Vivimos en una era de distorsión y quizás ningún otro caso sea tan evidente como es en el caso del diseño de la mujer. El asalto a la femineidad es mucho más que un enfrentamiento de la cultura, se trata de una batalla a nivel espiritual que ataca a la misma creación de Dios. Vivimos en un mundo que está viciado de conceptos erróneos acerca de la mujer, de su rol en la familia, en la sociedad y aun dentro de muchas iglesias. El feminismo nos llega de formas disfrazadas y muchas veces perdemos de vista el llamado de Dios, nos confundimos y contaminamos. Por un lado está la mentira de Satanás y por otro lado la verdad de Dios.
La mentira de Satanás
Solo basta con mirar a nuestro alrededor, la presión emocional y social que se ejerce sobre las mujeres; la constante expulsión de las mamás de sus hogares, la falsa idea de que el matrimonio es una opresión, los hijos una molestia, la creencia moderna que el éxito viene únicamente de la mano del desarrollo profesional, etc. Las mujeres están definiendo su identidad y su rol mediante ideas tergiversadas que el mundo les ofrece y las consecuencias de dichas definiciones son devastadoras. Esto es cada vez más evidente cuando lo vemos reflejado en las enormes carencias que atraviesan las familias y la sociedad en nuestros días.
Como hijas de Dios es de vital importancia que formemos nuestras convicciones basadas en la verdad de Dios, la única verdad que nos hace libres: Su palabra. Debemos ser testigos y anunciar a otras que Su verdad es lo único que puede traer libertad.
La verdad de Dios
Tito 2:3-5 (peshitta)
Así mismo, instruye a las ancianas para que anden como conviene a la reverencia a Dios; que no sean esclavas del vino, sino sean instructoras de lo que es bueno; a que enseñen a las jóvenes a ser modestas, y que amen a sus esposos y a sus hijos, a ser castas, santas; a que atiendan bien sus hogares y estén sujetas a sus esposos, para que nadie blasfeme contra la palabra de Dios.
En este contexto bíblico podemos apreciar que la relación de discipulado e instrucción entre mujeres han sido ordenadas por Dios y son sumamente eficaces.
Pablo también afirma en el versículo uno, que debemos enseñar lo que esté de acuerdo con la sana doctrina, y el discipulado de Tito 2 ocurre precisamente en el contexto de esta doctrina. Las mujeres ayudan a otras mujeres a aplicar la sana enseñanza bíblica en sus relaciones y diversas situaciones de la vida, adornando así la belleza del evangelio.
Dinámica divina: el orden de Dios para su iglesia
Esta enseñanza de mujer a mujer se remonta al principio del cristianismo donde se practicó y demostró su utilidad. Esta verdad sigue vigente hoy para nosotras. El Señor nos manda en Su palabra a enseñar e instruir a otras mujeres cómo conducirse en las diferentes esferas de la vida. A través de un ministerio de mujeres tenemos la oportunidad de animar a otras mujeres a conocer, abrazar y vivir el evangelio de una forma práctica. Para que este discipulado sea efectivo, el contexto más propicio es «la iglesia local» ya que nos permite conocer de cerca las necesidades, fortalezas y debilidades de cada mujer, de manera que podemos ayudarlas a crecer en su caminar con Cristo.
Que bendición es rodearnos y disfrutar de la comunión con mujeres comprometidas y consagradas que nos estimulan a crecer. Dios quiere que seamos de influencia para otras mujeres que necesitan ser empapadas de las verdades bíblicas en sus propias vidas, y juntas declarar en medio de una sociedad tan impregnada de feminismo que «la suma de tu palabra es verdad» (Salmo 119:160a).
El ministerio de mujeres nos ayuda a transmitir conceptos fundamentales del diseño y misión de Dios para la mujer. Como maestras del bien debemos ayudar a otras mujeres a desarrollar una perspectiva correcta centrada en el perfecto diseño de Dios, equipándoles para enfrentar la cultura a través de su testimonio y evitando que la cultura las consuma a ellas; ayudándoles a conformar sus vidas a las verdades bíblicas, mientras ellas obedecen y se aferran al evangelio de Jesucristo.
¿Estás influenciando a las mujeres de tu iglesia local, anunciando las verdades del evangelio? ¿Las estás animando a crecer en su caminar con Cristo?
Cuando le enseñas a otras mujeres a conocer y crecer en el verdadero diseño de Dios para sus vidas estás haciendo una inversión que tendrá frutos eternos y dejará un legado de bendición incalculable.
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