Escrito por Heather Cofer
¿Quién hubiera pensado que una pandemia global cerraría prácticamente el mundo entero a comienzos del 2020? Cancelados: servicios religiosos, estudios bíblicos, grupos comunitarios, eventos del ministerio de mujeres. Incluso, la posibilidad de ministrar individualmente a las mujeres que necesitan ánimo.
Y al igual que las reuniones relacionadas con el ministerio, las escuelas también están cerradas y todas las demás actividades en las que nuestros hijos normalmente participan se han pospuesto hasta nuevo aviso. Debido a esto, muchas de nosotras que estamos acostumbradas a dedicar tiempo al ministerio mientras nuestros hijos están fuera de la casa, ahora necesitamos reajustar cada detalle de nuestras vidas. Pareciera una hazaña imposible de lograr: liderar, enseñar y ayudar a nuestros hijos durante este tiempo inestable y, a la vez, alentar a las mujeres que Dios ha puesto en nuestro cuidado espiritual.
A decir verdad, navegar por estos cambios es demasiado para nosotras y para nuestra fuerza. Necesitamos desesperadamente la sabiduría que solo Dios puede dar para que podamos ministrar a aquellas que Él ha puesto en nuestras esferas de influencia. Sin embargo, en vez de ver esto como un obstáculo para nuestro ministerio, ¿qué sucede si permitimos que Dios lo use para fortalecernos y refinarnos a medida que guiamos a nuestros hijosy a las mujeres que están a nuestro cuidado?
Ninguna de nosotras caminará esta temporada perfectamente, pero por la gracia de Dios podemos abrazar estos nuevos desafíos como una forma en que su fuerza se muestre más brillante en nuestra debilidad.
Aquí hay tres maneras en que el Señor me ha estado enseñando a hacerlo en esta temporada, y en mi temporada extendida de ser una mamá que se queda en casa en el ministerio.
1. Guiar con el ejemplo
Tenemos una oportunidad única de guiar a nuestros hijos a través de esta crisis porque están continuamente con nosotras. Ven cada acción y escuchan cada palabra. Debido a esto, debemos tomar en serio el propósito de dar un ejemplo que lleve a nuestros hijos de regreso a la realidad del evangelio. La única forma en que podemos ser ese tipo de ejemplo es si estamos continuamente buscando a Jesús. Necesitamos pasar tiempo en la Palabra y en oración, necesitamos poner nuestras mentes y corazones en Él. Tenemos que elegir regocijarnos y dar gracias incluso en las circunstancias más difíciles. Necesitamos confesar, arrepentirnos cuando hemos pecado y ofrecer perdón sin reservas a nuestros hijos cuando pecan. Necesitamos enfocarnos hacia el exterior en un mundo que está en modo de autoprotección.
Esto también se desbordara en tu ministerio a otras mujeres. A pesar de que no podemos estar cara a cara con ellas, tenemos la capacidad de llevar a las mujeres a Jesús a través de redes sociales, llamadas telefónicas y mensajes de texto. Podemos ser un ejemplo llevando nuestros temores al pie de la cruz y sirviendo y amando a nuestras familias incluso cuando todos se sienten inquietos. Dios usará este tiempo de liderar con el ejemplo en el hogar para fortalecer nuestro ministerio a los que están fuera de nuestros hogares.
2. Trabajar juntos
Hay una gran bendición en desacelerar nuestro ritmo y permitir que nuestros hijos se unan a nosotras en nuestras actividades y tareas diarias. Es fácil tomar la actitud de «tú haces lo tuyo y yo hago lo mío», pero debido a que estamos juntos las 24 horas del día, los 7 días de la semana, tenemos la oportunidad de mostrarles que servir al lado de los demás trae gozo.
Por ejemplo, a veces envió a los niños a limpiar la sala de juegos y luego entro y compartimos un rato; si mi hija de tres años quiere ayudarme a doblar la ropa, la dejaré doblar todos los pantalones (aunque esto tome mucho más tiempo); incluso a mi hijo de un año le encanta ayudarme a guardar los platos y se deleita en mis elogios por su ayuda. Vale la pena sacrificar parte de la eficiencia para enseñarles a servir juntos. En otra nota, he estado viendo videos donde los niños están sentados con sus mamás mientras ellas animan a otras mujeres, y esto es precioso. Deja que tus hijos te ayuden a alentar a las mujeres en tu esfera siempre que sea posible.
Podemos adoptar una mentalidad similar con las mujeres que están bajo nuestro cuidado, aunque se verá un poco diferente. Puede significar una llamada telefónica intencional un par de veces a la semana para ver cómo están; puede significar unirte a ellas en sus cargas de oración por su propia familia y las mujeres a las que ellas sirven; puede significar ayudar con una lluvia de ideas en equipo sobre cómo mantener su ministerio en funcionamiento en esta temporada, y permitirles que nos ayuden de la misma manera. Busquemos al Señor por sabiduría mientras sentamos el precedente de llevar «los unos las cargas de los otros» (Gá. 6: 2) en esta temporada única, Él lo dará.
3. Separar tiempo
De manera práctica, puede ser útil poner un tiempo en tu horario diario en el que los niños estén ocupados y tú puedas escabullirte para trabajar en el ministerio. Mis hijos se han acostumbrado a esto en mi agenda y lo aceptan sin quejarse como parte diaria de nuestra vida.
Estoy acostumbrada a tener un par de horas en la semana en las que puedo ir a una cafetería a trabajar en tareas relacionadas con el ministerio, pero las últimas semanas he tenido que ser creativa. Por lo general, esto significa acomodar tiempo de escritura adicional o de trabajo del ministerio durante el tiempo de descanso de mis hijos. Algunas veces, cuando tengo que escribir más, les doy un refrigerio y prendo un programa para que estén ocupados por un rato. En los días soleados, me siento afuera para trabajar mientras juegan cerca de mí al aire libre.
Nuestro tiempo para ministrar a las mujeres puede ser más limitado en este momento, pero cuando usamos los momentos que tenemos para la gloria de Dios, Él puede multiplicarlo tal como lo hizo con los panes y los peces (Mt. 14:13–21).
Recuerden, amigas, que este tiempo de conmoción no es una sorpresa para Dios. Nuestro ministerio dentro y fuera de nuestros hogares no está destinado a fracasar debido a la crisis y a las incógnitas que nos rodean. Cuando nos rendimos nuevamente al Señor, ¡Él nos dará sabiduría, gracia, fortaleza y creatividad para ministrar a nuestras familias y a otras mujeres en su nombre!
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