Justo después de la muerte de mi madre, encontré Hebreos 12:1-2 escrito en una nota adhesiva enfrente de su Biblia. La llamo su «legado de la nota adhesiva». Era la Biblia que mi padre le había regalado en medio de su batalla con el Alzheimer, así que su escritura lucía como hecha por un niño y algunas palabras estaban escritas de manera incorrecta.
Una mujer que escriba «Alabado sea el Señor» como uno de sus versículos favoritos (aun cuando el Alzheimer hacía estragos en su mente) es una mujer que sabía lo que significaba «correr con perseverancia» hasta el final.
Justo una semana luego de año nuevo, mi madre falleció, fue el día 8 de enero de 2013. Dios sabía que yo necesitaba iniciar ese año con un enfoque claro en las verdades de Hebreos 12:1-2. Como directora de un ministerio de mujeres de una iglesia grande en ese momento, luchaba con el desgaste y consideraba renunciar. Me había agotado de «correr con paciencia la carrera puesta por delante» y hasta cuestionaba mi llamado.
Mientras continúas otro año ajetreada como coordinadora del ministerio de mujeres, quizás puedes sentirte identificada. Quizás cuando te dicen que perseveres en el ministerio mientras corres la carrera, te haga querer correr, pero en la dirección contraria.
Pausemos juntas y pasemos un momento en Hebreos 12:1-2 para ver qué tiene Dios para nosotras allí:
«Por tanto, puesto que tenemos en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios».
Gran nube de testigos
Los versículos de apertura del capítulo 12 de Hebreos siguen a la larga lista de héroes de la fe de Hebreos 11. Héroes como Noé, Abraham, Sara, Jacob, José, Rahab, y el más reacio líder, Moisés.
Esos hombres y mujeres, y otros no nombrados, son la «gran nube de testigos» que rodean a los lectores de Hebreos 12:1-2 ¡Incluyéndonos a nosotras! Y sus viejas historias nos brindan inspiración hoy para perseverar – con fe- en medio de nuestros ajetreados llamados al ministerio.
Despójate de todo obstáculo
En aquel momento cuando quería dejar mi liderazgo debido al agotamiento, una amada mentora me preguntó si yo estaba tratando de «hacer» ministerio en mis fuerzas. Me puse un poco a la defensiva al principio, pero sabía que ella tenía razón. Como la mayoría de las mujeres, yo trataba de ser todo para las mujeres a quienes les servía: mentora, administradora, planificadora de eventos, maestra, consejera . . . ¡sin dejar de mencionar esposa, madre y amiga leal!
Sabía que debía deshacerme de cosas que eran obstáculos para seguir caminando hacia mi verdadero llamado. Tuve que enfrentar el perfeccionismo que me había impuesto; reconocí que había asumido el «complejo de mesías» pensando que Dios me necesitaba para satisfacer las necesidades de las mujeres a quienes servía. Dios me había llamado a discipular a otras a través de Su Palabra y oración, y a pesar de eso, me había alejado de ese llamado porque estaba tratando de «llevar» un gran ministerio en mis propias fuerzas.
Rodeada por un grupo de soporte de mujeres en mi equipo de maestras, empecé a soltar y a confiarles a ellas para servir en sus respectivos llamados. Revisamos con cuidado el apretado calendario ministerial. Y con un enfoque renovado en discipular, pudimos eliminar todo lo que no era importante y que solamente estaban manteniendo a las mujeres ocupadas, pero no siendo verdaderamente discipuladas. Todas estuvimos de acuerdo que ese año hubo el más grande efecto en cadena con nuevas creyentes viniendo a Cristo y más mujeres siendo alcanzadas en la comunidad.
Corre la carrera que Él te ha llamado a ti a correr
Durante las últimas olimpiadas, una persona famosa tuiteó: «Cada evento olímpico debería incluir una persona promedio compitiendo como referencia». Eso me hizo reír a carcajadas mientras me imaginaba a mí misma nadando en los carriles de la alberca olímpica o corriendo saltando obstáculos junto con los demás atletas.
En nuestro llamado ministerial, a veces queremos correr una carrera que Dios no nos ha llamado a correr, la cual solo nos lleva a sentirnos exhaustas y agotadas. Como coordinadoras del ministerio, necesitamos estar seguras de que estamos corriendo la carrera que Él nos ha llamado a correr… a nosotras.
Pon tus ojos en Cristo
Querida hermana en Cristo, tu llamado a servir en el ministerio de mujeres es alto y santo. Tu servicio fiel es un regalo a las mujeres a quienes sirves. Y un llamado así puede convertirte en un objetivo del enemigo quien siempre se siente amenazado por siervas que lo hacen con humildad. Es fácil cansarse, y la fatiga ministerial puede confundirte mientras te preguntas si eso viene del enemigo o si es Dios quién está cerrando una puerta.
Te animo a continuar durante este año a buscar cautelosamente Su corazón para tu ministerio y el llamado que Él ha hecho a tu vida. Pon tus ojos en Jesús. Busca tiempo para apartarte a solas con Él, así sea un día de retiro. Toma tu Biblia, un diario de oración, música de adoración, y corre a Él. Pídeles a amistades de confianza y a mentores que oren por ti. Él no es un Dios de confusión y hará que tus próximos pasos sean claros para ti.
Mi «carrera» durante ese desgaste de 2013 se trató de reducir el paso para tener más tiempo con Dios en Su Palabra y en oración. ¿Recuerdas que había dicho que teníamos un nuevo enfoque en discipulado ese año y que probablemente fue el año más fructífero en cuanto a decisiones por Cristo? Sin embargo, mi sentido de agotamiento persistió, por lo que continué buscándolo a Él para saber cuál era Su mejor plan con los dones que me había dado.
Un año más tarde, Dios abrió una nueva puerta para mí, la cual reconozco que era la próxima carrera que Él me había marcado. Un nuevo llamado que estoy amando.
Oro por ti mientras corres la carrera que Él ha señalado ¡justo para ti!
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