La primera vez que alguien me llamó visionaria, me reí a carcajadas. «¿Yo?». Miré a mi alrededor, convencida de que debían estar hablando de otra persona.
Fue el día de mi primer evento como coordinadora del ministerio de mujeres en mi iglesia. Nombré una actividad, «levanta una silla», y recluté a todos los hombres dispuestos y capaces de arrastrar todos los muebles de la iglesia al gimnasio. Hicimos mesas improvisadas con troncos y encendimos luces suaves y destellantes por todas partes.
Hubo varios momentos durante el proceso en los que alguien me miró con expresión de aprensión o confusión. «¿Quieres que llevemos todo el mobiliario a dónde?». Sin embargo, el día del evento, todo, desde la comida hasta el mensaje y el ambiente, fue justo como lo había imaginado en mi mente desde hacía meses. Fue un trabajo en equipo, pero alguien tenía que crear el proyecto. Ese alguien, supongo, era yo.
Como coordinadora del grupo de mujeres, tú también eres una persona visionaria. Tal vez seas una visionaria poco entusiasta o tal vez te resulte natural tener una visión. En cualquiera de los casos, la visión es un don, con el potencial de algunos riesgos.
Dios se ha revelado
A lo largo de la Biblia vemos a Dios dando visión a Su pueblo. En el Antiguo Testamento, los profetas y los patriarcas tuvieron visiones frecuentes.
- Abraham tuvo una visión del Señor cuando le habló de Su pacto (Gen. 15:1).
- Jacob tuvo una visión de una escalera donde ángeles ascendían y descendían de ella (Gen. 28:10-17).
- Las visiones de José provocaron la división de la familia (Gen. 37:1-11).
- El joven Samuel tuvo una visión del juicio de Dios (1 Sam. 3).
Las visiones continuaron en el Nuevo Testamento y después del descenso del Espíritu Santo en Pentecostés.
- Un ángel se le apareció a Zacarías en una visión para anunciar el nacimiento de Juan el bautista (Lucas 1:5-23).
- Ananías recibió instrucciones en una visión para atender a Saulo (Hechos 9:10-19).
- Pedro recibió una visión importante para la iglesia (Hechos 10:10-16).
- Pablo escuchó órdenes de marcharse en una visión (Hechos 16:6-10).
- Juan registró su visión en el libro de Apocalipsis.
Dios no cambia (Mal. 3:6). Él ha dado Su visión a Su pueblo.
Estos relatos bíblicos nos recuerdan algo que probablemente ya sabemos por experiencia personal: la visión es a menudo confusa. Estos son los tipos de historias que no encajan bien en una breve lección de escuela dominical. La visión dada por Dios rara vez tiene sentido desde una perspectiva humana. No se queda en las celdas de las hojas de cálculo y las declaraciones de misión. La mayoría de las veces, Dios le da la visión a una persona y luego le encarga a esa persona que la transmita a los demás. La visión rara vez se extiende como un incendio. (Al menos no al principio). Es más bien como una pequeña chispa que gana fuerza lentamente y sólo con un cuidado constante.
Haz una pausa y reflexiona conmigo: ¿en dónde te ha asignado el Señor como visionaria?
- ¿Es en tu casa? ¿Tienes una imagen en tu mente de cómo quieres servir al Señor como familia?
- ¿Es en tu iglesia? ¿Te sientes llamada a trazar una visión para el ministerio de mujeres en la iglesia? ¿Tienes una idea específica de cómo el ministerio asignado a ti impactará la vida de las mujeres?
- ¿Es en tu comunidad? ¿Anhelas ver a tus amigas y vecinas transformadas por el mensaje del evangelio? ¿Tienes un plan para hacer que eso suceda?
Si Dios te ha dado una visión de cómo impactar a otros, eres una visionaria. No mires a tu alrededor, preguntándote a quién yo me podría estar dirigiendo. ¡Acepta la visión como un don! Dios todavía habla a Su pueblo. Él todavía da forma a Su Iglesia, y Él está usándote misericordiosamente en esos propósitos. ¡Qué privilegio!
Con esto en mente, te quiero compartir tres verdades bíblicas para recordar.
-
Sigue. Tocando. El. Tambor.
Tal vez estás cansada de tocar el tambor que Dios te ha dado.
Tal vez...
Estás cansada de recordar a las mujeres el valor de unirse a un estudio bíblico.
Estás cansada de reclutar voluntarias para servir en cada evento.
Te duele que todavía haya personas dentro de tu iglesia que simplemente «no entienden» cuando se trata del ministerio de las mujeres.
O. . .
Parece que estás sola en tu visión de un matrimonio cristiano.
Tus hijos no han aceptado la idea de leer la Biblia juntos.
Tal vez...
A pesar de tus esfuerzos por ministrar a tus vecinos, las puertas de sus corazones y de sus hogares permanecen cerradas.
A pesar de tus oraciones, la oscuridad parece estar ganando en tu comunidad y te sientes tentada a dejar de compartir la visión.
Acércate. Escucha con atención.
«Donde no hay visión, el pueblo se desenfrena, pero bienaventurado es el que guarda la ley» (Prov. 29:18).
Necesitamos visión. Sin ella correremos hacia todo tipo de cosas que no son buenas para nosotras. La atracción gravitacional de todo ministerio, familia y comunidad es abandonar las cosas de Dios y perseguir nuestros propios intereses.
Tanto si has tenido la visión de algo del tamaño de Dios, ya sea en una ocasión o un millón de veces, sigue siendo importante. La Iglesia necesita visionarios. Tu familia necesita visionarios. Tu comunidad necesita visionarios.
No es fácil ser la persona que establece la visión. Ser visionaria no es un título de trabajo que se pueda delegar. Te pone un blanco en la espalda en más de un sentido. De esta manera, llevar la visión puede sentirse como una maldición. Y sin embargo, Jesús es digno. Sigue. Tocando. El. Tambor.
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Necesitamos la visión de Dios, no la sabiduría humana.
Los cristianos no tienen el mercado acaparado en cuanto a la visión. Detrás de cada empresa poderosa, cada movimiento político, cada cambio cultural, cada nuevo invento, encontrarás a alguien con visión. Sin embargo, como mujeres en el ministerio, nuestra misión es buscar y comunicar obsesivamente la visión de Dios, no nuestra propia agenda.
Escucha la advertencia dada a Jeremías: «Así dice el Señor de los ejércitos: “No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan. Ellos los conducen hacia lo vano; les cuentan las visiones de su propia fantasía, no de la boca del Señor”»(Jer 23:16, énfasis añadido).
¿Cómo puedes estar segura de que tu visión se alinea con la visión de Dios? Aquí hay varias preguntas para hacerte:
- ¿Está este plan absolutamente alineado con las Escrituras?
- ¿Es consistente con el carácter de Dios?
- ¿La motivación de mi corazón es ver a Dios glorificado o verme a mi misma exaltada?
- ¿Estoy dispuesta a rendir o adaptar mi visión cuando el Espíritu me lo indique?
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Los visionarios deben permanecer.
Es imposible extraer a la persona visionaria del trabajo de operación. Eso significa que hay que transmitir la visión, normalmente en repetidas ocasiones, y luego arremangarse y ponerse a trabajar. El trabajo pesado de la visión sólo puede perdurar si nos aferramos a Cristo.
«Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada pueden hacer». -Juan 15:5
¿Cuándo oyó Moisés a Dios hablar desde la zarza ardiente? Cuando estaba solo.
¿Cuándo llamó el Señor a Samuel? Cuando estaba descansando a solas, lejos de su mentor.
¿Qué hizo Jesús en los días previos al inicio de Su ministerio? Pasó cuarenta días solo.
Este es un patrón al que vale la pena prestar atención. Aléjate de la multitud. Apártate de las reuniones constantes. Separa un fin de semana de oración en tu calendario anual.
Permanece en Cristo. Aférrate a Él desesperadamente. Pregúntale a menudo si tu visión coincide con la suya. Deja las baquetas y escucha. Luego recógelas y vuelve a tocar el tambor de la visión que Dios te ha dado descansando en la confianza de que el Señor te está utilizando para inspirar y animar a la iglesia.
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