El alcance de la bondad de Dios

Una vez me regalaron un utensilio para la cocina que me gustó tanto que dije: «¡Qué regalo tan genial! Cuando vaya a regalar algo, compraré uno de estos».

Para los creyentes, el regalo más excelente es el evangelio. En él descubrimos el acto de bondad más grandioso que podamos imaginar. Cuando lo abrimos, encontramos salvación, vida en el Espíritu Santo, misericordia, pureza, nueva vida, justicia, y vida eterna (Tito 3:5-7). Y si hemos recibido la bondad de Dios en el evangelio, entonces estamos llamadas a regalar la misma clase de bondad que hemos obtenido (Lucas 6:35-36).

La bondad bíblica

La benignidad y la bondad están interrelacionadas. La benignidad es algo o alguien concebido para el bien, y la bondad bíblica es una manifestación de benignidad. La bondad bíblica abarca cualidades tales como un carácter apacible, amabilidad, paciencia, comprensión, compasión, perdón, respeto, y amor al prójimo.

La bondad comienza con Dios

La Biblia declara que Dios es completamente bueno (Salmo 73:1), por lo tanto, Él nunca puede actuar con el 99.999999% de bondad.

Yo diría que lo más difícil es recordar que Dios es benigno conmigo en medio de dificultades. Desafortunadamente, algo que hago en esos tiempos es separar la verdad de que Dios es bueno y la verdad de que Él nada bueno niega a los que andan en integridad (Salmo 84:11). Sin darme cuenta, asumo que sólo lo que yo llamo «bueno» es lo que es realmente bueno y no tomo en consideración que la bondad comienza con Dios y no conmigo. Si el todo de Dios es benignidad, y todo lo que Él hace lo hace con bondad, eso implica que Él es bueno en todo tiempo.

Si no creemos que Dios es benigno, no vamos a creer que Él es bondadoso siempre. Y si tenemos una distorsión de la bondad de Dios, tendremos problemas para obedecer el llamado de ser bondadosas. La bondad bíblica comienza con el entendimiento correcto de la bondad de Dios.

La bondad de Dios se manifiesta

¿Qué ha hecho Dios para mostrarnos su bondad? Él orquestó un gran plan lleno de su bondad. Su objetivo consistía en una misión de rescate hacia la humanidad indigna (Tito 3:4-7).

Para los creyentes, la manifestación de la bondad de Dios dio como resultado el obsequio de nuestra salvación. Desde la esencia de la benignidad de Dios brotó la salvación de personas ingratas y perdidas como nosotras mediante el evangelio. Dios vino al mundo en forma de hombre, vivió una vida perfecta, murió crucificado, resucitó al tercer día, ascendió al cielo y ahora gobierna todo mientras su pueblo espera su regreso. En el evangelio vemos la bondad de Dios manifiesta.

La bondad de Dios nos llama

«…Porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sean ustedes misericordiosos, así como su Padre es misericordioso». -Lucas 6:35-36

Nosotras dividimos a las personas en dos grupos, los que merecen mi bondad porque me tratan bien y los que no. Pero para Dios hay un solo grupo: los que no merecen su bondad. 

Dios no es como nosotras que extendemos bondad fácilmente al grupo de los «fáciles» y de vez en cuando a los «difíciles». Dios siempre extiende su bondad al único grupo que Él ve, a los «difíciles».

La benignidad de Dios hacia nosotras a través del evangelio nos hace un llamado a ser benignas. Esto implica que toda clase de persona debe recibir nuestra gracia, ternura, compasión, amabilidad, integridad y gentileza.

Jesús sabe que nosotras podemos ser bondadosas instantáneamente con algunos «ingratos y perversos» porque ellos son más fáciles de tolerar. Por ejemplo, con los que nos aman, con los que nos tratan bien, o con los que son «buena paga». No obstante, Él nos advierte que este impulso natural que tenemos no nos distingue de los inconversos (Lucas 6:32-34).

Como un padre a un hijo, Cristo les enseña a sus discípulos lo menos obvio. En Lucas 6:27-36 Jesús les instruye acerca de quiénes son a quienes deben amar, hacer el bien, bendecir, orar, prestar y dar. Y, ¿a quiénes Él les dice que deben hacer estas cosas? ¡A los «difíciles»! Se los dice a los enemigos, a los que los maldicen, a los que los insultan, a los que los hieren con una bofetada, a los que piden y tienen cara de «mala paga», y hasta a los que les roban. Cristo resume este gran llamado de extender bondad a todos en el verso 31: 

«Y así como quieran que los hombres les hagan a ustedes, hagan con ellos de la misma manera». 

Para Cristo, el llamado a ser bondadoso es para todos sus discípulos; y los receptores de esa bondad son todas las clases de personas. No hay distinción de beneficiario.

Ciertamente cuesta ser bondadosas con los que no se lo merecen, pero la bondad de Dios en el evangelio nos llama a obedecer.

La bondad de Dios nos llama a responder

¿Seré yo fácil de amar? ¿Estará Dios llamándome a ser bondadosa con alguien que no lo merece?

Si nuestra bondad solo se manifiesta con los fáciles de amar, entonces nuestra bondad no nos distingue como hijas de Dios.

Las riquezas de la manifestación de la bondad de Dios en el evangelio, su tolerancia y su paciencia, nos guían al arrepentimiento para que podamos obedecer su llamado (Romanos 2:4). 

Seamos bondadosas, así como nuestro Padre ha sido bondadoso.

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Sobre el autor

Kathy Mercado

Kathy Mercado es esposa del pastor Joselo Mercado y madre de dos jóvenes.

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