Dejando una herencia espiritual

¡Hola amadas Maestras Verdaderas! En el blog del día de hoy quisimos hablar un poco sobre el primer ministerio que tenemos: el que empieza en nuestro hogar. Queremos animarlas y recordarles que el ministerio empieza allí, en el hogar que Dios nos ha regalado; con nuestros hijos y nietos que son nuestros primeros discípulos. Queremos animarlas a seguir invirtiendo y dejando una herencia espiritual en aquellos corazones que Dios ha puesto al cuidado de ustedes. Esperamos que sea de bendición.- Yamell de Jaramillo 

Escrito por Mary May Larmoyeux

Hace varios años, uno de mis nietos me preguntó cuántos años tenía mi abuela cuando murió. Creo que le dije algo así como...«muchos años», pero nunca he olvidado esa pregunta. Me hizo pensar en la brevedad de la vida, los pocos años que las madres y las abuelas tienen para influir en el corazón y el alma de sus hijos y nietos.

Así es, el tiempo es corto. Y si el 2020 nos enseñó algo, fue que el mañana no está asegurado. En realidad, tampoco lo es el día de hoy. Asimismo, no podemos garantizar que nuestra fe cristiana pase a la siguiente generación.

Tres maneras de invertir espiritualmente

Entonces, ¿cómo podemos nosotras, como madres y abuelas, utilizar el día de hoy para invertir espiritualmente en nuestros hijos y nietos? Aquí hay tres posibles formas:

  1. Haz de la oración un hábito constante en tu vida

Juan dijo: «Esta es la confianza que tenemos delante de Él, que si pedimos cualquier cosa conforme a Su voluntad, Él nos oye» (1 Juan 5:14).

Es impresionante pensar que podemos entregar nuestras esperanzas, sueños y temores a Aquel que hizo la vida misma; y lo hacemos a través de la oración, comunicándonos con Dios.

Charles H. Spurgeon, un amado predicador del siglo XIX, dijo que la oración genuina no es solo un ejercicio mental o una interpretación vocal: «Es mucho más profundo que eso. Es una transacción espiritual con el Creador del cielo y la tierra».

¿Qué pasa si no estás segura de cómo orar por tus hijos y nietos? Aquí hay algunas ideas: 

  • Ora la palabra de Dios. Por ejemplo, el Salmo 143:10 dice: «Enséñame a hacer Tu voluntad, Porque Tú eres mi Dios; Tu buen Espíritu me guíe a tierra firme».

Puedes convertir este versículo en una oración diciendo: «Dios, sé que hoy muchos no te aman. Y que algunos incluso pueden estar diciéndole a _________ que haga cosas que no te honran. Enséñale a _________ a tomar las decisiones correctas, las que sean de tu agrado. Que tu Espíritu guíe a _________ de tal manera que su mente esté equilibrada, enfocándose en Tu voluntad y deseando lo que Tú quieres».

  • Utiliza una guía de oración. Yo utilizo una guía de versículos específicos para orar por rasgos de carácter como bondad, humildad, espíritu enseñable, obediencia, pureza y resistencia.  Utilizar una guía me ha ayudado a sacar un tiempo cada día para orar por mis hijos y mis nietos; sin embargo, hay muchas otras formas de hacerlo. La clave está en encontrar lo que mejor funcione para ti y convertirlo en parte de tu rutina diaria.
  • Usa una Biblia en particular para tus hijos, úsala para guiar tus oraciones por ellos durante un año. Cuando leas esta Biblia, piensa en tus seres queridos y pídele a Dios que aplique versículos particulares a sus vidas. Por ejemplo, pídele que los guíe en la Verdad y les enseñe (Salmos 25:5). Ora para que tengan integridad y rectitud (Salmos 25:21), y también para que se mantengan alejados de las malas compañías (1 Corintios 15:33). 
  • Hazle saber a tus hijos y nietos que oras por ellos con regularidad. De vez en cuando envíales un versículo bíblico alentador, ya sea por mensaje de texto, correo electrónico o en una nota. Pregúntales cómo puedes orar por ellos (de vez en cuando compárteles una de tus propias peticiones de oración). Anota sus peticiones junto a las oraciones contestadas. Y, periódicamente hablen sobre cómo Dios ha ido interviniendo en tu vida y la de ellos.
  1. Cuenta tus historias de fe.

¿Les has contado a tus hijos o nietos por qué crees en las Verdades que atesoras? ¿Saben no solo los nombres de sus antepasados, sino también algunas historias sobre la fe de sus antepasados?

Hace muchos años, un amigo y yo hablamos de transmitir historias familiares. Nos acordamos de la exhortación del Salmo 78:4: «No las esconderemos de sus descendientes; hablaremos a la generación venidera del poder del Señor, de sus proezas, y de las maravillas que ha realizado» (NVI).

La Biblia parafrasea las palabras del Mensaje con el Salmo 78:1–4 de esta manera: «Les contaré las dulces verdades antiguas, las historias que escuchamos de nuestros padres, los consejos que aprendimos en las rodillas de nuestra madre. No nos guardamos esto para nosotros, se lo pasaremos a la próxima generación: la fama y la fortuna de Dios, las cosas maravillosas que ha hecho».

Sí, depende de nosotras pasar nuestras historias de fe a las siguientes generaciones, especialmente aquellas sobre la intervención de Dios en nuestras vidas y hogares. Contar tus historias de fe no tiene por qué ser complicado. Pero, ¿cómo puedes hacerlo? Aquí tienes algunas ideas:

  • Habla de la diferencia que ha hecho en tu vida tu fe en Dios. Haz esto mientras lavan los platos, mientras caminan o cuando salen a dar un paseo.
  • Escribe en un diario sobre algún momento en que decidiste hacer la voluntad de Dios, o cuando tuviste luchas por una oración no contestada, o tenías que tomar una decisión difícil con relación a alguna amistad, etc.
  • Cuenta una historia de cómo Dios intervino en tu vida. Escríbelo, grábalo en tu celular, o haz un dibujo que describa lo que pasó.
  • Escribe recordatorios de la fidelidad de Dios en páginas en blanco de tu Biblia o en sus márgenes.
  1. Vive tu fe.

La vida de mi madre fue un ejemplo de fe, bondad, generosidad y amor incondicional. Ella irradiaba una fuerte creencia en Dios y la confianza de que «el sol volvería a salir la siguiente mañana». Algunas de sus expresiones favoritas eran «las cosas funcionarán de alguna manera»,«si no vas a decir algo bueno, mejor quédate callado».

En muchos sentidos, mi madre aún está conmigo. Sus días en la tierra fueron un ejemplo vivo de la obra de Dios para bien, aun en circunstancias difíciles (Romanos 8:28). Su vida me enseñó que la forma en cómo vivimos día a día es más importante que lo que decimos.

¿Era mi madre perfecta? Estaba muy lejos de serlo.

Seguir a Cristo es un proceso que dura toda la vida. Ahora que soy abuela de ocho, soy recordada todos los días de los momentos en los que confío en mí misma en lugar de confiar en Él. Anímate con las palabras de Filipenses 1:6, «Estoy convencido precisamente de esto: que el que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús».

La forma en la que vives todos los días importa más que una mera conversación. Tus hijos y nietos están mirando. ¿Qué dicen tus palabras y acciones sobre tu fe?

¿Qué edad tenía mi abuela cuando murió? Aproximadamente setenta y tres, y ahora yo tengo sesenta y tantos.

La vida es corta. No sabemos lo que traerá el mañana, ni siquiera cuántos mañanas nos dará Dios, pero si sabemos que podemos invertir en la vida de nuestros hijos y nietos; y podemos hacer eso desde hoy.

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