El mejor consejo que he recibido

Como madre de cuatro adolescentes, a menudo me siento como una máquina dispensadora de consejos. «Mamá, ¿cómo hago esto? ¿Dónde encuentro esto? ¿Cómo debo responder a esto? Mi hijo mayor sabe que no lo dejaré salir de casa a su trabajo sin oírme decir: «¡Toma buenas decisiones!».

No hace falta ser madre para dedicarse a tiempo completo a dar consejos a los demás. Como cristianas, estamos hechas para vivir en comunidad unas con otras, hablando a la vida de las otras y recibiendo consejo en la nuestra.

«El camino del necio es recto a sus propios ojos, pero el que escucha consejos es sabio». 

- Proverbios 12:15

Anunciamos a Cristo unos a otros, «amonestando a todos los hombres, y enseñando a todos los hombres con toda sabiduría, a fin de poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo» (Col. 1:28).

He recibido muchos consejos a lo largo de los años, pero una afirmación sobresale por encima de las demás, repitiéndose como un eco en mi mente. El mejor consejo que he recibido vino de un hombre piadoso que pasó años sufriendo una enfermedad autoinmune. Estaba casi completamente confinado en casa, y sus días estaban marcados por la agonía física. Pero este siervo vivía cada doloroso día para la gloria de Dios, y cada vez que lo visitaba, veía a un gigante de la fe, no a un hombre frágil.

En la última visita que le hicimos antes de morir, pronunció unas palabras que me han acompañado y me siguen guiando en mi camino: «Sigue diciendo sí a Jesús. Sí, Señor, sí». Este hombre que, en ese momento de su vida, parecía tener muy poco a lo que decir «sí» dada su mala salud, me dijo que siguiera diciendo «sí» a Jesús. Tal vez dijo «sí» al alegrarse en sus sufrimientos (Ro. 5:3) o a permanecer firme en las pruebas (Stg. 5:11). Nunca sabré todas las maneras en que dijo «sí» a Jesús, pero me retó a decirle «sí» a Jesús siempre, y eso me cambió.

Decir «sí» es obedecer con amor

Decimos «sí» a los que queremos. Cuando mis hijos entran después de jugar baloncesto y me piden que prepare salsa y guacamole, mi respuesta es siempre «sí». ¿Por qué? Porque quiero a mis hijos. Cuando mi amiga no puede recoger a su hija de la escuela por un conflicto de horarios y me pide que vaya yo en su lugar, digo «sí». Digo «sí» porque quiero a mi amiga.

Del mismo modo, decimos «sí» a Jesús porque le amamos. «Si ustedes me aman, guardarán mis mandamientos» (Jn. 14:15). Cuando la Biblia enseña: «Aprendan a hacer el bien,busquen la justicia, reprendan al opresor, defiendan al huérfano, aboguen por la viuda» (Is. 1:17), decimos: «Sí, Señor». Cuando Dios nos ordena que no nos afanemos por nada, sino que busquemos primero Su reino y Su justicia (Mt. 6:25-33), decimos: «Sí, Señor». Como el Único digno de toda nuestra devoción, le decimos «sí» una y otra vez.

Decir «sí» es obediencia costosa

Decir «sí» puede resultar caro. A Jesús le costó muy caro. Y nuestro «sí» a Jesús es en respuesta a Su gran «sí» por nosotras. Cuando oró a Su Padre en el huerto de Getsemaní: «Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya», dijo «sí» por nosotras. Dijo «sí» a Su Padre cuando tomó nuestro lugar en la cruz. Como seguidoras suyas, no debemos esperar menos de nuestra propia obediencia.

Decir «sí» puede costarnos amigos, familia, estatus social, recursos e incluso la vida. Pero como prometió Jesús: «Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o hijos o tierras por Mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna» (Mt. 19:29). Asimismo, la difunta Helen Roseveare, misionera inglesa en el Congo, dijo una vez: «Dios nunca usa mucho a una persona hasta que la ha herido profundamente. El privilegio que Él te ofrece es mayor que el precio que tienes que pagar. El privilegio es mayor que el precio».

Decir «sí» es obediencia permanente

De todos los consejos que este hombre podría haberme dado cuando se acercaba el final de su vida terrenal, me dijo que hiciera lo que es más importante. Me dijo que perseverara en lo que debería ser instintivo para los cristianos: obedecer a Cristo, y seguir haciéndolo. Hay longevidad en este encargo. La obediencia no es cosa de una sola ocasión.

No nos enorgullecemos del triunfo de los actos de obediencia del pasado; no nos complacemos en la gloria de esa gran cosa que hicimos por Dios. Nuestra obediencia es una entrega diaria, una participación gozosa en el privilegio de ser hijos e hijas adoptivos del Dios vivo. Decimos «sí» a Dios hoy. Y si Él nos da el mañana, nos alegramos de decirle «sí» también.

Obediencia rápida

¿Cuál «sí» le estás negando a Jesús? No dejemos espacio para que nuestro enemigo nos tiente a la desobediencia a través de nuestras propias vacilaciones. Cada vez que decimos «sí» a Jesús, Satanás recibe un golpe demoledor. Él se deleita en nuestra duda, se deleita con nuestra resistencia a la obediencia inmediata y defiende nuestros «sí» ocasionales y poco entusiastas a nuestro Creador.

Pero cuando decimos «sí» a Jesús con entusiasmo, y cuando seguimos diciéndole «sí», el diablo es derrotado; no tiene poder sobre nosotras. Cristo murió para asegurar nuestra victoria sobre el pecado (Ro. 6:1-6). Es a este gran Salvador a quien con gusto seguimos diciendo: «Sí, Señor».

Hermanas, consideren sus propios consejos a las demás. Una de las mejores maneras de demostrar amor es dando consejos sabios. Asegurémonos primero de que estamos siendo guiadas por la Palabra de Dios para que podamos guiar sabiamente a las demás. La verdadera sabiduría no es un eco de los caprichos actuales de la cultura. La verdadera sabiduría proviene de la Biblia. «Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, equipado para toda buena obra» (2 Ti. 3:16-17).

Seamos, pues, dadores de buenos consejos. Nuestras amigas y vecinas también necesitan saber que Cristo es digno de sus «sí». Seamos mujeres que siguen diciendo «sí» a Jesús. Inspiremos a otras con nuestra propia obediencia gozosa. Que seamos mujeres que digan «sí» para Cristo y Su reino y la gran gloria de nuestro Dios.

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Sobre el autor

Christy Britton

Christy Britton es esposa, madre de cuatro hijos biológicos con quienes hace escuela en el hogar y pronto será madre una hija adoptada nacida en Uganda. Ella trabaja a favor de los huérfanos en el ministerio 127 Worldwide. Su familia … leer más …


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