El nombre de un corredor élite de Tanzania fue escrito en los libros de historia deportiva de los Juegos Olímpicos de 1968, sin que él ganara una sola medalla.
John Stephen Akhwari entró a la carrera junto a setenta y ocho competidores en la Ciudad de México para un maratón de 42 km. Aproximadamente en la mitad de la competencia, Akhwari sufrió graves lesiones cuando se enredó con otros corredores, tropezó y golpeó todo su cuerpo con fuerza contra la pista.
Un equipo médico corrió en su ayuda, vendaron sus heridas ensangrentadas y con una rodilla dislocada, le recomendaron la retirada obvia de la carrera. Akhwari se negó a rendirse. El tenaz atleta cojeó en agonía los casi 21 km restantes para cruzar la línea de la meta, una hora después de terminada la carrera.
Cuando se le preguntó ¿cómo resistió bajo un dolor insoportable y probabilidades imposibles?, su respuesta todavía se recuerda más de cincuenta años después se recuerda: «Mi país no me envió a 5000 millas de distancia para comenzar la carrera. Me enviaron 5000 millas para terminar la carrera».
El compromiso de empezar y terminar no solo se aplica a los héroes deportivos. Lo mismo es cierto para los que sirven en el ministerio. Muchos entrarán en la carrera, pero no todos terminarán. Lejos de ser una carrera de velocidad, de impulso y velocidad, la carrera de la fe es un maratón que requiere que los que lideran miren más allá de los desafíos diarios del ministerio (incluso circunstancias dolorosas y personas difíciles) fijando nuestros ojos en Jesús y en la línea de la meta que está por delante.
¿De dónde viene la perseverancia para correr fielmente? La resistencia del ministerio viene de nuestro precursor, que corrió con los pies perforados por clavos. El autor y perfeccionador de nuestra fe nunca se rindió, por lo que podemos seguir Sus pasos. Jesús comenzó y terminó la obra que el Padre le confió que hiciera (Juan 4:34). ¿Cómo podemos nosotras hacer menos? Porque Jesús es digno; abandonar la carrera no es una opción.
Amigas, somos muy diferentes una de la otra y corremos a diferentes velocidades. Lo más importante en la carrera de la fe es que terminemos. Cuando nuestros ojos se fijen en el premio prometido al final, cruzaremos la línea de la meta en victoria. Podemos mantener el ritmo, sabiendo que Jesús nos anima a llegar a la victoria y nos premiará con la medalla de oro que tiene inscrito: «Bien, siervo bueno y fiel».
Oración:
Jesús, te miro a ti y no a mí misma para tener perseverancia para la carrera. Enséñame a enfocarme en Ti para evitar desviarme por las frustraciones, desánimos y fracasos en el ministerio. Gracias por proveer aliento para toda la carrera a través del Espíritu Santo. Yo corro por Tu gloria, porque solo Tú eres digno. Amén.
Medita y Responde:
- Haz una lista de la forma en que el Dios de «perseverancia y ánimo» ha suplido todo lo que necesitas para correr con persistencia (Romanos 15:5).
- ¿A quién le puedes pedir que sea tu compañera en la carrera?, ¿alguien que te anime cuando la carrera se torne recia y tengas deseos de abandonarla?
Corre más Lejos:
- Considera cómo Jesús corrió con fe y en dependencia de Su Padre. Lee Lucas 6:12-13; Juan 15:15 y Hebreos 10:7. ¿Cuáles lecciones puedes aprender de Él?
- Memoriza Hebreos 12:1.
Si dominas el idioma inglés, te invitamos a participar en este webinar de noventa minutos, dirigido exclusivamente a mujeres que sirven a otras mujeres. Únete a Erin Davis y Leslie Bennett junto con la invitada especial Susan Hunt, quienes te proveerán con herramientas y verdades para permanecer firme en tu llamado al ministerio.
¡Regístrate hoy! El cupo es limitado. Este webinar será llevado a cabo en inglés, tendrá lugar el próximo martes, 9 de junio 8:00 - 9:30 p.m., hora del este, y tiene un costo de Costo: $15*
*La inscripción incluye un paquete de recursos Digitales (inglés o español) y acceso al evento en vivo.
3 de los estudios bíblicos: Elizabeth, Abigail, Esther.
3 recursos para mujeres que dirigen algún ministerio.
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