Día 4 | Corre libre de Pecado

Un percebe- un crustáceo- de una pulgada. Eso es todo lo que se necesitó para hundir las esperanzas de la carrera de Uku Randmaa.

Un percebe de una pulgada que se aferra a un barco puede parecer no ser rival para un yate de 10.97 mt; pero cuando Randmaa compitió en una carrera alrededor del mundo, los percebes mostraron ser como ampollas en los pies de un maratonista. Estas diminutas criaturas similares a los camarones se aferraban al casco del yate, construyeron sus fortalezas de una pulgada en forma de cemento, y luego se multiplicaron como conejos marinos. No hundieron su nave, pero la frenaron y obstruyeron sus posibilidades de ganar la carrera.

Después de 333 días de navegación —y arrastrando una gruesa capa de percebes cada vez mayor—, Randmaa cruzó la línea de la meta treinta y ocho días después del ganador, Jean-Luc Van den Heede. Treinta y ocho días. No horas.

Van den Heede había recubierto el casco de su yate con varias capas de protector contra percebes. Randmaa pensó que una capa sería suficiente. Los cristianos cometemos un error similar al pensar que una rápida capa de oración y estudio bíblico mantendrá el pecado a raya. El pecado come a través de las finas capas de verdad, enyesa nuestros corazones con su fortaleza de mentiras, y luego se multiplica como percebes.

Al igual que una pequeña manada de percebe que se aferra a un recipiente grande, una sonrisa casual a un amigo masculino puede conducir a una inocente conmiseración por las dificultades que enfrentas. Entonces tal vez un toque reconfortante conduce a un mensaje de texto con la intención de animarte. En poco tiempo, el pecado del adulterio se ha aferrado al corazón de la esposa más fiel, y se pregunta cómo llegó allí.

Incluso en el cristiano más dedicado, el pecado más pequeño puede enredar un corazón desprotegido y ensombrecerlo a la convicción del Espíritu Santo. El pecado nos arrastra hacia abajo, ya que se multiplica hasta que lidiemos con él o nos destruya. No lo dejes. No te atrevas a dejarlo.

El pecado puede ser cauteloso, fuerte y peligroso, pero no estamos indefensos. Sumérgete en la Palabra de Dios, que es la espada del Espíritu. Ponte la armadura de Dios y mantente firme (Efesios 6:10–18). Revístete del Señor Jesucristo, y no hagas ninguna provisión para que la carne satisfaga sus deseos (Romanos 13:14). Y no temas. Sea lo que sea que Dios nos llame a hacer en nuestros corazones y mentes, nos da poder para hacerlo por medio del Espíritu Santo. 

Mira a Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe, y deja a un lado todo peso, y el pecado que se aferra tan de cerca, y corre libre. Tu recompensa te espera. 

Oración: 

Padre, gracias por el poder de Tu Espíritu Santo que trabaja en mí. Escudríñame, oh, Dios, y muéstrame lo que realmente hay en mi corazón. Revela cualquier pecado que se esté aferrando en lugares secretos. Y haz que mi camino sea agradable para ti. Amén.

Medita y Responde: 

• Haz una lista de cualquiera de los pecados que se estén aferrando a tu corazón (Gálatas 5:7, 16-24).
• Confiesa tu pecado ante el Señor y a tu compañera de carrera. Oren la una por la otra y ríndanse cuentas para escapar de la tentación (Santiago 5:16; 1ra Corintios 10:13).

Corre más Lejos: 

• Considera el pecado de David con Betsabé en 2da Samuel 11. ¿Cómo empezó todo? ¿Qué aprendemos de cómo deberíamos responder ante el pecado? (También lee Salmo 51).
• ¿Qué dice Romanos 6:6-11 sobre el poder del pecado en la vida de los cristianos?
• De acuerdo con Filipenses 2:13, ¿cuál es la responsabilidad de Dios? ¿Cuál es nuestra responsabilidad?