La semana pasada examinamos tres áreas que las Escrituras advierten que pueden obstruir nuestra vida de oración. Hoy, echemos un vistazo más de cerca a otros cinco obstáculos para orar.
Orgullo
A lo largo de las Escrituras hay fuertes advertencias contra el orgullo. Varios de estos pasajes ofrecen una poderosa perspectiva sobre el tema de obstáculos en la oración.
Proverbios 3:34 dice: «Ciertamente Él se burla de los burladores, pero da gracia a los afligidos».
«Él» en este pasaje es el Señor (vv. 32-33). Esta sección dice que Él se burla de los orgullosos. La palabra griega para burlarse es anthistēmi (no te preocupes, no habrá un examen de vocabulario), que significa oponerse, soportar o resistir. ¿Empiezas a ver cómo se aplica este concepto a nuestra vida de oración?
Santiago 4:6 dice: «Pero Él da mayor gracia. Por eso las Escrituras dicen: “Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes”». Esta advertencia es repetida de nuevo en 1 Pedro 5:5
Estos pasajes no afirman simplemente que Dios se frustra con los orgullosos. Dicen que se opone a los orgullosos.
¿Es posible que el orgullo se haya convertido en un obstáculo de oración en tu vida? ¿Vas a Dios con una lista de todo lo que haces por Él, esperando que a cambio Él haga las cosas a tu manera? ¿O acudes a Él con una actitud de arrepentimiento y con el claro entendimiento de que Él es Dios y tú no?
Relaciones rotas
1 Pedro 3:7 dice: «Ustedes, maridos, igualmente, convivan de manera comprensiva con sus mujeres, como con un vaso más frágil, puesto que es mujer, dándole honor por ser heredera como ustedes de la gracia de la vida, para que sus oraciones no sean estorbadas».
Sé que es un pasaje para los maridos sobre cómo tratar a sus esposas, pero ¿has visto la parte del final? «Para que sus oraciones no sean estorbadas». ¿De qué se trata? ¿Por qué Pedro menciona oraciones estorbadas en un pasaje sobre esposos y esposas? Está claro que hay una conexión entre nuestras relaciones y la eficacia de nuestra vida de oración.
Aquí hay otra pista para este misterio.
Marcos 11:25 dice: «Y cuando estén orando, perdonen si tienen algo contra alguien, para que también su Padre que está en los cielos les perdone a ustedes sus transgresiones».
Este pasaje se refiere específicamente a la oración. Lo esencial aquí es que cuando oramos pidiendo perdón no podemos esperar que esa oración sea respondida a menos que hayamos perdonado a otros.
Si no tratamos a los demás como nos indica la Biblia, nuestras oraciones se verán estorbadas. Si no ofrecemos perdón a las personas que nos lastiman, nuestras oraciones de arrepentimiento no serán escuchadas. La conclusión clara es que nuestras relaciones con las personas impactan nuestra relación con Dios.
Mateo 5:23-24 lo dice de esta manera: «Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda».
En otras palabras, arregla las cosas en tus relaciones antes de acudir a Dios.
Tómate un minuto para pensar en tus propias relaciones. ¿Has cometido algún error que necesites enmendar? ¿Te aferras a la falta de perdón mientras al mismo tiempo oras para que Dios te perdone? Si es así, ¡deja de leer! Apaga tu computadora y ve a reconciliarte «para que nada estorbe tus oraciones».
Falta de compasión por los necesitados
Si sigues leyendo esto significa que tienes tus relaciones en orden, bien, pero las Escrituras describen otra manera en que la forma en que tratamos a los demás puede convertirse en un obstáculo para orar.
Proverbios 21:13 dice: «El que cierra su oído al clamor del pobre, también él clamará y no recibirá respuesta».
Cuando miro mi propia vida, esta verdad me duele un poco. No tengo la costumbre de responder a los necesitados que me rodean, sin embargo, espero que Dios responda inmediatamente cuando tengo una necesidad. Este doble estándar puede claramente producir obstáculos en la oración.
Motivos incorrectos
Santiago 4:2 ofrece mucha esperanza con el tema de la oración.
Dice: «No tienen, porque no piden».
La implicación es que cuando pedimos algo a Dios podemos esperar que Él nos lo proporcione, pero hay una parte importante de este pasaje que tiendo a pasar por alto.
El versículo 3 dice: «Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres».
Dios responde nuestras oraciones pero también Él es franco sobre el hecho de que las intenciones de nuestros corazones no están ocultas para Él. Este versículo indica que cuando pedimos algo a Dios, podemos esperar recibirlo, pero solo cuando nuestros propósitos son puros. Muy a menudo me acerco a Dios con una petición basada en propósitos equivocados, quiero que Él cambie mis circunstancias para poder experimentar mayor comodidad, afirmación o conveniencia.
No podemos ocultarle nuestros propósitos equivocados; no podemos pedir cosas para nuestra propia gloria y esperar que Dios se mueva. Si nos acercamos a Dios con nuestros corazones desordenados, nuestro camino hacia Él se va a obstruir.
Duda
El último obstáculo de la oración es uno con el que personalmente batallo a menudo: la duda.
Santiago 1:5-7 dice: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. Pero que pida con fe, sin dudar. Porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, ese hombre, que recibirá cosa alguna del Señor».
Las Escrituras no pueden ser más claras. Si dudamos, no debemos esperar nada de Dios.
Me gusta la analogía que Santiago hace en este pasaje. Cuando dudamos, nos volvemos como una ola en el mar. Piensa un momento en la orilla del mar, las olas vienen y van.
Nuestras oraciones pueden parecerse mucho a esto cuando dudamos de que Dios responda. Le damos nuestras peticiones, pero luego nuestro corazón se retrae y tratamos de resolver el problema por nuestra cuenta. Cuando eso no funciona, enviamos nuestra petición de nuevo a Dios, pero cuando empezamos a preguntarnos si Él es realmente bueno o realmente capaz, perdemos la fe y nos preguntamos a dónde se ha ido Dios. Dios nos pide que le llevemos nuestras oraciones y esperemos a que Él responda mientras nos aferramos a la fe de que Él hará lo que ha prometido.
Recientemente encontré mi diario de oración de hace seis años. No podía creer cómo Dios se había movido en mi vida desde que escribí esas oraciones. Cada una de las oraciones que había escrito ha sido contestada.
Escribí esas anotaciones en mi diario durante una época dolorosa en la que realmente deseaba que Dios cambiara mis circunstancias. Varias veces clamé a Él preguntándole: «¿Por qué no me escuchas?». La duda fue una compañera constante durante esa temporada.
Pero a medida que cada oración fue (lentamente) respondida, mi fe se fortalecía. Ahora, mirando hacia atrás, no puedo creer las cosas que Dios ha hecho en mi vida. Se me recordó que la duda no tiene ninguna oportunidad cuando nos tomamos el tiempo para darnos cuenta de las oraciones que Dios ya ha respondido.
De hecho, así es como me gustaría concluir esta serie sobre los obstáculos para orar. Quiero que te tomes un tiempo para reflexionar sobre las oraciones específicas que Dios ha respondido en tu propia vida.
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