El propósito de hacer la diferencia

Me pregunto por qué estás leyendo este artículo, este blog, esta página. ¿Por qué? ¿Para qué sigues Aviva Nuestros Corazones? Ciertamente la cabeza visible es la amada Nancy, pero, en realidad no es a ella a quien seguimos a pesar de que el Señor ha hecho una obra preciosa en su vida y en la de tantas hermanas que sirven en el ministerio. Los nombres de las integrantes llegan y se multiplican, y alabado sea Dios por la generosidad de gracia que ha dado en estas hermanas que nos han hecho codiciable al Amado de nuestra alma, el Deseado de las naciones, a Cristo Jesús. 

Pero es a Él a quien seguimos. Es por Él que las vidas de muchas son transformadas por completo cuando el Espíritu Santo hace cambios dramáticos en nosotras, dejando atrás estilos de vida que procuraban el pecado, y dándonos un amor creciente e inexplicable por Aquel que ha comenzado y terminará Su buena obra en nosotras. 

Y, sin embargo, el poder del Evangelio en estas mujeres les ha permitido ser una preciosa y gran influencia en nuestras vidas ¿no es cierto? Sus vidas y testimonios imitando a Cristo, apuntando a Cristo y glorificando con lo cotidiano al Rey del mundo, nos han animado a ser y a impulsar a otras a ser mujeres comprometidas con el diseño divino de una feminidad que le alaba, tal y como Dios lo establece en Su Palabra. 

Muchas personas creemos que el mundo de hoy está de cabeza porque las mujeres han abandonado, desechado y despreciado su llamado a ser hijas de Dios, rendirse a Cristo y vivir una vida centrada en Él. La identidad, el valor y el gozo de sus vidas están puestos en cosas, personas y situaciones frágiles y pasajeras, que, con toda seguridad, fallarán. Tarde que temprano fallarán. 

Y al mismo tiempo que este panorama feminista invade y confunde, vemos a un pequeño gran ejército de mujeres que hemos respondido al Padre, al Hijo y al Espíritu: «Sí, Señor». Mujeres que no viven vidas perfectas (porque en este mundo caído, nadie será perfecto), pero sí sinceras en la búsqueda de honrar al Príncipe de paz con su vida, maternidad, matrimonio y amistades.

¿Eres tú una de ellas?

Confieso, que, de vez en siempre me abruma la situación de que algunas damas puedan encontrar algo para seguir en mí. No me gusta ser el centro de atención, de halagos y admiración, y menos cuando el nombre de Cristo está involucrado. No sé bien cómo responder a esto, me pongo nerviosa, y solo busco que el asunto pase rápido. Me asusta la responsabilidad y el compromiso, como si de mí dependiera su salvación o estabilidad espiritual. Pero el gran y buen Espíritu de Dios me recuerda que es Cristo el único Salvador y Mediador, y quien asume la provisión de gracia para cada persona que le busca con deseo sincero de tener una fe y relación con Él.

Así que, pensar en Su soberanía y Su poder es lo que me reconforta cada vez que quiero dar pasos atrás y no aceptar el honor de ser un canal de gracia, un instrumento, una sierva para Su gloria. 

Por razones que solo Dios conoce, Él se complace en usar a muchas mujeres para llamar la atención de otras que pueden identificarse quizá con sus historias de vida, y a través de eso, mostrar las abundantes riquezas de Su gloria que Él ya nos ha dado, como todas las cosas que corresponden a la vida y a la piedad. 

No se trata de ser muy lista o muy buena oradora, tampoco se trata de ser una escritora destacada; se trata del poder de Dios en acción para mover corazones hacia Él. Sabemos bien que es en la debilidad donde Su poder se muestra en todo su esplendor. 

Ahora tenemos esta luz que brilla en nuestro corazón, pero nosotras mismas somos como frágiles vasijas de barro que contienen este gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder proviene de Dios, no de nosotras mismas (2 Corintios 4:7).

Cristo es quien más ha influenciado en este mundo y quien ha hecho la diferencia. Los hombres y mujeres que lo escucharon también influyeron en otros en quienes la Palabra hizo la diferencia. Por 2,021 años y hasta el día de hoy. 

Somos todos los creyentes el resultado del poder de Cristo usando a personas frágiles, falibles y poco capacitadas para llevar Su preciosa semilla de salvación. A Dios le ha placido.

«A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, se me concedió esta gracia: anunciar a los gentiles las inescrutables riquezas de Cristo». -Efesios 3:8

Ahora, no estoy haciendo un llamado a volvernos maestras famosas. Si Dios quiere, Él lo hará. Pero lo que yo deseo para mi vida es olvidarme de la atención que puedo llamar de las mujeres con las que tengo contacto, y apuntarlas a Cristo. 

Es como si cada mujer estuviera parada en una larga carretera, que es la vida cristiana, con un letrero muy lindo en la mano que diga: «Es a Cristo, no a nosotros sea dada la gloria». Mi deber, nuestro deber como mujeres cristianas, es apuntar a la belleza de una feminidad creada por Dios, y de mujeres que se deleitan en vivir como Dios manda y como a Cristo honra. 

Dios me ha concedido el favor de estar en las dos conferencias de Mujer Verdadera que se han hecho en mi país, México, y ha sido glorioso escuchar el Ruaj, el aliento del Espíritu saliendo de las bocas de miles de mujeres para decirle y repetir: «Sí Señor. Creemos en Ti, y deseamos vivir nuestro matrimonio, maternidad y amistades para Ti. Queremos ser una pequeña pieza útil para Tu reino en la vida de otras mujeres». 

Al leer nuevamente el libro de Nancy y Mary, Diseño Divino, comparto lo siguiente: 

El objetivo del movimiento de Mujer Verdadera es ayudar a las mujeres a:

  • Descubrir y aceptar el diseño de Dios y la misión para sus vidas.
  • Reflejar la belleza y el corazón de Jesucristo al mundo.
  • Tomar la determinación de pasar la estafeta de la Verdad a la siguiente generación.
  • Orar fervientemente para que se derrame el Espíritu de Dios en su familia, iglesia, nación y el mundo.

Hay muchos ojos mirando nuestra vida. Hay niñas pequeñas, jovencitas, mujeres adultas y ancianas que literalmente contemplan nuestras vidas en busca de consejo, ánimo o aliento. Enseñemos, consolemos en Cristo, ayudemos con Su palabra y no nuestra sabiduría; modelemos y aprendamos también lo que seguramente ellas tienen para enseñarnos. El Señor nos dé un espíritu humilde, enseñable y dependiente siempre de Cristo. 

Apuntémoslas a Cristo. No robemos ni medio decímetro de Su gloria. Es Él quien merece todo. Porque de Él, por Él y para Él son todas las cosas. 

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Sobre el autor

Claudia Sosa

Claudia Sosa es mexicana, de la ciudad de Mérida, para ser más especifica. Nacida de nuevo, por gracia de Dios, en Enero de 2009. Casada con Rubén, su novio de toda la vida, desde hace casi 28 años. ¡Matrimonio rescatado … leer más …


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