Esposa de pastor, ¿yo?

Esposa de pastor, ¿yo? ¡NUNCA!

Hoy, hace 26 años Dios permitió que pronunciara dos palabras que cambiarían mi futuro: «sí, acepto». Dije sí a un reto que nunca nos imaginamos que sería tan hermoso, difícil, desafiante e imposible de desarrollar sin la ayuda y guía del Señor. Ese fue uno de los días más hermosos de mi vida; el Señor había concedido el deseo de mi corazón de unirme en matrimonio con un hombre que deseaba servir al Señor tanto como yo y que además cumplía con otro «plus», era un misionero y NO quería ser pastor.

En mi inmadurez,creía que podía servir al Señor donde quisiera y a mí manera. Mi idea era que nunca sería la esposa de un pastor, por eso me parecía fabuloso casarme con un hombre en cuyos planes no estaba el pastorado. Deseábamos servir al Señor como misioneros pero no pasaba por nuestra mente que Dios tenía otros planes para nuestras vidas, y que 16 años más tarde el Señor llamaría a mi esposo al pastorado.

Amiga, ¡ten cuidado! A medida que han pasado los años he comprendido (y me lo tengo que recordar todo el tiempo) que si soy hija de Dios, mi vida no me pertenece, mi esposo no me pertenece, mis hijos no me pertenecen, y el futuro no me pertenece. Me hace bien recordar 1 Corintios 6:19, «O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?»

Por lo tanto, cuando hago planes o sueño con lo que me gustaría hacer para el Señor o en mi vida, me debo recordar: «no me pertenezco», soy de Dios, le pertenezco a Él y Él hará lo que tiene determinado para mí. Es por eso que cada día debo venir delante del Señor y rogarle que a través de Su Palabra y su Espíritu Santo vaya guiando mis pasos hacia lo que Él quiere para mí.

«Oíd ahora, los que decís: Hoy o mañana iremos a tal o cual ciudad y pasaremos allá un año, haremos negocio y tendremos ganancia. Sin embargo, no sabéis cómo será vuestra vida mañana. Sólo sois un vapor que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. Más bien, a deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello» Santiago 4:13-15

En nuestros primeros trece años de casados servimos al Señor como misioneros en Chile y creíamos que ese país era el lugar definitivo que Dios tenía para nosotros. Allí nacieron nuestros dos hijos, aprendimos grandes lecciones de dependencia en el Señor, compartimos nuestra vida con hermanos maravillosos; todo estaba muy bien a nuestros ojos. Teníamos muchos planes, pero en cuestión de dos meses, Dios movió tantas piezas en nuestra vida y sucedió lo que no se nos había antes cruzado por la mente: servir al Señor en Colombia. Así fue como llegamos a Bogotá en el año 2004, y cinco años más tarde, Dios nos colocó en el lugar que nunca hubiéramos imaginado.

«Porque yo sé los planes que tengo para vosotros -declara el Señor- planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.» Jeremías 29:11

¡Los planes del Señor eran diferentes a los nuestros! ¡Qué emoción nos produce saber que Dios tiene planes para nuestras vidas que ni nos imaginamos, planes que nunca hubieran pasado por nuestra cabeza!

El Señor fué orquestando todo y en el año 2009 había cambiado nuestros corazones y claramente dirigió a mi esposo a decir: «sí, acepto» a un reto que tampoco nos imaginamos sería tan hermoso, difícil, desafiante e imposible de desarrollar sin la ayuda y guía del Señor. Mi esposo aceptó el reto de ser pastor.

Como esposa de pastor hubiera deseado contar con los valiosos recursos de Maestra Verdadera. En mi experiencia una de los retos en este caminar es que no tenemos otras mujeres con quien compartir. Es por esto que el ánimo en la palabra de Dios que recibimos de otras esposas de pastores y de mujeres que sirven en el ministerio, que están en situaciones similares a las nuestras es siempre de gran estímulo y nos hace ver que no somos las únicas que vivimos situaciones que pensamos no le pasan a nadie más.

Cuando mi esposo aceptó el pastorado, yo no tenía la menor idea de qué esperaba Dios de mí. Tampoco sabía qué significaba ser la ayuda idónea de un pastor, y mucho menos lo que la iglesia esperaba de mi rol.

A través de la conversación de Laura y Patricia, el cual te invito a ver, aprenderemos cuál es nuestro mayor llamado en este papel que se nos ha concedido. Ellas responden a preguntas como:

  1. ¿Cuál es la recomendación más importante para una esposa de pastor?
  2. ¿Qué actitud tuya descalificaría a tu esposo para ser pastor?
  3. ¿Qué áreas en tu vida debes cultivar?
  4. ¿Cómo ser ayuda idónea del pastor?

También escucharemos consejos prácticos en cuanto a la importancia de involucrarnos en la iglesia y cuáles son los peligros que corremos cuando hacemos las cosas a nuestra manera y no a la manera de Dios.

Te animo a que con un corazón humilde le digas al Señor: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen Espíritu me guíe a tierra firme.» Salmos 143:10. Que el Señor abra nuestros ojos, nos examine, nos de convicción y nos guíe a través de su Espíritu para ser la esposa de pastor que Él quiere que seamos.

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Sobre el autor

Consuelo Catalán

Consuelo es originaria de Bogotá, Colombia. Está casada con Joaquín y tienen dos hijos, Laura y Nicolás. Junto a su esposo han servido al Señor tiempo completo desde 1993 cuando se casaron. Estuvieron como misioneros en Chile y Colombia durante … leer más …


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