Desde antes de casarme, siempre me veía colaborando en el ministerio con mi esposo. Me imaginaba que trabajaríamos juntos hasta gastarnos; que sería como un cuento de hadas, donde todo era color de rosa. Caminaríamos agarrados de la mano saltando por un jardín. Sin embargo, la realidad estaba muy lejos de la verdad. Mi esposo me llevaba la delantera, ya que, siendo hijo de un plantador de iglesias, conocía más del ministerio que yo.
Ciertamente, la vida ministerial es una vida de sacrificios. Enfrentamos retos diariamente, por esta razón debemos de estar cimentados en Dios y en Su Palabra, porque es ahí donde encontraremos gozo, consuelo y esperanza.
Llevo catorce años siendo esposa de un pastor/plantador. Durante todos estos años veo la misericordia de Dios sobre mi vida. Me he podido dar cuenta de que, al principio, mi servicio estaba centrado en mí y no en Dios. En los inicios del ministerio de mi esposo, entendí que debía usar todos mis dones, y talentos y estar involucrada en cada área de necesidad de la iglesia. Mi enfoque era solo uno: servir. A consecuencia de ello, llegué a vivir para servir sin nutrir mi relación con Dios. Pensaba que mi relación con Dios era sólida porque la medía en relación a mi servicio a Él.
Servía con los motivos incorrectos: para buscar la aprobación y tratar de cumplir con las expectativas de la iglesia. Todos me consideraban espiritual, pero estaba totalmente seca, desgastada y sin gozo. Podía estar pasando por alguna necesidad, enfrentando luchas, dudas, problemas y preguntas; pero prefería callarme, u ocultarlo para aparentar que todo estaba bien. Por consiguiente, esto afectó en gran manera mi relación con Dios, mi relación con mi esposo y por ende, el ministerio de mi esposo.
Mirando hacia atrás veo a una joven esposa de pastor y madre queriendo aparentar que tenía todo bajo control. Sin embargo, ahora me gustaría decirle a esa joven lo que le comparto a toda mujer que está a mi lado:
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Asegúrate que sea más importante para ti SER antes de HACER.
No podemos dar lo que no tenemos. ¿Estás cultivando tu relación con Dios? ¿Cuánto buscas de Dios cuando nadie te ve? ¿Tienes un tiempo a solas con Dios para orar, leer, estudiar Su Palabra y meditar en ella? Leer y estudiar no implica solamente cuando tengas que enseñar, más bien hacerlo porque es una necesidad para ti, cuando lo haces porque dependes de Dios. Este tiempo es vital para nuestra vida, por lo tanto, no lo negocies.
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Asegúrate de entender cuál es tu rol y el orden de prioridades en tu vida.
Dios creó al hombre y la mujer iguales en dignidad y valor, pero con roles distintos. ¿Sabes cuál es tu rol? ¿Cuáles deben ser tus prioridades? Tu rol es ser ayuda idónea y ser dadora de vida. Tus prioridades deben ser en este orden: Dios, tu esposo, tus hijos, tu hogar y luego el ministerio. Para mi sorpresa, el ministerio no está en el primer lugar de la lista como yo pensaba. Desde entonces, aprendí que antes de correr a atender los detalles del ministerio debía asegurarme de amar y atender bien a mi esposo, a mis hijas y mi hogar. Pude llegar a comprender, por gracia de Dios, que soy la ayuda idónea y que él es la cabeza y sacerdote del hogar. Dios usó Tito 2:1-5 para quitarme la venda de los ojos. La serie: El Hermoso Diseño de Dios para la Mujer y el Manifiesto de Mujer Verdadera fueron usados por Dios para transformar mi mente y corazón a la verdad de Su Palabra.
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Asegúrate de tener una mujer piadosa caminando contigo.
Tener una hermana que se atreva a preguntarte sinceramente; «¿cómo estás?», y que esté dispuesta a escuchar la respuesta. Una hermana que viva el evangelio y te ayude a mantener tus ojos puestos en Cristo.
Dios ha bendecido mi vida trayendo a mi vida hermanas que me ayudan en mis momentos difíciles y cargados. En momentos de duda, temor e inseguridades, incluso por la presión del ministerio, puedo abrir mi corazón a ellas, y ellas me llevan a la verdad de la Escritura. Son hermanas a quienes les rindo cuenta de cómo está mi relación con Dios, cuando estoy en tentación o cuando he pecado. Hermanas que caminan junto a mí en oración y me dan seguimiento. ¿Tienes a una mujer piadosa cerca? ¿Una mujer que vive lo que enseña y refleja a Cristo en su casa, su matrimonio y con sus hijos? De lo contrario, ora y pídele al Señor por una mujer piadosa en tu iglesia, acércate e invitala a caminar junto a ti, de manera que ella se convierta en esa mujer de Tito 2 en tu vida.
Fue cuando estas verdades se hicieron una realidad en mi vida que pude comenzar a servir más efectivamente en el ministerio. Servir se convirtió en una bendición para mí y para mi familia. Es mi oración, que cada mujer en la iglesia aprenda estas verdades, las viva y las comparta con otras. Te invito a que estudiar con detenimiento Tito 2:1-5 para que juntas vivamos para la gloria de Dios mientras servimos en el ministerio dónde Él nos ha puesto.
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