Aquí está mi vida

«Habiendo nacido en el reino de Dios, por la presente reconozco que la compra de mi vida por parte de Dios incluyó todos los derechos y control de esa vida por toda la eternidad»1. Qué declaración tan profunda. Casi puedo escuchar la voz de mi pastor diciendo: «Y el pueblo de Dios dice: “Amén”».

Después de todo, esto es cristianismo básico, ¿verdad? ¿No estaríamos todos de acuerdo que aquellos que fueron comprados de la esclavitud al pecado se convierten en servidores dispuestos de su Redentor? Alguien explicó esa transacción de la siguiente manera: «La voluntad de un siervo se consume por completo con la voluntad de su Padre celestial». Esa es una tremenda teología. Pero me pregunto cómo se vería de una manera práctica para ti y para mí el rendirnos completamente al control de nuestro Redentor.

En medio de situaciones familiares, horarios, responsabilidades ministeriales y listas de quehaceres, ¿cómo podemos verdaderamente abrazar las palabras del canto «Aquí está mi vida, la entrego; te rindo todo a Ti…lo suelto y te lo doy a Ti»?

Una cosa es cantar una canción, pero cuando una «gran teología» se convierte en la cruda realidad, puede ser un poco más desafiante. Me vi cara a cara con ese desafío una tarde en medio del piso de mi cocina. 

Durante meses, el Señor me había estado hablando acerca de un área de rendición. Empezó inicialmente como una pregunta de mi esposo: «¿Estarías dispuesta a…?». Me reí ante lo absurdo del pensamiento, seguramente no estaba hablando en serio.

A medida que pasó el tiempo, la pregunta resurgió, solo que esta vez fue el sermón del domingo por la mañana, luego en la radio, después en mi tiempo devocional, y el lugar más inusual, una cartelera (no estoy bromeando). Ya no podía evadir lo obvio. Claramente el Señor me estaba pidiendo hacer a un lado mis planes, deseos, y sueños. ¿Estaba dispuesta a rendirlo todo? El costo parecía inconcebiblemente grande.

Yo sabía que la obediencia era la respuesta correcta. Entendía que la rendición trae intimidad profunda y las bendiciones de mi Padre celestial. Sin embargo, vacilé. El razonamiento lógico y deseos personales lucharon en contra del llamado de entregarlo todo. ¿Realmente creía que mi Señor tenía el derecho de mandar en esta área de mi vida? ¿Podía agradecerle por Su llamado a rendirme aun si no hacía sentido en mi mente?

Con un corazón estremecido, me arrodillé en el piso de mi cocina y susurré: «Aquí está mi vida, Señor. No lo entiendo. No tiene sentido, pero sé que eres confiable. Obedeceré…sin importar el costo».

Aunque han pasado varios años, casi a diario mi corazón se desborda con gratitud por todo lo que el Señor ha hecho como resultado de ese llamado a rendirme. ¡Mi vida realmente nunca ha sido igual!

«Reconoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda Su pacto y Su misericordia hasta mil generaciones con aquellos que lo aman y guardan Sus mandamientos» (Dt. 7:9).

La transacción ocurrió en un momento. El reconocimiento de lo que ya era verdadero: Dios tiene todo el derecho de mi vida. No me pertenece…es de Él.

¿Qué te está pidiendo Dios hoy? ¿Hay un área en la que necesitas decir: «Aquí está mi vida, Señor. Te la entrego»?

  1. Extraida de «Promise Pledge» de Russell Kelfer.

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Sobre el autor

Carrie Gual

Carrie Gaul es corresponsal bíblica de Aviva Nuestros Corazones.  Ella y su esposo Dennis tienen dos hijos casados y están disfrutando nietos. Carrie tiene un profundo amor por la Palabra de Dios y una pasión por ver a las mujeres … leer más …


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