Gozaos y llorad

«Gozaos con los que se gozan, llorad con los que lloran» Romanos 12:15

A lo largo de mi vida he escuchado decir que es más fácil llorar con los que lloran que gozarse con los que se gozan. En mi caso, que puede ser muy diferente al tuyo, he comprobado que es así. ¿Por qué? Por mi pecado. El pecado de envidia y celos muchas veces se manifiesta en mí cuando mis hermanos pasan por situaciones de bendiciones que llegan a sus vidas. Es allí donde me doy cuenta de que me cuesta gozarme, pues esa bendición que ellos están celebrando la desearía para mí o para mi familia y es una bendición que no tengo. 

Es en ese instante donde me encuentro en la lucha interna entre lo que Dios quiere que haga (gozarme) y lo que mi carne quiere (tener envidia, celos, no gozarme, no felicitar, no agradecer al Señor por las bendiciones que Dios ha dado a otros y no a mí).

¿Cómo gozarse con los que se gozan y llorar con los que lloran de la manera correcta?

La Palabra de Dios en Romanos 12:15 me enseña que es un deber del cristiano gozarse y llorar con el hermano. Para gozarse y llorar «con» debo estar en contacto y compañerismo con mis hermanos. Es decir, si vivo una vida alejada de mis hermanos en Cristo, no podré poner en práctica este deber cristiano. Por eso, este versículo nos anima a identificarnos con los demás en momentos de tristezas y de alegrías.

Dios quiere que te goces con tus hermanos y que seas agradecido por sus logros y bendiciones. Tranquila, si no sientes un gozo genuino, confiesa tu pecado al Señor, arrepiéntete y madura en Cristo, recordando que debes desechar toda envidia (1 Pedro 2:1), y que los celos y la envidia forman parte de las obras de la carne mencionadas en Gálatas 5:20.

Ahora bien, viendo la moneda por la otra cara, me he dado cuenta que me cuesta, y más siendo esposa de pastor, anunciar las bendiciones que Dios me da o los motivos de gran gozo en nuestra familia. ¿Por qué? Porque también he visto actitudes de envidia o celos que las personas tienen (al igual que yo), entonces, prefiero callar. Pero está mal, no es correcto. Debemos madurar en Cristo, para que juntos podamos compartir estos momentos de gozo, dando gracias al Señor y gozándonos por lo que Él hace en nuestras vidas.

Y sí, me he dado cuenta de que es más fácil llorar con los que lloran. Lo he comprobado cuando alguien alejado de nuestra familia, o incluso que no conocemos, está sufriendo, llorando o pasando por una situación de desgracia. En esas situaciones me es más fácil acercarme e identificarme con su dolor, estar a su lado, llorar y orar con y por ellos; sin embargo, he descubierto que sin darme cuenta no he aprendido a llorar con los que lloran de una manera correcta y, es ahí, donde vuelvo a pecar.

Me he encontrado en momentos en los que estamos acompañando a personas que están pasando por situaciones de mucho dolor y tristeza y, de un momento a otro, me veo envuelta en una tristeza profunda y un dolor tan fuerte que afecta mi día a día. Esto ha llegado a afectar la manera en la cual me desempeño en mi casa, en mis labores diarias y como esposa y madre. Cuando me doy cuenta, he dejado de hacer lo que tengo que hacer por estar pensando en la situación; he hablado mal a mi esposo o he tratado de manera incorrecta a mis hijos porque me dejo llevar por la tristeza y hasta pierdo el dominio propio. Peco dejando que mis sentimientos se apoderen de mí, dando rienda suelta a la tristeza, la preocupación por otros de manera incorrecta y no llorando de la manera correcta con los que lloran.

Como esposa de pastor, estamos continuamente subidas en una montaña rusa de sentimientos. Un día un bebé nace, al otro día una mamá de cinco jovencitos fallece. Un día la mujer que no podía quedar embarazada está esperando un bebé; al otro día, una joven de la iglesia es desahuciada. Un día un esposo abandona a su familia y el mismo día asistes a una boda donde se respira amor por todas partes. Tenemos infinidad de motivos para gozarnos con los que se gozan y para llorar con los que lloran, pero debemos aprender a hacerlo de la manera correcta, de la manera que glorifique a Dios y traiga honra a su nombre.

Recuerdo una noche en que nos llamó una familia de la iglesia porque el padre de la familia había sufrido un infarto cardiaco. Llegamos junto a mi esposo al hospital. Yo llegué temblando, nerviosa, preocupada, pensando en esta familia y en la situación que estaban viviendo; pero para mi asombro, al llegar, vi a una esposa tranquila, en paz y unos hijos serenos que confiaban en que el Señor estaba en control de la situación. 

Mientras veía que la esposa actuaba serenamente y que yo me encontraba en un estado de angustia, hablé en silencio con el Señor. Él me recordó la verdad de Filipenses 4:7 La paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento va a guardar las mentes y los corazones de aquellos que han dejado sus afanes al Señor a través de la oración. El Señor estaba dando su paz a quien debía dársela en esos momentos: a la familia. Y yo, estaba dejando que mi pecado, mi falta de confianza en El Señor y mi preocupación llenara mi mente y corazón actuando de una manera incorrecta. 

Estoy aprendiendo a llorar con los que lloran de la manera que agrada al Señor: Brindando mi apoyo, oración y acompañamiento; pero dejando en manos de Él esa preocupación o tristeza. Y también recordándole a mi alma lo que dice Filipenses 4:6 - que no debo afanarme, sino que debo entregar todo en oración y súplica al Señor, dándole gracias. Y como resultado Su paz que sobrepasa todo entendimiento guardará mi mente y mi corazón.

Que el gozo de otros no se convierta en envidia.

Que el llanto de otros no se convierta en mi depresión.

Para reflexionar:

  1. ¿Has aprendido a gozarte con los que se gozan? ¿Te es fácil poner un «Me gusta» a una publicación en la que ves cómo otros están disfrutando y gozándose por algo que tu no tienes y lo anhelas con todo tu corazón? O, ¿al ver las bendiciones que otros están recibiendo, y que tú anhelas, te das cuenta de que hay celos y envidia en tu corazón que no te permiten gozarte con los que se gozan?
  2. Si te das cuenta de que la envidia y los celos no te dejan gozar con los que se gozan, pide perdón al Señor y trátalo bíblicamente. No te pierdas la bendición de ser parte del gozo que tus hermanos en Cristo reciben y así abrirás la puerta para que se gocen contigo y den gracias al Señor cuando seas tú el que se está gozando.
  3. ¿Te es fácil llorar con los que lloran? Si no es fácil para ti acercarte a quien sufre, pídele al Señor que te abra los ojos y te lleve a quienes están llorando y necesitan acompañamiento. Muestra a Cristo, muestra el Evangelio de esta manera.

Dios nos ha puesto en un cuerpo, que es la Iglesia. No te pierdas la bendición de tener hermanos a tu lado que te estarán acompañando también en tus momentos de gozo y de llanto.

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Sobre el autor

Consuelo Catalán

Consuelo es originaria de Bogotá, Colombia. Está casada con Joaquín y tienen dos hijos, Laura y Nicolás. Junto a su esposo han servido al Señor tiempo completo desde 1993 cuando se casaron. Estuvieron como misioneros en Chile y Colombia durante … leer más …


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