Así como el libro de Nancy explora mentiras comunes que las mujeres creemos a menudo, lee este artículo para que descubras mentiras que con frecuencia son compradas por las mujeres que sirven en el ministerio. — Blog Maestra Verdadera
Se estima que cada año más de un millón de estadounidenses sufren daños físicos debido a accidentes laborales por resbalones, tropiezos y caídas. Estos accidentes pueden ocasionar incapacidad con amenaza a la vida y en algunos casos, pueden ser fatales. Mientras que los resbalones y caídas pueden ser debilitantes para la salud física, quiero alertarte sobre una caída diferente que afecta tu salud espiritual. Si no que se trata de cuando las líderes resbalan y tropiezan debido a mentiras que están creyendo.
Cuando una maestra tropieza, no solo están en juego una fractura o un hueso roto. Las mentiras acerca de nosotras mismas, el pecado, Dios y el poder del Evangelio pueden tener consecuencias traumáticas tanto para nosotras mismas como para las mujeres a quienes les servimos.
Estemos alertas acerca de cuatro mentiras que pueden afectar drásticamente nuestra efectividad en el servicio a otras mujeres.
Mentira #1: soy la única que puede hacer esto. El ministerio depende de mí.
Está claro que tenemos una carga de responsabilidad cuando dirigimos un ministerio de cualquier tamaño. Es tentador que chequear tareas pendientes nos consuma y que olvidemos Quién está realmente a cargo. Aunque Dios nos encarga el ministerio a nosotras, Él nunca abandona Su puesto. Cuando somos engañadas creyendo que somos las únicas responsables del ministerio, nos resentimos al tener que involucrar a otras personas en la obra de Dios (es decir, delegar) porque ningún trabajo que haga otro será aceptable sino solo el nuestro.
Pero el peligro real de que un ministerio descanse en una sola persona es que nos alejamos del poder de Dios. Mientras más rápido reconozcamos nuestra incapacidad separadas de Él, con mayor prontitud experimentaremos la gracia de Dios habilitándonos para lograr el trabajo que nos ha encomendado.
Una mentalidad dependiente de Dios significa acercarse diariamente a Él reconociendo nuestra debilidad e incapacidad de lograr algo de valor eterno. Requiere que durante el día de manera continua busquemos al Señor pidiendo sabiduría para dirigir. Cuando espiritualmente me desvío confiando en mis dones y habilidades humanas, debo preguntarme nuevamente «¿Por qué voy a conformarme con tan poco de Jesús si Él se ofrece a Sí mismo por completo?».
Hermanas, la obra que hacemos descansa en los hombros fuertes y anchos de Cristo quien la llevará hasta completar el propósito soberano y planes de Dios. Él sostiene todas las cosas sin nuestra ayuda (Col. 1:17). Cuando la carga del ministerio nos lleve a los pies de Jesús, debemos estar agradecidas reconociendo que ese peso nos está enseñando a descansar no en nosotras mismas sino en Dios que levanta a los muertos (2ª Co. 1:9)
La verdad: El ministerio pertenece al Señor, no a mí.
Mentira #2: Si fallo y dejo caer la pelota, el ministerio se desmoronará.
Esta es otra versión de la primera. Las personas que dirigen algún ministerio con frecuencia son personas triunfadoras incansables que se enfocan en producir resultados. Somos propensas a seguir presionando sin saber cuándo parar… solo un correo electrónico más para la planificación del retiro por el comité. Solo una llamada a la esposa cuyo esposo perdió el trabajo. Cada día corremos hacia la meta y nos preguntamos cómo saber cuándo es hora de apagar la luz e irnos a casa.
Saber cuándo apagar la luz es un asunto de confianza. ¿Es Dios capaz de continuar haciendo la obra en mi ausencia? ¿En realidad espera el Señor que yo trabaje doce horas por día, seis días a la semana? En algunos momentos esa inversión de tiempo es necesaria, pero no en el día a día de la vida ministerial. El Señor está llamando mujeres a vivir vidas equilibradas entre el trabajo y el descanso, el ministerio y el hogar, que demuestran el poder del Evangelio.
En nombre del «éxito para Dios» nuestro movimiento constante pierde la calma de los pastos verdes, la quietud de las aguas calmadas, y la promesa de un alma restaurada. Por eso no debemos sorprendernos de que el Señor «nos haga descansar» (Salmo 23:1-3). Oremos que estemos dispuestas a descansar cuando el Pastor nos llame a ello, en lugar de esperar que un desgaste emocional y físico nos haga estar sobre nuestras espaldas.
Un líder nunca dejará de necesitar descansar en Jesús para su descanso y nuevas fuerzas. Su invitación permanece para siempre:
«Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana» Mateo 11:28-30
La verdad: Podemos confiar por completo en que Dios terminará Su obra – conmigo o sin mí.
Mentira #3: Mi éxito en el ministerio está definido por actividad.
Una de las peores cosas que una mujer que sirve en el ministerio puede hacer es perpetuar un estilo de vida entre las mujeres a quienes les enseña a orar y estudiar la Biblia pero nunca tener tiempo para hacerlo.
Hay hermanas (¿quizás algunas de nosotras?) que están esclavizadas en la trampa de decir que sí a toda oportunidad de servir sin discernir en oración.
Compañera de batalla, estemos dispuestas a caminar a su lado y con gentileza guiarles hacia la libertad de la aprobación de la gente o de la ceguera de tratar de ganar la aceptación y amor de Dios. Podríamos conocer la verdad de 1ª Tesalonicenses 2:4 y Romanos 3:28, pero nuestras acciones son prueba innegable de lo que realmente creemos en nuestro corazón.
¿Cuál es la fórmula para el éxito en el ministerio? Sugiero que es de doble vía. Primero, es determinada por permanecer con Cristo más que fijar metas o hacer planificaciones estratégicas, sin importar que estas son buenas herramientas. Mi experiencia de primera mano es que las ideas creativas y la dirección del Espíritu Santo han sido alimentadas por la oración corporativa y personal.
La segunda es enfocarse en ser fiel hasta la meta; que sea el Señor quien defina el éxito. No siempre podemos controlar los resultados del ministerio, pero podemos ser fieles. Estoy aprendiendo a traducir éxito no por los números ni un calendario lleno de actividades, sino por lograr mi tarea diaria de testificar del Evangelio (Hechos 20:24).
Cuando las mujeres que sirven en el ministerio comienzan a perseguir el éxito ministerial más que perseguir una relación con Jesús, surge un peligroso punto álgido como signo de que la idolatría reina en nuestros corazones. Observa las señales de advertencia: un estado constante de encontrarnos excesivamente estresadas, surgimiento de una competencia o ambición no piadosas, sentirse celosa o amenazada por líderes de éxito o una desesperación extrema cuando el ministerio no está yendo como queremos o cuando la gente no alaba nuestros esfuerzos.
El éxito en el ministerio es dar lo mejor un día tras otro -tanto en las tareas grandes como en las pequeñas, sin esperar una fanfarria. El éxito es ser fieles en obedecer, y permitirle a Dios usar nuestros débiles esfuerzos de la manera como Él quiera. ¡La gloria es Suya! Ningún trabajo ofrecido en humildad para la gloria de Dios es insignificante para Él.
La verdad: El éxito en el ministerio es definido por Dios, determinado por mi fidelidad y obediencia a Él.
Mentira #4: Una maestra esconde el hecho de que ella no es perfecta.
Cuando hay tantas personas que cuentan con nosotras, existe la tentación de enmascarar lo que en verdad hay en nuestro corazón. Es más fácil ignorar nuestros asuntos pecaminosos cuando las necesidades de las personas están sonando en nuestros oídos. Es más sencillo seguir tapando las cosas en lugar de limpiarlas. De nada sirve esconder el hecho de que ser sinceras con Dios y con las personas no es un trabajo fácil (Te recomiendo leer el libro «En busca de Dios» escrito por Nancy DeMoss Wolgemuth y Tim Grissom que te puede servir de ayuda práctica).
El temor de admitir la debilidad y las luchas con el pecado nos hace sentir intocables. La gente admira nuestra piedad ficticia, pero no pueden relacionarse con la fachada que ponemos. La verdad es que la debilidad de una maestra es su más grande fortaleza – pues Cristo nuestro Salvador fue crucificado en debilidad por nosotras, pero ahora vive por el poder de Dios (2 Co. 13:4).
Pablo conocía esto bien. Él aprendió a gloriarse en su debilidad más que en sus logros religiosos o en una personalidad carismática para atraer seguidores. En su debilidad, el poder Dios se convirtió en su fortaleza. Cuando la belleza del Evangelio es magnificada a través de un vaso de barro quebrantado, las maestras ordinarias inspiran admiración no en sí mismas sino en un Salvador crucificado (2 Co. 4:7).
Más aún, las maestras fuertes son lo suficientemente valientes para pedir ayuda y oración. Pero una mujer que dirige a otras no manipula ni llama la atención a sí misma, contando sus luchas a todo oído que quiera escucharlas. Por el contrario, ella invitada a un selecto grupo de hermanas para rendirles cuentas (ese círculo a veces puede incluir un pastor o consejero).
La verdad: Una maestra es honesta acerca de la verdadera condición de su corazón.
Vive libre de las mentiras
Las mentiras son tan viejas como el sucio, pero gracias a Dios no tenemos que resignarnos a sus engaños. Tenemos la Palabra que santifica, purifica y renueva nuestras mentes (Juan 17:17, Hebreos 4:12). Servimos a un Dios que es la fuente de toda verdad (Isaías 65:16). Adoramos a un Salvador que está lleno de gracia y de verdad (Juan 1:14,17). Se nos ha dado el Espíritu de verdad que nos guía a toda la verdad (Juan 15:26, 16:13). Mientras el mundo y aun algunos de nuestros amigos, basan sus creencias en verdades relativas y emociones, la verdad de Dios es la única verdad real. La verdad de la Biblia nunca cambia.
Como mujeres que servimos en el ministerio, ¿anhelas estar libre de estas mentiras que te incapacitan? Si es así, la liberación comienza al someterte gozosamente a la autoridad de la verdad de Dios. Es cierto que habrá tiempos cuando tendremos una actitud desafiante o demos lugar al temor y la duda, dependiendo de cuánto tiempo hayamos permitido que una creencia contraria a la verdad haya tomado control de nuestra mente. Pero no debemos permitirle tener la victoria sobre nosotras. A continuación, cómo remover los peligros que nos hacen tropezar y debilitan nuestro ministerio y nuestro rol dentro de el:
- Primero, pide a Dios que escudriñe tu corazón y exponga las mentiras del enemigo que has creído (¡prepárate a ser sorprendida!).
- Con la ayuda del Espíritu, separa cada una de las falsedades enterradas profundamente a fin de que llegues a la raíz del asunto.
- Arrepiéntete de rechazar la verdadera Palabra de Dios y aceptar una mentira.
- Derriba las mentiras con la verdad. Encuentra versículos específicos de la Escritura que derrumben las antiguas creencias falsas.
Finalmente, amada hermana, caminemos firmes en fe esperando la promesa de Jesús en Juan 8:31-32 «Si vosotros permanecéis en mi palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»
¿Cuáles otras mentiras creen las maestras?
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