Ciudadanas de un reino al revés

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Todavía lo recuerdo muy bien. Estaba parada frente a mis padres, quejándome porque nos habían pedido a mi esposo y a mí que hospedáramos a una persona por algunas semanas. Yo quería dejarles claro lo difícil que era no tener privacidad y modificar nuestra rutina. Además, esto se estaba convirtiendo en una verdadera carga que no estaba dispuesta a llevar, no por más tiempo. 

Mis padres me veían y escuchaban con atención. Recuerdo en particular la mirada de compasión de mi padre, porque cuando por fin terminé de hablar me dijo: «hija, veo que todavía no has entendido. Esta vida no se trata de ti, se trata de dar, de servir, de invertir en otros». Mi mamá, por su parte, no dejó pasar la oportunidad para decirme: «Me preocupa que solo pienses en tu comodidad y no estés dispuesta a sufrir ni un poco». 

Esa fue una intensa conversación porque él no solo era mi papá, también era mi pastor. Cuánto aprecio hoy que los dos me hayan hablado con la verdad, eso me ayudó a abrir los ojos para que pudiera ver mi pecado. ¡Cuán absorta me encontraba en mí misma! Ellos ahora gozan de la presencia del Señor desde hace casi cinco años y me gustaría decirte que lo que me dijeron fue hace más tiempo, pero solo fue unos meses antes de su partida. 

¡Que ciega estaba! ¿Acaso no es eso lo que Jesús vino a hacer en la tierra? Él vino a establecer un nuevo reino, un reino que parecía al revés, uno totalmente contrario a lo que te dicta este mundo en el que nos vamos conformando si no nos exponemos a la verdad, un reino en el que el hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos (Mt. 20:28). 

Una de las últimas lecciones que Jesús dejó a sus discípulos la encontramos en Juan 13:1-20. Él se quitó su manto, tomó una toalla y lavó los pies de sus discípulos. Luego, les dijo: «Pues si yo, el Señor y el Maestro, os lavé los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis».

Esto es completamente opuesto a los mensajes que escuchamos constantemente en nuestra cultura en donde primero está tu dignidad, tu reputación, tu prestigio y tus intereses aun a costa de los demás. Este es un mundo en donde lo que impera es el bienestar, la comodidad y la satisfacción; pero no debe ser así y Jesús es nuestro ejemplo. Él siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Flp. 2: 6-8). 

Qué asombroso es recordar estas verdades en donde vemos a Cristo despojándose de toda su gloria y mostrando tanta humildad. Este reino se trata de Jesús, Él es el rey y si somos ciudadanos de este reino al revés entonces debemos parecernos a Él. Como escuché en una ocasión: «queremos la gloria sin pasar por la cruz, pero el camino hacia arriba es hacia abajo». 

¿Eres tú una ciudadana de este nuevo reino?

Te invito a hacer una introspección para que podamos descubrir cuáles son algunas características que identifican a los ciudadanos de este reino al revés:

1. Desprenderse de sí mismo

«Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame». Mt. 16:24

  • ¿De qué manera puedo morir a mis deseos para ser un canal de bendición a otros y dejar que la belleza del evangelio se muestre en mí?
  • ¿Hay algo en mi vida que me impide rendirme a Cristo?
  • ¿Dejo que Cristo gobierne mi vida? 

2. Dar sin esperar nada

«Más bienaventurado es dar que recibir». Hch. 20:35

  • ¿Qué puedes hacer para cultivar un corazón generoso? ¿Cómo puedo ministrar para las necesidades de otros?
  • ¿Con quiénes podría compartir de manera que me implique sacrificio y servicio?
  • ¿Llevas una vida que se caracteriza más por la demanda que por el servicio?

3. Perder para ganar

«El que ha hallado su vida, la perderá; y el que ha perdido su vida por mi causa, la hallará». Mt. 10:39

  • ¿Qué tan dispuestas estás a sufrir por el avance del reino?
  • ¿Puedes decir como Pablo que estimas todo como pérdida para ganar a Cristo? (Flp. 4:8)
  • ¿Cuándo fue la última vez que «perdiste» tiempo o recursos para invertirlos en alguien más?

4. No vivir para sí

«Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos». 2 Cor. 5:15

  • ¿Busco la gloria de Cristo antes que mi propia gloria?
  • ¿Anhelo cada día dejar a un lado mi yo para que Cristo viva en mí?
  • ¿Busco hacer la voluntad del Padre antes que la mía?, ¿Estoy dispuesta a que Dios use mi vida como Él quiera?

5. Responder al mal amando y perdonando

«Al que te hiera en la mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite la capa, no le niegues tampoco la túnica». Lc. 6:29

  • ¿Qué es lo único que te motiva a perdonar en situaciones de injusticia?
  • ¿Cómo puedes crecer en amor y perdón hacia otros?
  • ¿Es tu deseo reflejar el carácter de Cristo en tu vida?
  • ¿Extiendes a otros de la misma gracia que has recibido de Aquel que murió por ti?

Parece difícil ser parte de este reino, tal vez luzca imposible tener esas cualidades, pero ¿sabes algo? Vivir como ciudadanos del reino no tiene nada que ver con tus capacidades, logros o esfuerzos. Tú no puedes llegar a serlo por ti mismo, este reino no se trata de ti, porque es Dios quien lo hace y se vale de personas comunes como tú y como yo «pues considerad, hermanos, vuestro llamamiento; no hubo muchos sabios conforme a la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que Dios ha escogido lo débil del mundo, para avergonzar a lo que es fuerte; y lo vil y despreciado del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para anular lo que es; para que nadie se jacte delante de Dios» (1 Cor. 1:26-29). 

Suena paradójico, ¿verdad? Esto es lo que Dios hace en un mundo al revés. Solo a través de Cristo puedes ser parte de este reino y en él está el poder que necesitas para ser transformado.Cuando te expones a su Palabra, Él renueva tu mente y te va conformando en una nueva criatura que pertenece a un reino al revés. 

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Sobre el autor

Berenice Montes

Es originaria de Monterrey México, está casada con Luis Berlay, pastor de la Iglesia Bautista Genezareth en Guadalupe, N.L.

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