¿Es tu Perspectiva de Dios tan Elevada Como Crees?

Mientras me escondía en mi jardín, lo último que tenía en mente era si tenía un alto o bajo concepto de Dios. Lo único que me importaba era mi punto de vista, y el porqué Dios se rehusaba a considerarla. Su silencio, falta de acción y disposición a dejarme sufrir me dejó desesperada, sin esperanza y enojada. Así que me escondí.

No me estaba escondiendo del Señor como lo hicieron Adán y Eva. Me estaba escondiendo de mis hijos. No quería que me vieran llorar. Otra vez. Lloré mucho en esos días. La depresión te hace eso. Me senté llorando detrás de mi árbol vitex y oré.

Padre, ¿por qué? ¿Por qué no cambias mi corazón? Te he pedido por tanto tiempo. Quiero ser libre de mis caminos y actitudes pecaminosas que te entristecen. ¿Por qué no me cambias?

Ore a través de mi lista mental de lo que sabía que era verdad acerca de Dios.

Tú tienes el control de todo lo que toca mi vida.

Tú eres bueno y bondadoso en todos Tus caminos.

No hay poder en el cielo o en la tierra que pueda detener Tu mano.

Tú eres el que está obrando en mí, dándome el deseo de obedecerte…

Pero Dios, ese es el caso ... que no me has dado el deseo de obedecerte.

Me rodaron lágrimas calientes por la cara y me desplomé con desesperación. Luego, como relámpago en una tormenta, la convicción estalló, iluminando las esquinas oscuras de mi alma. Se disiparon las nubes de mi mente y el entendimiento se abrió paso.

Te llamo Dios, pero no te he tratado como Dios. Mis deseos han sido mi dios. He tomado Tu promesa en Filipenses 2:13 que dice que Tú me darás el deseo de obedecerte, y yo he demandado que me cambies como si Tu promesa te mantuviera en deuda conmigo. He hecho que sea Tu culpa el hecho que no estoy viviendo tan santamente como debería. Te he juzgado por quien aún no he llegado a ser.

Oh, Padre, perdóname. Me siento como Job cuando reconoció su ignorancia y dijo «Ahora mis ojos te ven». Ahora te veo en tu santidad, Padre. Y me veo a mí misma. Y me arrepiento. No importa cuán difícil pueda ser o lo que me cueste, Señor, te obedeceré. Haré lo que te agrada simplemente porque eres Dios.

Salí de detrás del árbol y entré en mi casa con la cabeza en alto y mis lágrimas enjugadas. Abracé a mis hijos y me reí. Iba a estar bien. No, más que bien, porque el Señor Dios, hacedor de los cielos y la tierra, era mi Dios. Y yo iba a empezar a vivir de acuerdo a la verdad que conocía, que es mi honor y gozo el obedecerle.

El subibaja de nuestra perspectiva de Dios

Nuestra perspectiva de Dios es como un subibaja. Dios está a un lado y todo lo demás está en el otro. Cuando la vida, las personas, situaciones, deseos y muchas otras cosas nos llevan a comportamientos o pensamientos pecaminosos, podemos estar seguras de que nuestro subibaja se está moviendo. Nuestra perspectiva de Dios se hunde a medida que nuestra perspectiva del otro aumenta. Puede que ni siquiera nos demos cuenta.

Cuando fijamos nuestros ojos en quién es Dios y obedecemos Su Palabra, nuestra perspectiva de Él vuelve al lugar que le corresponde. Lo mismo pasa con nuestra perspectiva de nosotras mismas. 

Así como luchamos contra nuestra naturaleza pecaminosa, luchamos acerca de nuestra perspectiva de Dios. Hasta la perspectiva del cristiano más maduro se monta en el subibaja. El humo del pecado nubla nuestra capacidad de ver (1 Cor. 13:12). Si reconocemos esta lucha, podemos examinarnos sin vergüenza ni paranoia. 

¿Cómo podemos saber si tenemos una alta perspectiva de Dios?

«Lo que nos viene a nuestra mente cuando pensamos en Dios es lo más importante de nosotros». -A.W. Tozer

La siguiente lista de síntomas comunes te pueden ayudar a reconocer si tu perspectiva de Dios se encuentra en la parte superior del subibaja o en la parte inferior sobre la tierra. Estas listas sirven como guía útil pero no exhaustiva.

Puedes tener una baja perspectiva de Dios si…

  • Estás demasiado ocupada para leer la Palabra de Dios y orar todos los días.
  • Lees la Biblia, pero no la disfrutas.
  • Le guiñas tu ojo a tu pecado y/o al de otras personas. 
  • No estás interesada en unirte y ser activa en una iglesia.
  • Tus tripas se anudan y permanecen anudadas por la vida, las relaciones y/o las circunstancias.
  • Reaccionas con enojo o frustración cuando los demás no están de acuerdo contigo o no hacen lo que quieres.
  • Te mantienes despierta por la noche, preocupada por tu horario, sueños y/o tribulaciones.
  • Te preocupas de que Dios y los demás no te aman.
  • Manipulas a las personas para hacer que crean lo que tú crees o que hagan lo que tú quieras.
  • Te sientes con derechos y te ofendes fácilmente.
  • Te dices a ti misma que estarías contenta si tan solo tuvieras ______.
  • Utilizas las frases «si tan solo» y «qué pasaría si…».
  • Luchas con ser generosa y bondadosa.
  • Tu adoración es impulsada por tus emociones de acuerdo a cómo Dios te hace sentir y no por lo que dice la Escritura.
  • Compartes el evangelio usando manipulación, ruegos y/o enojo. O no compartes el evangelio en absoluto.
  • Luchas con miedos y pecados persistentes.
  • Sientes una necesidad implacable de controlar a las personas y las situaciones
  • El contentamiento te resulta escurridizo y el gozo efímero.

Si alguno o todos estos síntomas te agobian, hazte la pregunta: ¿creo realmente en lo que digo que creo? Luego abre tu Biblia y profundiza en lo que Dios revela acerca de Sí mismo. «El principio de la sabiduría es el temor del Señor, y el conocimiento del Santo es inteligencia» (Prov. 9:10), y es también el inicio de una perspectiva elevada de Dios.

Puede que tengas una perspectiva elevada de Dios si…

  • Disfrutas leer la Biblia y orar todos los días.
  • Sientes una profunda convicción y te entristece tu pecado porque es una ofensa contra Dios, y no solo porque lamentas las consecuencias.
  • Tu estómago está tranquilo y relajado, aun cuando la vida no lo está.
  • Tus nervios te alertan del peligro o de circunstancias problemáticas, pero la verdad de lo que sabes sobre Dios te aporta una paz interior que nunca podrías alcanzar por ti misma.
  • Perdonas rápidamente y buscas la paz sin comprometer la Palabra de Dios cuando otros te ofenden, aunque no se arrepientan.
  • Cedes voluntariamente tus derechos, confiándote a Aquel que es tu vindicador.
  • Confías en Dios para que ordene tus días y obedeces a medida que Él te guía cuando tu agenda, sueños y dificultades exceden tus fuerzas.
  • Miras las noticias sin entrar en pánico, confiando en la mano y el corazón de Dios.
  • Tomas todo a la ligera, excepto a Dios.
  • Tu adoración es impulsada por la Verdad de Su Palabra, no por tus emociones o tu entorno.
  • Compartes el evangelio con audacia, respeto y bondad; no desesperación.
  • Te caracterizas por una vida santa, no por temor o esclavitud al pecado.
  • Confías en que Dios controlará a las personas y las situaciones como Él considere oportuno.
  • Consideras que el contentamiento y el gozo son fieles compañeros.

Todo, absolutamente TODO, de una manera u otra, depende de nuestra comprensión de quién es Dios. Cuando escogemos una perspectiva elevada, nos remontaremos con alas como las águilas, correremos sin cansarnos, caminaremos sin fatigarnos (Is. 40:31). Y vaya, ¡qué perspectiva!

¿Y tú?

¿Has estado orando para que Dios haga cambios en tu vida? Intenta cambiar tu perspectiva de Dios. Pude ver a Dios cómo realmente me sacó del pecado, de la depresión y de esconderme. ¿De qué te sacará a ti?

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Sobre el autor

Jean Wilund

A Jean Wilund le apasiona guiar a las mujeres hacia una mayor comprensión de la Biblia y una relación más profunda con Dios. Trabaja en Revive Our Hearts como parte del equipo de blogs, en especial para 'Leader Connection'. También … leer más …


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