afronto el fútbol americano. Tratamos de entender, pero parece confuso. Todo sucede tan rápido. Y siempre parece que acabamos hechos un lío, sin tener ni idea de lo que acaba de pasar. Para prepararnos, tenemos la oportunidad de «ver la grabación» de Jesús cuando se enfrentó a Satanás en el desierto.
Tácticas de ataque de Satanás
Fíjate que el enfrentamiento de Jesús con el diablo se produjo entre su bautismo (cuando los cielos se abrieron y Dios proclamó que Jesús era Su Hijo amado) y el comienzo de Su ministerio público de predicar y llamar a la gente al arrepentimiento (Mateo 3:17, 4:17). La coincidencia es asombrosa.
Nótese también que Jesús estaba solo en el desierto. Nadie pudo dar un relato en primera persona después. Así que, podemos suponer (ya que este evento se menciona en varios de los evangelios) que Jesús les contó a sus discípulos sobre el ataque después, tal vez como una sesión de entrenamiento de liderazgo. Jesús sabía que ellos (y nosotras) se enfrentarían al mismo tipo de ataque por parte del mismo enemigo.
Como maestras del ministerio, juntas «veamos la grabación» de tres argumentos que Satanás presentó contra Jesús. Podemos asumir que cuando salgamos al ministerio público, nuestro oponente también usará estos ataques contra nosotras.
1. Vergüenza
¿Qué clase de Dios permite que Su propio Hijo pase hambre, y más durante cuarenta días? Ese es el tono de disgusto incrédulo que subyace en la sugerencia de Satanás de hacer pan con piedras. Si Jesús es realmente el Hijo de Dios, ¿por qué, en nombre del cielo, estaba sufriendo y no festejando (Mateo 4:3)?
Satanás se dirige hoy a los hijos de Dios con el mismo tono de disgusto incrédulo. Si Dios te ama, ¿por qué sufres? ¿Por qué permitiría que te sucediera esto? ¿No sería insensato confiar en un Dios que te pide que te niegues a ti mismo?
¿Ves cómo Satanás utiliza la vergüenza para tratar de interceptar nuestra fe? Pone en duda la bondad de Dios y nuestra sensatez por soportar ese trato. Pero podemos mantenernos firmes contra la vergüenza, confiando en Dios incluso cuando se nos pide que soportemos dificultades o que pasemos «hambre» durante un tiempo. Dios es bueno, está con nosotros y podemos confiar en Él.
2. Orgullo
Primero Satanás quería que Jesús se encogiera de vergüenza; ahora quiere que Jesús se llene de orgullo. Dice: «Entonces el diablo lo llevó* a la ciudad santa, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: “Si eres Hijo de Dios, lánzate abajo, pues escrito está: ‘A Sus ángeles te encomendará’, Y: ‘En las manos te llevarán, No sea que Tu pie tropiece en piedra’”» (Mateo 4:5-6).
Satanás siempre convierte las promesas de Dios en fórmulas, y luego sugiere que las pongamos a prueba. Quiere pintar un cuadro en el que Dios está a nuestro servicio, y nosotros somos los que exigimos. ¿Ves cómo Satanás utiliza el orgullo para engañarnos? Al recomendarnos que nos defendamos y exijamos que Dios cumpla Sus promesas, nuestro enemigo nos atrae hacia el orgullo. Y el orgullo precede a la caída.
Para mantenernos firmes contra el orgullo, debemos humillarnos como siervas de Dios y no como hijas con derechos. La humildad no exige nada a Dios, sino que confía en que todas Sus promesas se cumplirán cuando Dios diga que es el momento.
3. Tentación
El tercer ataque de Satanás fue audaz y atrevido. Propuso que el Hijo de Dios se arrodillara y se convirtiera en adorador de Satanás (Mateo 4:8-9). Qué ridículo, ¿verdad? Pero cuando observamos a nuestro alrededor a hermanos y hermanas en el servicio ministerial, tenemos la prueba viviente de que la tentación audaz es una táctica legítima.
Satanás argumenta que la maestra del ministerio es «la excepción», que no tiene que seguir las reglas de Dios, o argumenta que ella es débil e impotente para detener esto que le está sucediendo. De cualquier manera, Satanás usa la tentación como una poderosa táctica.
Mantenerse firme contra el diablo implica decir «no» a la tentación, confiando en que un momento de antojos satisfechos traerá devastación y angustia, mientras que la obediencia constante trae alegría duradera.
Mantenerse firmes
Normalmente pensamos en la línea defensiva como los tipos más grandes del campo de fútbol, con hombros anchos, piernas gruesas y mucha carne en los huesos. Pero tomar nuestra posición en la batalla espiritual es contrario a la intuición. Somos más eficaces cuando entramos en el campo como débiles, plenamente conscientes de nuestra fragilidad.
Esto se debe a que a Dios valora la debilidad, no la fuerza. Luchamos mejor, no con nuestras propias fuerzas, sino de rodillas, en dependencia de Dios (2 Cor. 12:9). Cuando resistimos de esta manera, nuestro enemigo huye del campo (Santiago 4:7).
Considera a Jesús, débil por inanición, después de Su ayuno de cuarenta días en el desierto. Resistió a Satanás apoyándose en la verdad de las Escrituras y se mantuvo firme al negarse a dejarse afectar por los argumentos de Satanás (Mt. 4:4, 7, 10). En nuestra debilidad, ¡podemos y debemos hacer lo mismo!
Él huirá
Aquella noche, en el retiro, era plenamente consciente de mi necesidad. Estaba emocionalmente frágil y físicamente agotada por la tristeza y la falta de sueño. No me veía a mí misma como una maestra espiritual; me veía como una débil. Pero allí, en la oscuridad de las dos de la madrugada, me enfrenté al enemigo. Con calma, empecé a cantar canciones que me anclaban en la verdad de Dios.
¿Y sabes lo que pasó? Mi enemigo huyó. El sombrío abatimiento se derritió y la paz inundó mi corazón. Yo no había venido a pararme detrás de ese podio en impecable perfección. Había venido como una chica normal, necesitada y rota que estaba aprendiendo a caminar en la fe e invitando a otras a hacer lo mismo.
Amiga, a medida que avanzas en el ministerio de mujeres, ¿estás enfrentando ataques espirituales? Permíteme animarte a identificar los argumentos que Satanás está usando para atacarte. ¿Qué estás enfrentando? ¿Vergüenza? ¿Orgullo? ¿Tentación? Reconoce tu necesidad y adopta una postura. Resiste al diablo y huirá.
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