Arraigada en mi identidad en Cristo

La iglesia de Colosas estaba siendo amenazada por una mezcla de filosofías religiosas que presentaban a Cristo como un Salvador insuficiente. Lo que los falsos maestros enseñaban era que para tener un crecimiento espiritual debían someterse a estrictas normas, tener experiencias místicas o abstenerse de ciertas cosas. Esto representaba un peligro para la iglesia porque desviaban su atención de la obra de Cristo y la centraban en ellos mismos. 

Pablo les anima y les recuerda una verdad fundamental: “Y vosotros estáis completos en él” Col. 2:10

No es muy diferente lo que los Colosenses estaban atravesando en aquel tiempo con lo que nosotros enfrentamos en la actualidad. Constantemente somos persuadidas por voces que nos instan a buscar más allá de nuestra plenitud en Cristo. 

Seguramente te ha tocado ver a través de las redes sociales a tantas mujeres que comparten algún estudio bíblico y tienen un gran impacto sobre otras. Tal vez están al frente de algún ministerio para eclesiástico con una gran audiencia. En lo personal agradezco como Dios usa a muchas de estas mujeres piadosas que se preocupan por difundir la palabra y que nos animan a estudiar y profundizar en la verdad, pero por otro lado sé que también existe el peligro de pensar que, si no estás bajo los reflectores siendo de influencia a través de una plataforma digital o un programa en la radio entonces algo anda mal o quizá algo está faltando en lo que haces para ministrar a otras mujeres. 

¿Te has sentido desanimada porque lo que haces no parece tener fruto o parece ser intrascendente?

Normalmente medimos lo que hacemos solo a nivel horizontal y no lo vemos en relación vertical con Dios. Es fácil enfocarnos en solamente aquello que se puede ver.

En un mundo en donde el éxito solo se ve en función de las cantidades y del reconocimiento, nos vemos tentadas a evaluar lo que hacemos siguiendo esa misma corriente.

Es sorprendente como se levantan tantas iniciativas que motivan a las mujeres a ser elogiadas, aceptadas y escuchadas como si nuestra valía dependiera de lo que otros digan o piensen. Como mujeres creyentes debemos recordar constantemente que nuestra identidad está en Cristo, no necesitamos buscar la aceptación allá afuera, así como tampoco necesitamos dirigir un ministerio de mujeres grande o popular cuando no hemos sido llamadas a hacerlo. El Señor nos ha colocado en diferentes contextos con diferentes dones y talentos para aprovecharlos y administrarlos según la etapa de vida en la que nos encontramos. 

No todas hemos sido llamadas a realizar la misma tarea y es ahí donde podemos apreciar la multiforme gracia de Dios. 1 Pedro 4:10

A lo que sí hemos sido llamadas es a exhibir su gloria, nada se trata de nosotras, así que sin importar la etapa de vida en la que te encuentres o si estás sirviendo en un recóndito lugar en la montaña, sea cual sea el lugar en el que Dios te ha puesto con los medios que te ha provisto, ahí puedes dar a conocer las riquezas de su gloria.

 Me gustaría compartir contigo 4 verdades que debes recordar en tu nueva identidad en Cristo.

1. Necesitas estar llena de Él

Col. 2:10 y vosotros estáis completos en Él.

Cuando nosotras entendemos esta maravillosa verdad podemos reconocer que no necesitamos nada fuera de Él. Todo lo que necesitas para ministrar a otros se encuentra en Él. Debemos crecer en una relación profunda con nuestro Señor a través de su palabra, es en Él que están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Tú no podrás ofrecer a otros algo que no tienes. 

2. Busca las cosas de arriba 

Col. 3:1 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. 

Cuando ponemos nuestra mirada en este mundo perdemos de vista porqué hacemos lo que hacemos y desviamos la atención hacia nosotras. Cuando comenzamos a preocuparnos más porque no vemos resultados inmediatos, muy probablemente hemos perdido el enfoque. Debemos recordar que no es en tu tiempo ni a tu manera, es a la manera de Dios. Rendir nuestra voluntad obstinada para obedecer Su voz es renunciar a mis deseos egoístas para dar prioridad a lo que tiene valor eterno.

3. Depende de su poder 

Col. 1:11 Fortalecidos con todo poder conforme a la potencia de Su gloria;

Él es quien nos capacita para cumplir nuestro llamado como creyentes, 

No podemos confiar en nuestros propios recursos por mejores o eficaces que parezcan. Cuando todo gira en torno a lo que hacemos y no en cómo su poder nos está transformando más a su imagen entonces aquello que estamos realizando carece de propósito para el avance de Su reino. 

4. Da gloria a Cristo 

Col. 1: 16-17 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.

Algo que debemos pensar mientras servimos es, si se están evidenciando más nuestros esfuerzos o si lo que hacemos apunta a la belleza de Cristo. No es relevante que se luzca tu trabajo y con esto no quiero decir que no debes esforzarte por buscar la excelencia, pero si eso está opacando la belleza del evangelio corres el riesgo de ir tras tu propia gloria. 

Nuestro propósito en la tierra es dar toda la gloria a Cristo y eso puede ocurrir tras bambalinas con un corazón contrito y humillado. Dios se agrada y da gracia al humilde, pero resiste al de corazón soberbio. Sant. 4:6

Hermana lo que haces no te define, nuestra identidad está en Cristo, necesitamos andar en Él, arraigadas y sobreedificadas en él. Todo se trata de Él.

Puede ser que te encuentres cambiando pañales o ministrando a un pequeño grupo de mujeres en tu iglesia. Debes recordar que estás completa en Él y en él está todo lo que necesitas para compartir el mensaje de las buenas nuevas. No menosprecies la tarea que Dios te ha dado en esta etapa en la que te encuentras. Él está más interesado en moldear tu carácter. Así que, no quieras abarcarlo todo solo porque crees que eso puede darte valor. Todo lo que necesitas se encuentra en Cristo. 

Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís. Col. 3:23

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Sobre el autor

Berenice Montes

Es originaria de Monterrey México, está casada con Luis Berlay, pastor de la Iglesia Bautista Genezareth en Guadalupe, N.L.

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