Cinco pautas para suavizar los conflictos en el ministerio

Tenía veinte años, y era la semana de entrenamiento del equipo. Nosotros, el equipo del campamento, estábamos en un autobús yendo a una actividad de integración del equipo. Cuando nos detuvimos en McDonald’s, Chris, nuestro director del campamento, dijo que podíamos usar los baños pero que no podíamos ordenar nada. (Estoy segura de que eso le agradaba a McDonald’s).

Una vez dentro, tuve sed y busqué un bebedero a mi alrededor. Al no ver ninguno, me acerqué al mostrador y pedí un poco de agua, luego me reuní con mis amigos en el estacionamiento, bebiendo el agua con un sorbete. Cuando nos acercamos al autobús, Chris, quien de repente estaba caminando directamente hacia mí, dijo en voz alta: “Shannon, ¡eso es exactamente lo que les dije que no hagan!”

Sorprendida, miré el vaso al cual él señalaba y que se encontraba en mi mano. “Oh, ¡es sólo agua!” dije. Luego, buscando una forma de redimirme, me ofrecí a tirar mi vaso. Pero Chris dijo que no, que podía quedarme con él.

De vuelta en el autobús, Chris trató de aclarar el asunto y dijo: “Oye, Shannon, ¿cómo está el agua?” Levanté mi vaso y sonreí, pero me sentí mortificada por dentro.  Mi nuevo jefe me había humillado frente a todos, incluso frente a los estudiantes de secundaria.

Luché por contener las lágrimas e intenté mantenerme calmada, pero mi vergüenza persistió. ¡Me sentí tan incomprendida! Durante los siguientes días, repasé la escena en mi mente repetidamente. ¿Por qué me había confrontando tan abiertamente? ¿Realmente pensó que estaba desafiando su autoridad? ¿Cómo sería este verano con un jefe analizando cada movimiento y denunciando públicamente mis errores?

Pasé de sentirme lastimada a sentirme indignada. ¡No merecía ese trato! Había cometido un error inocente. ¡Este chico era un dictador!

Comencé a mantener distancia. Determiné ignorar a Chris, durante todo el verano.

Conflictos en la iglesia

El conflicto revela lo que es importante para ambas partes. En este caso, Chris priorizó la obediencia. No podía creer que yo minimizaría su regla. Pero yo prioricé las relaciones. No podía creer que él minimizaría mis sentimientos.

A veces, el conflicto es el resultado directo del pecado. Alguien roba, miente o tiene una aventura amorosa, y las consecuencias son considerablemente dolorosas. Pero otras veces, el conflicto surge incluso cuando los involucrados tienen buenas intenciones. Incluso cuando todos están sirviendo al Señor. Ése es el tipo de conflicto del cual quiero hablar en esta publicación.

El trasfondo del control

He escrito antes acerca de cómo el control es a menudo la resaca, pues corre por debajo de los conflictos que surgen en nuestras vidas. Para mí, esto es especialmente cierto en el contexto del ministerio.

Mis intenciones son buenas. ¡Estoy intentando servir al Señor! A menudo estoy ciega a mi deseo de control. Cuando reprimo mi propia agenda, cuando me detengo porque mis contribuciones no han sido valoradas, cuando me pongo terca por algún ideal que parece obvio para mí, o cuando me retiro obstinadamente del ministerio porque algo no salió a mi manera, estoy luchando por obtener o mantener el control. Pero Dios dice que debo esforzarme por la unidad.

Como miembros del Cuerpo de Cristo, cada una de nosotras tenemos distintos dones y llamados. Dios no nos creó para que seamos universales. ¡El Cuerpo de Cristo es increíblemente variado! Ya que somos tan diferentes, es natural para nosotras que tengamos prioridades y pasiones que no coinciden. Es natural para nosotras querer el control. Y es natural que haya conflicto.

Como sabemos, la unidad y el control no van de la mano. Así que incluso cuando estoy luchando por difundir el Evangelio o apoyar en el crecimiento de la Iglesia, si comienzo a tomar medidas drásticas o a encerrarme en mí misma, alejo la unidad y en su lugar, traigo conflicto.

Mirando hacia afuera

Esto mismo estaba sucediendo en una iglesia en Filipos. Dos mujeres que eran apasionadas por Jesús se habían entregado al trabajo en el ministerio. Sin embargo, estaban en desacuerdo y el conflicto se había expandido.

Al principio de su carta a los Filipenses afligidos por el conflicto, Pablo utiliza una figura para persuadir a esta iglesia a buscar la unidad:

Solamente comportaos de una manera digna del evangelio de Cristo, de modo que ya sea que vaya a veros, o que permanezca ausente, pueda oír que vosotros estáis firmes en un mismo espíritu, luchando unánimes por la fe del evangelio (Filipenses 1:27 LBLA)

Imagina a la iglesia como una cadena humana gigante de rescate. No nos aislamos unos de otros, apuntándonos con el dedo o señalándonos las faltas. Tampoco nos damos la espalda, enfurruñándonos o evitando el contacto visual. Estamos en un círculo agarrados de la mano, el cual se extiende alrededor de nuestra iglesia, mirando hacia afuera, hacia la comunidad. Nos apoyamos unos a otros. Estamos unidos. Estamos enfocados en la meta de difundir el evangelio. En esta formación, representamos el Evangelio apropiadamente.

Sólo que ésta no era la formación de los Filipenses. En vez de mirar hacia afuera, estaban enfrentados entre sí. O al menos estas dos mujeres lo estaban. Quizás se estaban pisando los talones. O quizás tenían diferentes puntos de vista en cuestiones teológicas. Quizás ambas tenían personalidades fuertes y se molestaban entre sí.

Cualquiera que haya sido el caso, Pablo les suplicó que lo detuvieran. Dijo:

Ruego a Evodia y a Síntique, que vivan en armonía en el Señor. En verdad, fiel compañero, también te ruego que ayudes a estas mujeres que han compartido mis luchas en la causa del evangelio, junto con Clemente y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. (Filipenses 4:2-3 LBLA)

Nota cinco pautas en este versículo que Pablo ofrece a aquellos que quieren suavizar el conflicto.

Pautas para suavizar el conflicto

  1. Apoyarse

A menudo pensamos que la respuesta es evitarse. Decimos “Serviré a Jesús de una forma que no la involucre a ella.” Pero alejarse crea división, no unidad. Pablo nombra tanto a Evodia como a Síntique. Las llama a apoyarse, a tener una conversación y a ser parte de la solución. La unidad no es algo que puedes lograr por ti misma.

  1. Estar de acuerdo.

Otros quizás podrían no haber sabido lo suficiente como para seguir el argumento, pero Evodia y Síntique de seguro que sí. Sus convicciones firmes eran la base de este intenso desacuerdo, lo cual a menudo es el caso.

Pero en lugar de discutir o tratar de convencer al otro, Pablo les implora que se enfoquen en aquellas cosas en las cuales sí estaban de acuerdo. Ambas amaban a Jesús. Para ambas la difusión del Evangelio era una prioridad. Necesitan entregar y dejar el resto en manos de Dios.

  1. Invitar a un mediador.

Pablo llama a un tercero para ayudar a estas mujeres a resolver sus diferencias. Se requiere siempre de humildad para involucrar a un mediador, ¡pero el Evangelio lo vale! Un mediador puede pedirles cuentas y facilitar la buena comunicación.

  1. Mirar hacia atrás y hacia adelante.

Pablo les recuerda su historia juntas. Han trabajado una al lado de la otra divulgando el Evangelio. Él también menciona su futuro. Sus nombres están juntos en el libro de la vida. Están en el mismo equipo, sirviendo al mismo Señor. Tienen demasiado en común como para seguir en conflicto.

  1. Actuar con urgencia.

Pablo está rogando a estas mujeres. Si estuviese en la ciudad, estaría tocando sus puertas, suplicándoles que dejen de lado su disputa. ¡Este conflicto estaba impidiendo la difusión del Evangelio! Porque, ¿quién quiere escuchar acerca de “las buenas nuevas” cuando las personas anunciándolas se están fulminando con la mirada?

El conflicto drena nuestro tiempo, recursos, energía y capacidad emocional. Todo lo que pensamos tiene que ver con eso. Nos quedamos sin nada más para dar. ¡Debemos ser diligentes en resolver el conflicto para poder volver a difundir la luz!

Humildad y esfuerzo

Luego de dejar que el agua de McDonald’s se revolviera en mi estómago por varios días, me sentí obligada a hablar con Chris. Dije “Oye, ¿podemos hablar acerca de lo que pasó en McDonald’s?” Por supuesto, Chris pensaba que ya lo habíamos hecho, pero me permitió compartir lo que me estaba molestando.

Más tarde en el transcurso de esa semana, Chris me apartó nuevamente. Me dijo que había compartido el incidente del McDonald’s con nuestro pastor, quien había dicho que sería extremadamente atípico de mí el haber desafiado la autoridad. (Yo estaba con la mente ausente y distraída, pero no desafiante). Chris también dijo que, como joven líder, había sido provechoso para él lidiar con este asunto. Me agradeció por hablar con él. ¿Oíste eso?  Me agradeció.

Eso, amiga, requirió algo de humildad. Imagínate al director del campamento y al pastor, discutiendo acerca de un incidente de treinta segundos que ocurrió en el estacionamiento de McDonald’s. Luego, imagínate al director del campamento acercándose a la estudiante para suavizar el asunto. Cualquiera que observe todo este esfuerzo por un vaso de agua y por algunos sentimientos heridos debe estar levantando su mirada en asombro en este momento.

Resolver el conflicto es tedioso y costoso. Pero ¿Vale la pena? ¿Qué tiene que ver todo esto con “luchando unánimes por la fe del evangelio”?

Bueno, resultó que dependía mucho más de ese vaso de agua de lo que pensaba.

Lo que está en juego

Ese verano, Chris Brauns y su esposa Jamie, se convirtieron en unos de mis amigos más queridos de toda la vida. La historia del agua del McDonald’s se ha vuelto legendaria. Fue Chris, que luego se convirtió en autor, quien me alentó por primera vez a intentar escribir, así que el hecho de que estés leyendo esto es en parte gracias a su influencia. Chris y Jamie también me ayudaron a conseguir empleo en Milwaukee, donde me uní a su iglesia y conocí a mi esposo, quien es por mucho, mi mayor soporte y compañero del ministerio. De hecho, no me imagino poder tener el mismo impacto en aras del evangelio si no tuviese a Ken como mi esposo y el escribir como mi arte.

Pero, ¿y si hubiese permanecido amargada y en guardia por ese vaso de agua? ¿Y si me hubiese negado a superar mis sentimientos heridos? ¿Y si hubiese permitido que el conflicto con mi jefe abriera una brecha en ese verano, lo que hubiese llevado mi camino en otra dirección? ¡Oh, de todo lo que me hubiera perdido!

Si tú o alguien que estás ministrando están experimentando un conflicto, la respuesta es apoyarse, y no alejarse. Dios a menudo usa el conflicto para enseñarnos algo nuevo. Y Él definitivamente usa las relaciones para expandir el Evangelio. ¿Le darás la bienvenida a la unidad al dejar a un lado el control y entregar las consecuencias a Dios? ¡Hay tanto, querida hermana, que está en juego!

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Sobre el autor

Shannon Popkin

Shannon Popkin es una conferencista y escritora de Grand Rapids, Michigan, quien disfruta combiner su amor por el humor y el contar historias con la pasión por la Palabra de Dios.

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