Cuatro maneras en que Dios usa el sufrimiento de una maestra

Estaba destrozada. El corazón me pesaba y no podía contener las lágrimas. Me encontraba en una larga temporada de lamento y, ese día en particular, lo único que me apetecía era acurrucarme con mi Biblia y una taza de té caliente. Sin embargo, con un calendario repleto de reuniones y citas, no tuve más remedio que salir por la puerta con una oración desesperada para que el poder de Cristo se perfeccionara en mi debilidad (2 Cor. 12:9-10).

Una de las realidades que he tenido que aceptar como directora del ministerio de mujeres es el aspecto público de mi posición. Por la gracia de Dios, me esfuerzo por navegar a través de los altibajos de mi vida de una manera sabia, honesta y que también honre a Cristo y mis otras relaciones.

Por ejemplo, mientras aprendía a ser una esposa piadosa, el Espíritu me instruyó sobre cómo mantener el enfoque en lo que Dios me estaba enseñando y al mismo tiempo honrar a mi esposo.

Cuando mi hija atravesó por un periodo de rebeldía, necesité la sabiduría de Dios sobre qué (y qué no) compartir para ayudar a otras mujeres en circunstancias similares y al mismo tiempo proteger a mi hija.

El valor del ministerio de mujeres es que hay muchas pruebas comunes que nos permiten hablar de la gracia que Dios ha dado en nuestras propias vidas. Sin embargo, es solo la Palabra de Dios la que capacita a las mujeres para vencer el pecado y sus consecuencias, y vivir para la gloria de Dios. Como compañeras de lucha y de sufrimiento, aquellas a quienes Dios llama a enseñar tienen la oportunidad única de ser mayordomos en la jornada de su vida de una manera que ayude a otros a aprender cómo vivir las realidades del evangelio en el contexto de la vida diaria. Como nos recuerda el apóstol Pedro:

«Pero resístanlo firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en sus hermanos en todo el mundo. Y después de que hayan sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que los llamó a Su gloria eterna en Cristo, Él mismo los perfeccionará, afirmará, fortalecerá, y establecerá» (1 Pd. 5:9-10).

Aquí hay algunas maneras en las que Dios puede usar el sufrimiento para servir a las mujeres en Su Iglesia.

  1. El sufrimiento puede cultivar humildad y sabiduría

El hecho de que seas maestra en el ministerio de mujeres no significa que no tendrás que lidiar a veces con lo que Dios está haciendo en tu vida o en la vida de tus seres queridos. 

Las preguntas profundas, las emociones fuertes y el dolor agonizante forman parte de la vida de cada creyente. Pero el sufrimiento y la lucha con Dios nos ofrecen una opción: podemos poner una cara feliz mientras intentamos ocultar a los demás las realidades de nuestras vidas, o podemos buscar la sabiduría del Señor para discernir un equilibrio saludable entre autenticidad y discreción. Una es fruto del orgullo, que proyecta una imagen de perfección a las demás mujeres; el otro cultiva una atmósfera de humildad que proporciona a las mujeres un lugar seguro para compartir sus propias heridas y temores, y nos permite ofrecer la esperanza del evangelio.

  1. El sufrimiento puede apuntar a otros hacia Cristo cuando nos lleva a la cruz.

Algunas veces no somos conscientes de las expectativas que tenemos en la vida hasta que nuestras esperanzas se ven amenazadas. Dios usa pruebas, presiones y aflicciones para revelar nuestros verdaderos deseos y creencias, y podamos arrepentirnos y encontrar sanidad al pie de la cruz. A medida que aprendemos a aplicar el evangelio de la gracia y la verdad a nuestros propios corazones, nos equipamos mejor para ayudar a las mujeres a las que servimos a ver que su mayor problema es el pecado, y a encontrar libertad y sanidad en Cristo.

  1. El sufrimiento puede ser el camino que Dios usa para demostrar Su fidelidad a todos los que observan nuestras vidas.

Una de las bendiciones de las pruebas es que les da a las mujeres la oportunidad de ver que realmente creemos en las verdades que enseñamos a los demás. Cuando las mujeres ven que nuestra confianza en la bondad y la soberanía de Dios no se derrumba cuando las pruebas y las dificultades se nos presentan, las anima a creer en Dios en medio de sus propias circunstancias difíciles. Dios permite el sufrimiento para probar Su fidelidad a aquellos a quienes servimos.

  1. El sufrimiento puede fortalecer la esperanza del evangelio en otros.

Si todo lo que tenemos para ofrecer a las mujeres cuando atraviesan pruebas es simpatía, es posible que se sientan mejor por un momento, pero al final no habrán recibido nada que las ayude a superar sus batallas de miedo e incredulidad. Serán más animadas cuando escuchemos y oremos la verdad de la Palabra de Dios a su favor. Pero aún más, las mujeres necesitan saber cómo la vida, la muerte, la resurrección y la ascensión de Jesús hablan de su dolor y las capacita para obtener la victoria sobre el pecado.

El evangelio ofrece una verdadera esperanza

Así como Dios usa los ejemplos bíblicos de los santos del pasado para enseñarnos, alentarnos y guiarnos a medida que avanzamos en nuestro propio peregrinaje, también usa nuestras pruebas y sufrimientos para alentar la fe de las mujeres a las que servimos. A través de nuestra debilidad tenemos el privilegio de probar la suficiencia de Cristo. Justo ayer, Dios me permitió compartir cómo me redimió de una vida de miedo paralizante, dando esperanza a una mujer que lucha con un trastorno de ansiedad grave.

A través de la Palabra de Dios, la oración y la vida de las mujeres que despliegan el poder del evangelio para que otros lo puedan ver, el evangelio ofrece verdadera esperanza a las mujeres que sufren.

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Sobre el autor

Linda Green

Linda Green es la Directora del Ministerio de Mujeres en The Orchard Evangelical Free Church. Ha estado casada con su esposo, Ray, por más de tres décadas, y tiene tres hijos adultos y varios nietos. Disfruta escribir artículos que ayuden … leer más …


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