Los líderes de la iglesia no están exentos de pecado. Nadie lo está. No esperamos personas perfectas para liderar nuestras congregaciones, dirigir ministerios, crear recursos y hablar a la cultura. Pero sí esperamos que defiendan la autoridad de la Biblia. Queremos que permanezcan fieles a Cristo.
Entonces, hermanas en el ministerio, ¿qué debemos hacer cuando un líder cristiano respetado le falla a la iglesia, en cualquier contexto? ¿Cómo debemos responder?
Regocíjate en la naturaleza inmutable de Dios
«Dios no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre, para que se arrepienta. ¿Lo ha dicho Él, y no lo hará? ¿Ha hablado, y no lo cumplirá?». -Números 23:19
Dios es inmutable. Nunca cambia de opinión. Él cumple lo que dice que hará, y mantiene cada palabra que ha dicho. Piensa en todos los planes que Dios ha hecho y nos ha comunicado, planes que había formado antes de la eternidad pasada, y considera cómo ha sido fiel para cumplirlos. Piensa en Su bondad para mantener Su promesa de salvación a pecadores indignos. Piensa en el nuevo pacto inquebrantable de la sangre de Jesús, derramada para el perdón de nuestros pecados.
Al considerar al líder que ha pecado, podemos regocijarnos en nuestro Dios inmutable, digno de confianza y verdadero. Él nunca nos abandonará, nunca nos fallará, no nos traicionará ni cambiará. Él es el mismo ayer, hoy y siempre (Hebreos 13:8). Podemos comunicar estas hermosas verdades a las mujeres que acuden a nosotros preocupadas, tristes y confusas. Ellas, y nosotras, servimos a un Dios inmutable y fiel.
Reconoce que podrías ser tú
«Delante de la destrucción va el orgullo, y delante de la caída, la arrogancia de espíritu». -Proverbios 16:18
Cuando un líder respetado nos falla, es fácil pensar: «Yo nunca haría eso». Qué vergüenza. Yo soy culpable de tales pensamientos. Pero debemos tener cuidado porque todas nosotras, maestras del ministerio y las mujeres a quienes servimos, somos más propensas a pecar de lo que pensamos.
¿Has pensado alguna vez qué pecados eres capaz de cometer a lo largo de tu vida? ¿Y en el próximo año o semana? ¿Y en la próxima hora? Puede parecer exagerado comparar nuestro potencial para pecar con el de aquellos líderes que han caído tan drásticamente.
«Más engañoso que todo es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá?» (Jer. 17:9). La Palabra de Dios nos dice que no es drástico pensar así porque el corazón humano es complejo y desconcertante, engañándonos en el orgullo (creyendo que nunca haríamos tal cosa) o en el pecado mismo (haciendo la cosa que nunca creímos que haríamos). A veces, ese orgullo puede llevarnos al pecado, como advierte Proverbios 16:18.
Cuando un líder peca, nos ayudará reconocer nuestra inclinación a desviarnos de los caminos y la Palabra de Dios. Debemos alabar a Dios por el buen don de Su Espíritu Santo, que vive en nosotras, nos convence de pecado y nos capacita para caminar en santidad y verdad mientras enseñamos. Y siempre, siempre, debemos estar en guardia contra el engaño de nuestra carne, confesando abiertamente el pecado y la tentación a nuestro fiel y justo Dios (1 Juan 1:8-9) y a otros creyentes.
Responde con cautela y humildad
«Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios». -Salmos 141:3
En la era de las redes sociales, los blogs y las noticias instantáneas, puede parecer que tenemos permiso para comentar cualquier cosa, conozcamos o no todos los hechos. Puede parecer que hay una puerta abierta para airear nuestras quejas y decir lo que pensamos, y puede que la haya, pero eso no significa que debamos hacerlo. La sabiduría responde con cautela y humildad; no reacciona con precipitación.
«No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan» (Ef. 4:29). Este versículo no dice: «Que no salga de vuestra boca ninguna palabra», sino «que no salga ninguna palabra corrompida». En efecto, hay momentos y contextos para que hablemos de las situaciones con sabiduría piadosa; no debemos esconder bajo la alfombra las creencias y los resultados destructivos. Pero debemos ejercer cautela y humildad para que nuestras palabras reflejen la Verdad y no corrompan.
También debemos considerar lo que sabemos que es verdad (o no sabemos) acerca de cualquier situación que involucre a un líder. Muchas veces no conocemos todos los detalles ni vemos el contexto con claridad, otra razón para ser cautelosas y ejercer la humildad antes de responder. Cuando un líder nos falla, es tentador reaccionar y hablar desde el dolor, la decepción, el orgullo y la ira. Pero Dios, en Cristo, nos llama a la sabiduría, a vigilar nuestros labios, para que nuestra respuesta edifique y no se sume a la destrucción que ya está en acción. A veces esto significa dar un paso atrás para orar y procesar la situación antes de decir nada, especialmente a las mujeres que valoran nuestra perspicacia.
Recuerda a tus líderes en la oración
«Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres,por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad». -1 Timoteo 2:1-2
Por último, ora. Ora por tu propio corazón mientras diriges a las mujeres que Dios te ha confiado. Ora por tu pastor, tus ancianos y los miembros de la junta directiva. Ora por el personal y los voluntarios de la iglesia. Ora por los cristianos a quienes Dios les ha dado grandes plataformas públicas, aquellos que influyen en muchas personas. Ora por aquellas a las que diriges. Ora, porque el pecado es real, los corazones humanos son engañosos, y el enemigo está buscando más creyentes para devorar. Dios escucha las oraciones y súplicas de aquellos a quienes ha apartado para Él (Sal. 4:3).
Hermana, cuando pienses en los líderes que han fracasado y en la Iglesia en general, medita en la promesa de Dios de Deuteronomio 31:6: «Sean firmes y valientes, no teman ni se aterroricen ante ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará».
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