Día 5 | Corre tu Carrera, no la del prójimo

La palabra «resistencia» describe la imagen de un largo camino y no una carrera corta de velocidad antes de colapsar en la silla de jardín. La resistencia requiere seguir adelante, incluso cuando me siento agotada, frustrada o aburrida; incluso cuando surgen desafíos y la pendiente se hace pronunciada. 

Jesús debe ser mi ejemplo, dice el escritor de Hebreos: «Consideren, pues, a Aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra Él mismo, para que no se cansen ni se desanimen en su corazón» (Hebreos 12:3). Hay algo sobre fijar mis ojos en Jesús, quien soportó la pendiente más pronunciada de toda la colina del Gólgota, que me fortalece para dar el siguiente paso, y el que sigue... Y hay algo en mirar hacia los lados, que me hace querer renunciar. 

Cuando estoy sudando y esforzándome, quiero que la persona a mi lado también esté sudando y esforzándose. Quiero saber que no estoy sola. Y en verdad, mientras corro esta carrera cristiana, no estoy sola. Soy parte de un grupo de seguidores que se extienden por todo el mundo, y todos experimentamos los mismos tipos de dolores y luchas de los corredores (1ra Pedro 5:9). 

Sin embargo, si hay algo que agudiza mi desánimo, es tratar de perseverar mientras la persona en el siguiente carril no parece tener tanto que resistir. Como cuando miro que la iglesia al final de la calle está creciendo, mientras que la mía está disminuyendo; y él líder de allí está planeando la boda de su hija mientras yo estoy llorando la pérdida de mi matrimonio. Al mirar a esta otra persona, mi corazón se llena de envidia, luchas, orgullo y dolor.

Esta comparación implica un doble esfuerzo, que me distrae de mi carrera y roba mi energía. Si quiero correr con resistencia, tengo que mirar «a Jesús, el autor y perfeccionador de [mi] fe» (Hebreos 12:2). 

Después de que Jesús resucitó de entre los muertos, se apareció a los discípulos una mañana después de haber estado pescando. Desayunaron juntos, y luego Jesús dio un paseo con Pedro y le dio una visión de la carrera que tendría por delante, lo que requeriría una gran resistencia y muchas pruebas, incluida la muerte. Cuando Jesús compartió esto, Pedro se volvió y vio a Juan mirando detrás y preguntó: «¿Qué hay de él?». 

Jesús le respondió: «¿A ti qué? ¡Sígueme!» (Juan 21:23).

Amiga, ¿tus ojos están a la deriva en el carril de otra persona hoy? ¿Estás como Pedro levantando el cuello y distrayéndote? ¿Estás comparando tú carrera con la de otro discípulo? Si es así, vuelve tus ojos a Jesús y escucha como dice: «¿A ti qué? ¡Sígueme!». 

Oración:

Dios, Gracias por elegirme para ser tu discípula y marcar una dirección solo para mí. Ayúdame a dejar de mirar hacia los lados y a mantener mis ojos en Jesús mientras corro mi carrera hasta la meta final.

Medita y Responde: 

• Lee Santiago 3:14-16 y describe cualquier celo amargo o ambición egoísta que esté causando que tus ojos se desvíen de Jesús. ¿Cómo este desenfoque te ha estado distrayendo o robando tu energía?

• ¿En qué cosa el Señor te está pidiendo que perseveres en el día de hoy? ¿Cuál es una forma en la que puedes «mantenerte en tu carril» y seguir al Señor?

Corre más Lejos:

• Lee 1ra Pedro 5:5–11 y haz una lista de las instrucciones y promesas de Pedro en esos versículos. Elige uno al que te aferrarás, mientras mantienes los ojos en Jesús y corres con resistencia. 
• Para obtener ayuda práctica para superar la tentación de la comparación, echa un vistazo a esta publicación del blog Maestra Verdadera, «No caigas en la trampa de la comparación».