Dirige el ministerio de mujeres con la oración

Nuestro ministerio de ayuda para la mujer se reúne el cuarto lunes de cada mes. No la podríamos considerar una típica reunión de planeación pues no hablamos de nuestros programas o eventos. En lugar de esto, nos reunimos una vez al mes y oramos. Aunque pueda parecer una forma extraña de dirigir un ministerio, que la oración sea el fundamento de lo que hacemos ha bendecido todas las demás formas en que ministramos a las mujeres en la iglesia local. 

Organizando grupos de oración

Principalmente oramos por las mujeres de nuestra iglesia de dos maneras. Nuestro equipo de oración está formado por unas quince mujeres que han sido elegidas por los ancianos de nuestra iglesia para ayudar en la atención espiritual de otras mujeres. Cada año asignamos a cada una de las damas de nuestra iglesia a una mujer de nuestro equipo de oración. A lo largo del año, cada mujer del equipo de oración enviará un correo electrónico a las mujeres que se les asignaron, haciéndoles saber que oraremos por ellas en la próxima reunión (normalmente oramos por dos listas de mujeres al mes). Esencialmente, esto nos permite orar por cada mujer de nuestra iglesia por nombre al menos una vez en el transcurso del año.

Acercarnos a las mujeres de esta manera nos ha permitido encontrar a mujeres lastimadas que podrían haber pasado desapercibidas en la iglesia. Una de ellas llevaba una enorme carga emocional y física que no había compartido con nadie fuera de su familia. Sintió que podía abrirse simplemente porque un miembro del equipo de oración le preguntó cómo podía orar por ella de forma específica.

Una vez que nuestro equipo de oración se dio cuenta de todo lo que estaba pasando, los diáconos y los ancianos de la iglesia se involucraron para ayudar a cuidar de la familia de manera que fueron de bendición y alivio al dividir las cargas. A veces, preguntar a los que nos rodean: «¿Cómo puedo orar por ti?», en lugar de «¿Cómo estás?», es un cambio sencillo que puede envolver de amor a los que sufren en una comunidad.

Reunirse para orar

Mientras que la primera forma de acercarnos a las mujeres está estructurada y requiere organización, la segunda consiste en reunirnos otro día en el mes e invitar a que las mujeres oren con nosotras.

Cuando una mujer viene a orar, empieza por compartir sus peticiones. Le hacemos preguntas complementarias y luego nos dividimos en grupos, colocamos las manos sobre nuestra hermana y oramos.

Aunque no podemos resolver las luchas, podemos caminar con ella al trono de Dios y suplicar ayuda. Rogamos, lloramos y nos aferramos a las promesas de Dios. Las mujeres vienen cargadas, y a través de la oración llevamos estas cargas (Gal. 6:2) juntas como una comunidad.

Oramos por diversas mujeres. Vienen misioneras que están en tiempo de descanso a compartir sus necesidades, vienen mujeres que están comenzando nuevos ministerios, luchando contra la tentación, dolidas por la soledad, sufriendo bajo el pecado de otro, esperando un bebé, luchando por cuidar a sus padres ancianos, experimentando dolor, y caminando a través de diversos tipos de pruebas.

Algunas noches, al estar tan expuestas a muchas mujeres tan diferentes, se experimenta la realidad de que todas las etapas de la vida implican luchas dolorosas. Una noche, una mujer nos pidió que oráramos por su infertilidad, esa misma noche, otra mujer nos pidió que oráramos por su depresión posparto, otra noche vino una mujer que anhelaba profundamente tener un esposo, la mujer que llegó después, nos habló de las dificultades de su matrimonio.

En cualquier temporada, las luchas aparecen como hierbas malas en nuestro jardín. El Edén que esperamos se perdió hace mucho tiempo y no se renovará hasta que vuelva Jesús. Aunque no podemos resolver todas las luchas, podemos orar a Dios, sabiendo que Él es capaz de proveer todo lo necesario (2 Cor. 9:8).

La realidad de la oración

Nuestras reuniones de oración no le permiten a nuestro equipo el lujo de la ignorancia. Los domingos, cuando veo alrededor de la congregación, veo las heridas, las traiciones y las pérdidas. A veces es abrumador, y solo quiero ponerme mis gafas una vez más y creer la mentira de que detrás de todas las sonrisas que veo el domingo hay vidas perfectas y cielos soleados. Cada vez comprendo mejor por qué Pablo enumeró entre sus sufrimientos la presión diaria que experimentaba en nombre de la Iglesia (2 Cor. 11:23-29). Por esta razón, mi corazón suele estar encogido el cuarto lunes de cada mes.

A pesar de mi renuencia, sigo adelante. He descubierto que caminar en las profundidades con otras mujeres y llorar cuando ellas lloran es lo que abre mi corazón de nuevas maneras para regocijarme cuando ellas se regocijan. Al caminar en la sombra y participar en las luchas de mis hermanas, experimento también el profundo gozo de ver a Dios obrar en medio de nuestras mujeres. Él no solo responde a sus oraciones, sino también a las mías. Sufrir juntas nos permite regocijarnos juntas.

Una y otra vez, tanto en la entrega como en la espera, Dios demuestra que Él es suficiente. Él sostiene a la mujer cuyos brazos son estériles, es fiel a la mujer que lucha contra la infidelidad, Él da fortaleza a los cansados, esperanza a las que sufren y compañía a las que se sienten solas.

Hace unas semanas, vino una mujer a orar por la conversión de su esposo. Dos años antes, habíamos orado para que esa misma mujer hiciera lo mismo a través de uno de nuestros estudios de alcance. Oramos por el alma de su esposo mientras nos alegrábamos de que la suya hubiera vuelto a casa.

Puede que el llanto perdure en nuestras reuniones de oración de los lunes por la tarde, pero también despierta nuestros corazones para compartir el gozo que llega por la mañana. Con esta esperanza somos animadas: «Perseveren en la oración, velando en ella con acción de gracias». (Col. 4: 2).

Ayúdanos a llegar a otras

Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Maestra Verdadera?

Donar $3

Sobre el autor

Melissa Kruger

Melissa Kruger

Melissa Kruger sirve como editora para Coalición por el Evangelio (The Gospel Coalition ‘TGC’) y como coordinadora del ministerio de mujeres en Uptown Church en Charlotte, Carolina del Norte. Es la autora de “La envidia de Eva: encontrando contentamiento en … leer más …


Únete a la conversación