¡Lo hicimos! Esta publicación concluye nuestro viaje de mentoría. Ha sido nuestro gozo viajar juntos. ¡Ahora es tu turno de adornar el Evangelio!
Asimismo, las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno, que enseñena las jóvenes a que amen a sus maridos, a que amen a sus hijos, a ser prudentes, puras, hacendosas en el hogar, amables, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada. -Tito 2:3-5
Una relación intencional de Tito 2 es en ocasiones una de largo plazo, donde tu amiga y tu cultivan una amistad que continúa a través de las diversas etapas de la vida. ¿Cómo saber si el discipulado formal debe terminar?
Cuando inicien las reuniones, establece una fecha en el futuro cuando te tomarás el tiempo de evaluar. Esto le dará a tu amiga y a ti el tiempo de considerar en oración si se están reuniendo demasiado, o muy frecuentemente o no lo suficiente. Esto también te dará la oportunidad de dar cierre a la relación si es necesario. También pueden hacer evaluaciones periódicas, haciendo preguntas como, “está esta relación verdaderamente llenando una necesidad?” Las circunstancias en la vida están continuamente cambiando, y esto pudiera dictar la necesidad de hacer cambios.
Si estás en un punto en el cual le has dado a tu amiga todo lo que has podido, o si ella ya no sigue interesada, entonces quizás debas hacer algunos cambios. Con amor puedes dejarle saber que es tiempo de dejar la relación por un tiempo o animarla a buscar a otra persona que la guíe. Sin importar si se llegan a reunir por corto o largo tiempo, continúa siendo su amiga y ofrece estar ahí para ella en caso de necesidad. Una verdadera relación de Tito 2 nunca termina completamente. Simplemente cambia en la medida que tu amiga comienza a depender más de Cristo.
No lo pienses demasiado
La idea de discipular a una persona puede ser abrumadora. Muchas mujeres se sienten inadecuadas— piensan que no tienen suficiente conocimiento o entrenamiento en las Escrituras para ayudar a otra persona a crecer. Pero el invertir en otra mujer no requiere de un título. Se trata de caminar juntas por la vida, la mayor invirtiendo en la más joven, creando el espacio para hacer preguntas.
Lo que tu amiga más necesita de ti es sentir el amor y la aceptación de Dios expresada a través de ti. Si estás dispuesta a compartir tu vida y tu corazón con ella, entonces Dios te dará todo lo que necesitas en la medida que Él lleva a cabo Sus propósitos en y a través de ti.
Mientras se reúnen, cubre la relación con oración—antes, durante y después. Sé rapida en escuchar y lenta para hablar, asegurándote que has cultivado la relación antes de comenzar a derramar verdades. Aunque se puede ofrecer mentoría a través del uso de algún libro, más frecuentemente se lleva a cabo en la cotidianidad de la vida y apuntando la persona a la Palabra.
La mayor parte del tiempo, una mujer joven tan solo desea tener a alguien confiable en su vida a la que ella pueda compartir su corazón. No tienes que tener todas las respuestas necesariamente, pero puedes escucharla y apuntarla hacia Aquél que si las tiene. Comparte honestamente acerca de tu propia vida y se transparente con tus luchas. El discipulado fluye naturalmente cuando estamos con Jesús.
Esto es una aventura—una inversión que tiene recompensas eternas. Así que ¡debes estar dispuesta a tomar el riesgo! En última instancia, no se trata de ti. Se trata de hacer el evangelio hermoso y creíble.
Tito 2: Un primer plano
Un domingo en la mañana, estaba de pie en un salón con mi hija espiritual Amanda y su esposo, Jimmy. Él había solicitado mi presencia cuando él haría la devastadora confesión de que él le había sido infiel. Sin palabras, solo pude orar en silencio por dentro. Caminé al lado de Amanda mientras ella y su esposo lentamente comenzaron a recoger los pedazos de un matrimonio quebrantado. Yo sabía que no estaba equipada para esto. Pero sabía que Cristo podía ser un guerrero fuerte que lucha por cada matrimonio que es parte del pacto, incluyendo este.
Puse mi brazo alrededor de Amanda y la apunté al Señor. Oramos. Gemimos. Nos hablamos con la Escritura y creímos que Dios podía hacer lo imposible para redimir lo quebrantado. Un año después, fui testigo cuando Amanda y Jimmy renovaron sus votos matrimoniales. Lloré ese día, pero de otra forma. Mis lágrimas eran de gozo y gratitud a nuestro gran y poderoso Dios.
—Leslie
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