Error #1 al enseñar la Biblia: «Matar a los personajes»

¡Feliz Año Nuevo amadas maestras! Oramos que esta sea una nueva oportunidad para profundizar en el conocimiento de nuestro Señor y para servir con amor a aquellas mujeres que Dios ha puesto a nuestro alrededor. Estas próximas semanas estaremos compartiendo una miniserie sobre errores frecuentes que a veces cometemos al enseñar la Biblia. ¡Acompáñanos y estudiemos juntas este tema! - Yamell de Jaramillo - Blog Maestra Verdadera

No fui al seminario. Tampoco tengo un título de enseñanza de Biblia. Sin embargo, varias veces me paro frente a un grupo de mujeres con mi Biblia abierta y doy un mensaje que habla de la verdad. Ciertamente sería maravilloso inscribirse en una clase de seminario, pero ¿dónde encontraría el tiempo? Mi calendario ministerial está abarrotado. ¿Puedes identificarte conmigo? 

Ahora, no estoy diciendo que estoy completamente mal equipada, me han enseñado a estudiar la Palabra de Dios y regularmente experimento el poder y la guía del Espíritu Santo. Estoy completamente segura de que no tendría ningún conocimiento si no fuera por el Señor. Pero a veces cuando preparo un mensaje o me pongo de pie para compartirlo, tengo la sensación de que estoy cometiendo errores que podrían evitarse. 

Y, ¿sabes qué? Recientemente descubrí que tenía razón. 

Tres errores comunes

Hace poco asistí a un taller en el que mi pastor, Jeff Manion, compartió tres de los errores más comunes que cometen los maestros de la Biblia. Y mientras la hoja donde escribía se llenaba de notas, ¡me di cuenta de que yo cometía los tres! Sin embargo, no me sentí desanimada, al contrario, estaba entusiasmada porque era como tener nuevas herramientas en mis manos para estudiar la Palabra de Dios y seguir enseñándola a otras mujeres. Y mi amable pastor accedió a que compartiera estos tres errores frecuentes con ustedes en una serie de tres partes. 

Error # 1: Matamos a los personajes

Tal vez porque sabemos que la Biblia está inspirada por Dios, a veces nos sentimos libres de borrar las historias de los personajes que encontramos ahí. Por ejemplo, podemos enseñar un salmo sin contar la historia del salmista; citamos a Isaías sin mencionar al profeta, al pueblo al que se dirigió o a su época; o enseñamos el flujo lógico de un capítulo de una epístola, pero no mencionamos que este capítulo es parte de una carta escrita por una persona a un grupo específico de personas.

Hago esto todo el tiempo. Normalmente digo: «En Filipenses dice...», o «Dios nos dice en Romanos 6...». Pero nunca lo hago cuando cito otros libros; siempre menciono el autor y un poco de contexto, diciendo algo así como: «Aquí hay una cita de Jim Elliot, que fue un misionero martirizado por los Aucas…», o «Escuchen las palabras escritas por el himnólogo Horatio Spafford tras perder a sus hijas en un naufragio...».

Creo que tal vez matamos a los personajes porque tenemos demasiada prisa. Vemos poca coincidencia entre las vidas del aquí y ahora de nuestras mujeres y las vidas de las personas de los tiempos bíblicos, así que nos apresuramos a la aplicación. Queremos que nuestras mujeres escuchen directamente de Dios, ¡esa es la parte importante! Así que, ponemos en silencio a estos personajes de una época y cultura diferentes. Pero, al hacerlo, eliminamos gran parte de la riqueza y el significado que encierran las palabras del texto.

Sí, es cierto que el aliento de Dios en estas palabras bíblicas es lo que les da poder vivo. Pero Dios se complació en utilizar a personas reales en situaciones reales para desplegar estas verdades. Y si nos fijamos bien, tenemos mucho más en común con los personajes bíblicos de lo que imaginamos. Al permitir que los personajes bíblicos «vivan» y al invitarlos a formar parte del mensaje que compartimos, proporcionamos a nuestras mujeres una mayor profundidad de comprensión y mayores implicaciones para sus vidas, no menos. Aquí te comparto algunos ejemplos. 

Ejemplo 1: Al pastor de una iglesia

Estoy muy segura de que he utilizado este versículo en cada artículo, capítulo o mensaje que he compartido sobre el tema de la generosidad: «A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos» (1 Tim. 6:17, énfasis añadido).

Pero aquí está la parte que omití. Nunca mencioné que este versículo era parte de una carta escrita a Timoteo, el joven pastor de una iglesia en Éfeso (1 Tim. 1:3). Tampoco mencioné que Éfeso era una ciudad comercial. Cualquier cosa que se quisiera comprar, se podía conseguir ahí. Sus casas con terrazas estaban decoradas detalladamente con suelos de mosaico, columnas ornamentadas y estructuras de mármol. Y su ágora cuadrada, rodeada por los cuatro costados de dobles columnas, albergando casi un centenar de tiendas.

Dado que los seguidores de Jesús de la iglesia de Timoteo estaban definitivamente afectados por la riqueza de Éfeso, Pablo estaba enseñando a este joven pastor sobre cómo dar orientación. 

Vuelve a leer 1 Timoteo 6:17 y fíjate cómo Pablo ofrece equilibrio en las dos palabras que he puesto en negrita. Debemos entrenar a nuestras mujeres para que disfruten de lo que Dios las ha bendecido, pero que no pongan su esperanza en lo que tienen.

Ejemplo 2: La canción de un padre afligido

He citado este versículo muchas veces, en mis escritos y en mis enseñanzas: «Pero Tú, oh Señor, eres escudo en derredor mío, Mi gloria, y el que levanta mi cabeza» (Sal. 3:3).

Pero aquí está la parte que omití. Esta es una canción escrita por el rey David, cuando huyó de su hijo Absalón. David abandonó el palacio de Jerusalén; estaba lejos de casa. Su hijo lo había traicionado y su vida estaba en peligro. Imagina la devastación y la vergüenza que sintió David cuando Absalón lo socavó y trató de matarlo públicamente para conseguir una posición y sus respectivas posesiones. 

Al servir a nuestras mujeres, imaginen cuánto más rica es la aplicación para aquellas que han experimentado que un hijo las ha traicionado; que una hija ha dejado la fe y está viviendo de una manera que no refleja ni remotamente la forma en que fue criada; que un hijo solo recuerde los errores que como madre ha cometido, se niega a perdonarla y la tiene en constante desprecio que poco a poco ha hecho más público; que ha perdido la custodia de sus hijos; o que su ex marido ha reunido engañosamente las pruebas en su contra y ella intenta abrirse paso entre la niebla de la vergüenza de lo que piensan sus vecinos ahora que los niños ya no viven allí. 

Cada una de estas mujeres se pregunta: «¿Cómo debo responder? ¿Qué debo hacer con esta pena y este dolor?». Y aquí está la respuesta de la Biblia: una canción, elevada por un padre cuyos ojos estaban llenos de lágrimas de dolor, vergüenza y miedo. El rey David estaba en uno de los puntos más bajos de su vida, pero ¿quién era su escudo? El Señor. ¿Quién levantó su cabeza? El Señor. Este mismo Señor es el escudo y levantador de las cabezas de nuestras preciosas mujeres también. 

Manteniendo vivos a los personajes

En ambos ejemplos, podríamos tomar las palabras de las páginas y ofrecerlas a nuestras mujeres. Seguirían siendo las palabras inspiradas de Dios, y podrían seguir ofreciendo orientación y esperanza. Pero al permitir que los personajes hablen, damos a los versos la riqueza del contexto. 

Aquí hay algunos consejos más para ti mientras trabajas para incluir personajes bíblicos en la preparación de tu mensaje:

  • Con las epístolas, haz que tus mujeres vuelvan repetidamente al contexto. Esta es una carta con un escritor y sus destinatarios. Si enseñas una serie sobre el libro de Filipenses, invita a Pablo y a la iglesia de Filipos a formar parte de cada lección, no sólo de la introductoria. 
  • En el Libro de los Salmos, asegúrate de leer las adscripciones al principio de cada uno de los salmos. Busca quién escribió el canto y cuándo lo hizo. Estudia esa parte de la historia de la Biblia para entenderla mejor. 
  • Supón que estás enseñando algo del Antiguo Testamento y quieres hacer referencia a un versículo del Nuevo Testamento. Dedica un momento para añadir un poco de contexto. Podrías decir:
    • Quisiera que escuchen a un preso sobre el tema del contentamiento (luego lee un pasaje de Filipenses). 
    • Escuchen lo que un hombre que pasó tres años con Jesús tenía que decir sobre Él (luego lee algún pasaje de Primera o Segunda de Pedro). 
    • Aquí está lo que un hombre que tenía sabiduría sobrenatural tenía que decir (luego lee de Proverbios). 
    • Aquí está parte de una canción escrita por un padre con el corazón roto (luego lee el Salmo 3). 
    • Quisiera que escuchen el consejo de un mentor a un joven pastor (luego lee de Primera o Segunda de Timoteo). 

¿Estás preparada para abrir tu Biblia y ponerte a estudiar? Sea cual sea el capítulo que abras, ¡recuerda no matar a los personajes! Nos encantaría que nos contaras cómo pones esto en práctica. 

¡No te pierdas el siguiente artículo sobre los errores más comunes que cometemos al enseñar la Biblia! 

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Sobre el autor

Shannon Popkin

Shannon Popkin es una conferencista y escritora de Grand Rapids, Michigan, quien disfruta combiner su amor por el humor y el contar historias con la pasión por la Palabra de Dios.

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