¿Cómo saber si estás llamada al ministerio de mujeres?

Hace dos años estaba sentada en la oficina de mi pastor con un nudo en mi estómago. ¿Si estoy hecha para esto? Me preguntaba en silencio, mientras mi pastor me pedía que fuera la directora del ministerio de mujeres en mi iglesia. 

No era exactamente nueva en el ministerio de mujeres. Había estado capacitando a mujeres a través de escritos y conferencias por más de una década, pero esto era un nuevo reto. Era ministrar desde las trincheras. Me sentía agradecida por el voto de confianza de mi pastor, pero no podía evitar la pregunta:

¿Tengo el llamado al ministerio de mujeres?

La forma y el tamaño de ese llamado puede ser tan diverso como las mujeres que sirves. Quizá dirijas un estudio bíblico de mujeres, tengas un blog, organices eventos de mujeres o dirijas ministerios de mujeres en tu iglesia. Lo más probable es que tu experiencia ya te habrá mostrado que ministrar entre ellas viene con un juego único de desafíos (y victorias). 

Es posible que el trayecto en ocasiones se vuelva difícil, pero cuando así sea necesitarás la determinación que solo viene de saber con certeza que esta es la misión que Dios tiene para ti. Cuando cuestiono mi propio llamado, como en aquel momento en la oficina de mi pastor o durante temporadas difíciles del ministerio, debo aquietar mis pies y consolidar mi compromiso de amar y servir a las mujeres en mi esfera de influencia.

Comprendiendo el «qué»

Ya conoces la Gran Comisión dada por Jesús en Mateo 28:18-20, pero volvamos a repasarla juntas. En ocasiones, un pasaje puede ser tan familiar que lo pasamos de largo y nos perdemos la perla de sabiduría que Dios tiene plantada ahí para nosotras.

«Acercándose Jesús, les dijo: ‘Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado; y ¡recuerden! Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo’».

Este es el último mandamiento de Cristo, su llamado final a la iglesia a través de todos los tiempos. Generalmente, nos enfocamos en el llamado a hacer discípulos, pero vuelve a mirar el versículo con detenimiento, pues la comisión tiene dos funciones:

  1. Haced discípulos de todas las naciones.
  2. Enseñándoles (a los discípulos de Cristo) a guardar todo lo que les he mandado.

Profundicemos un poco más. ¿Dónde se encuentra el mandamiento de Cristo? En su Palabra. Como cristianas, todas tenemos el llamado en nuestra vida a hacer discípulas y a enseñar a otras la Palabra de Dios. Ciertamente, el alcance de eso puede variar de una persona a otra y de una etapa a otra.

Tal vez, en esta etapa en la que te encuentres tu principal llamado es hacer discípulos y enseñar la Palabra a tus propios hijos. Tal vez puedas ser la anfitriona de un estudio bíblico semanal con las mujeres en tu vecindario. Quizá tengas lo que se necesita y los dones para dirigir a las mujeres de tu iglesia en un ministerio que profundice en la Palabra. Los detalles no importan tanto como la tarea en sí de: 1) Hacer discípulas, y 2) Enseñar la Palabra.

Abrazando el ‘cómo’

Si hacer discípulas y enseñar la Palabra de Dios son los «qué» de nuestro llamado como cristianas, Tito 2:1-5 es el «cómo».

«Pero en cuanto a ti, enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina: Los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia. Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta, no calumniadoras ni esclavas de mucho vino. Que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a que sean prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada».

El apóstol Pablo escribió estas palabras a Tito que servía en Creta como pastor joven y plantador de iglesias. Otros comentarios que encontramos como fondo del libro es que los falsos maestros habían estado cazando a las personas de la iglesia y esa realidad no ha cambiado hoy.

De hecho, debido a los avances tecnológicos como blogs y difusiones multimedia, más voces que nunca se disputan el afecto de las mujeres, muchas de ellas enseñando como verdades aquello que no se alinea con la Palabra de Dios. En esencia, Pablo dice: «Este es el plan de juego. La manera en que vamos a proteger al rebaño es teniendo hombres enseñando a hombres, y mujeres mayores enseñando a mujeres más jóvenes».

Era un muy buen plan entonces y sigue siendo un muy buen plan ahora. Nuestros pastores y ancianos tienen autoridad espiritual sobre el rebaño y sobre nuestra vida individual, pero la continua labor esencial de discipulado se da mejor de una mujer a otra. Con eso en mente, regresemos a la Gran Comisión.

¿Cómo hemos de hacer discípulas? Alcanzando a las mujeres en nuestra esfera de influencia.

¿A quién hemos de enseñar la Palabra de Dios? A las mujeres que se sientan a nuestros pies.

Tito 2:3–5 toma las grandes ideas de la Gran Comisión y las hace prácticas. El «cómo» es de una mujer a otra, entre generaciones.

Usa lo que te ha sido dado

Finalmente, dije sí a la petición de mi pastor de dirigir a las mujeres de mi iglesia por lo que dice 1 Pedro 4:10: «Según cada uno ha recibido un don especial, úselo sirviéndose los unos a los otros como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios».

Mis dones son para la iglesia. No tengo derecho de acapararlos o de ser egoísta con ellos. Soy llamada a usarlos para llevar a cabo la Gran Comisión entre las mujeres a mi alrededor, y tú también estás llamada a usar tus dones. 

  • ¿Tienes el don de hospitalidad? Sé la anfitriona de un estudio bíblico.
  • ¿Tienes el don de fe? Ora con frecuencia por las mujeres que conoces (y déjales saber que lo estás haciendo).
  • ¿Tienes el don de administración? Úsalo para organizar eventos y reuniones para las mujeres de tu comunidad.
  • ¿Tienes el don de la enseñanza? Dirige una clase de escuela dominical para niños o un estudio bíblico para mujeres.

Dios te ha dado la tarea de hacer discípulas y enseñar la Palabra a otras mujeres. Tus dones son únicos, y son los instrumentos necesarios de tu caja de herramientas para terminar la obra. Nuestros dones son de unos para otros. Mantenerlos guardados en la caja de herramientas hasta que nos sintamos listas o adecuadas es verdaderamente un desperdicio.

Más que un sentimiento

El «llamado» se ha convertido en un cliché cristiano. He notado que generalmente parece ser sinónimo de un sentimiento de sentirse atraído a alguna causa o esfuerzo específico. Sin embargo, la imagen que la Palabra de Dios nos dibuja es mucho más amplia. Cada mujer cristiana está llamada a hacer discípulas, a enseñar los mandamientos de Cristo, a discipular y ser discipulada por otras mujeres entre generaciones y a usar sus dones para el bienestar de la iglesia.

Siendo honesta, hay muchos días en que no siento ser la mujer correcta para dirigir a las mujeres de mi iglesia. Si confiara en mis instintos, a estas alturas ya hubiera renunciado un millón de veces (o primeramente, nunca me hubiera sumado a las filas). Pero los sentimientos no son hechos. Cuando mis propias deficiencias y limitantes me hacen querer abandonar el barco, la Palabra de Dios me detiene. 

¿Cómo puedes saber si eres llamada al ministerio de mujeres? Porque la Palabra de Dios quita de en medio las conjeturas.

Por tanto, ama bien a las mujeres en tu mundo. Háblales de Jesús con frecuencia. Abre la Palabra. Derriba las barreras de la edad y etapas de vida. Todo tiene que ver con poner manos a la obra, amiga mía. Necesitamos tus dones para ayudarnos a cautivar el corazón de las mujeres con la Palabra de Dios. Cuando la obra es frustrante y nos hace desmayar, corre a la Palabra de Dios y recuerda lo que Él te ha pedido hacer y por qué te ha pedido que lo hagas.

«El que habla, que hable conforme a las palabras de Dios; el que sirve, que lo haga por la fortaleza que Dios da, para que en todo Dios sea glorificado mediante Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el dominio por los siglos de los siglos. Amén» (1 Pe. 4:11).

Estas palabras son una oración para aquellas que sirven en su iglesia local. Para mí estas palabras han funcionado como una inyección en el brazo, dándome el ímpetu para seguir sirviendo, recordándome que puedo hacer todas las cosas (amar a las mujeres, enseñar su Palabra, planear eventos, aconsejar mujeres atravesando cosas difíciles) «en Cristo que me fortalece» (Fil 4:13), y que la meta de mis esfuerzos es traerle la gloria a Dios.

Conforme Dios te dé oportunidades, sirve a las mujeres y llévalas a la Palabra. Espero que te enganches con ellas. Podemos marcar la diferencia con una mujer a la vez.

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Sobre el autor

Erin Davis

Erin Davis es una autora, bloguera y oradora a la que le encanta ver a mujeres de todas las edades correr hacia el pozo profundo de la Palabra de Dios. Es autora de muchos libros y estudios bíblicos, incluidos Beautiful … leer más …

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