Cómo resistir la influencia de la cultura en la Iglesia

El otro día observaba una pecera mientras esperaba mi turno en el médico. Era muy linda, llena de peces de colores de todo tipo. Todos nadaban entre matitas plásticas y algunos se escondían detrás de rocas. Mientras los observaba pensaba como la creación de Dios se adapta a su ambiente. Los peces viven dentro del agua y ni siquiera se percatan que están mojados. Es su hábitat natural.

Muchas veces así nos pasa a los cristianos. Vivimos zambullidos en esta cultura, nadamos en ella, en sus ideologías y filosofías, y ni siquiera nos damos cuenta de que hemos conformado nuestras opiniones y nuestra perspectiva de la vida a ellas. Nos hemos acostumbrado a este hábitat, al punto de sentirnos tan cómodas como en casa.

Y con esa mente contaminada llegamos a la iglesia. Tenemos años adoptando el pensamiento de la cultura casi por osmosis. Nos hemos amoldado a la forma como el mundo percibe nuestro llamado como mujeres, lo que el mundo considera como valioso, la forma cómo percibe el matrimonio, la soltería, el dinero, el éxito, el poder, y la vida misma.

Debemos informar y transformar nuestra mente con la Verdad

Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que Él ha hecho a favor de ustedes. Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a Él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1-2 NTV).

Si queremos vivir de una manera que honre nuestra nueva identidad como hijas de Dios, el transformar nuestra mente es una prioridad. Debemos exponernos con intencionalidad y regularidad a la Palabra de Dios, para que sus verdades confronten las mentiras que hemos abrazado y desintoxiquen nuestra mente de la sabiduría del mundo y la cultura que intenta presionarnos a su molde.

En segundo lugar, habiendo informado nuestro entendimiento con esta Verdad absoluta, debemos presentar nuestras vidas, cuerpos y mentes como sacrificio vivo a Dios. Ahora pertenecemos a otro lugar. Ya no vivimos nosotras, sino Cristo en nosotras, por tanto, cada día debemos rendir nuestras ideas, opiniones, sueños, anhelos y voluntades al control del Espíritu, para así obedecer la ley de Cristo que ha sido grabada en nuestros corazones.

Es en este proceso diario y continuo que vamos desprogramando nuestra mente de toda la basura que hemos recogido de la cultura y la vamos transformado, programándola con un pensamiento radicalmente diferente, más consistente con nuestra nueva ciudadanía.

Debemos caminar junto a otros

Me maravilla la sabiduría y la mente de Dios. Dios conoce que somos polvo y que solas no podríamos caminar de una manera contracultural por mucho tiempo. La corriente es muy fuerte, y el pecado está muy arraigado en nuestros corazones.

  • Necesitamos la enseñanza de los pastores en la iglesia local:

«…enseña a las mujeres mayores a vivir de una manera que honre a Dios». Tito 2:3ª (NTV)

Pablo instruye a Tito cómo debía hacer para confrontar la cultura que lo rodeaba e iluminarla con el evangelio. Él debía enseñar la doctrina sana de la Palabra de Dios a los ancianos, a los jóvenes, a las mujeres mayores, a los siervos y a todos en aquella congregación. Debía enseñarles a vivir de acuerdo a ella. Tito debía enseñar a sus miembros cómo adornar el Evangelio para brillar como luminares en medio de aquella cultura.

  • Necesitamos la ayuda de otras mujeres. Necesitamos ser discipuladas.

«No deben calumniar a nadie ni emborracharse. En cambio, deberían enseñarles a otros lo que es bueno. Esas mujeres mayores tienen que instruir a las más jóvenes a amar a sus esposos y a sus hijos, a vivir sabiamente y a ser puras, a trabajar en su hogar, a hacer el bien y a someterse a sus esposos. Entonces no deshonrarán la palabra de Dios». Tito 2:3-5 (NTV)

A las mujeres específicamente les dio un encargo. Ellas debían enseñar a las otras mujeres a adornar el Evangelio para traer luz a su cultura. Ellas debían modelar con su ejemplo, cultivando un carácter piadoso, sobrio y prudente; con un testimonio de vida de buenas obras. Debían instruir a las más jóvenes con un currículo muy particular, ensenándoles a valorar y amar la vida de hogar, aprendiendo a amar bien a sus esposos e hijos.

Creo que la cultura ha influenciado a la iglesia más que lo que la iglesia ha influenciado la cultura porque no nos adherimos a los métodos de Dios para esparcir la fragancia del evangelio. Tal y como Pablo animaba a Tito, debemos insistir en estas enseñanzas (Tito 3:8) para que todos los que hayan puesto Su confianza en el Señor vivan vidas que modelen la hermosura de Su llamado ante un mundo que anda de espaldas a Dios, ignorando o rechazando Su verdad.

¿Y tú? ¿Cómo estás iluminando la cultura a tu alrededor?

¿Te has amoldado a tu hábitat o estás viviendo de acuerdo a tu nueva ciudadanía en los cielos?

¿Perteneces a una iglesia donde se enseña la sana doctrina?

¿Estás transformando tu mente con la Palabra y viviendo de acuerdo a ella?

¿Caminas junto a otras mujeres mayores aprendiendo de su ejemplo?

¿Estás adornando el evangelio con tu testimonio?

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Sobre el autor

Laura González-De-Chávez

Laura es esposa de Fausto y vive en Illinois, Estados Unidos.  Su pasión es discipular a las mujeres de todas las edades con el fundamento sólido de la Palabra de Dios y animarlas a vivir de acuerdo a la fe … leer más …


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