Ana: un modelo de perseverancia ministerial

Al reflexionar sobre el 2020, estamos agradecidas por cada oportunidad que hemos tenido de servir al ministerio de mujeres. Este año respondieron con gran entusiasmo a nuestras nuevas iniciativas para ayudar a animarlas en el ministerio.
No podríamos tener este blog o recursos gratuitos en línea para las mujeres que sirven a otras mujeres, si amigas como tú no apoyaran el ministerio. Si has sido alentada a través de Aviva Nuestros Corazones, considera donar hacia nuestra meta de fin de año y duplica tu impacto en las historias de mujeres de todo el mundo. ¡Te animo mientras avanzas tu carrera para la gloria de Dios! —Yamell de Jaramillo, Iniciativas del Ministerio de Mujeres

¿Qué pasaría si toda tu vida se relatara en cuatro oraciones de ochenta y cinco palabras? ¿Qué eventos determinantes se registrarían para la historia? ¿Qué palabras se redactarían cuidadosamente para narrar tu vida?

Hay una sierva devota en las Escrituras cuya vida se resume en Lucas 2:36–38. Su (breve) historia nos habla mucho hoy. Su nombre es Ana.

Ana terminó bien. Ella permaneció fiel y útil a Dios a pesar del dolor personal. Mientras preparamos nuestros corazones para la llegada del Bebé que nos redimió de la oscuridad y nos llevó a Su gloriosa luz, recordemos a Ana.

La desilusión de Ana no la descalificó

Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con sumarido siete años después de su matrimonio, y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. (vv. 36–37)

Como mujer joven, podemos suponer que Ana anticipó con alegría que el álbum de la familia Aser sobresaldría de la crónica de su matrimonio y los nacimientos de muchos hijos e hijas, la historia típica de las mujeres en el mundo antiguo.

El matrimonio probablemente llegó, pero siete años después, el cuento de hadas de Ana terminó abruptamente. No se nos dan los detalles de la muerte de su esposo, pero Ana quedó viuda por el resto de su vida.

Cuando ocurrió la tragedia, Ana tuvo que tomar decisiones. Ella . . .

  • ¿Permitiría que Dios usara su quebrantamiento para ministrar a otros o se descalificaría a sí misma para vivir en una prisión de compasión?
  • ¿Se llenaría de amargura o elegiría confiar y rendirse al plan de Dios?

El versículo 37 apunta a una mujer que se acercó a Dios y dijo «sí» a un futuro inesperado y no bienvenido.

La gratitud de Ana sostenía su ministerio

Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones (v. 37)

Como puede afirmar cualquiera que haya perdido a un cónyuge, Ana necesitaba la gracia de Dios para salir del abismo del dolor y entrar en una vida con un nuevo propósito. Su ministerio nació de una trágica pérdida. Esta viuda, ahora casada con su Hacedor (Isaías 54:5), se dedicó a la obra del Señor. Las prioridades de su ministerio eran servir en el templo, ayunando y orando día tras día. Ana encarna la descripción de una verdadera viuda en 1 Tim. 5:5, «la que en verdad es viuda y se ha quedado sola, tiene puesta su esperanza en Dios y continúa en súplicas y oraciones noche y día».

Tengo una amiga, Marcia, que sirve a Jesús como Ana. Ella es soltera, pero no por elección. Su esposo incrédulo se divorció de ella hace muchos años. Después de servir en el ministerio vocacional, ahora se desempeña como una mujer mayor sin un título oficial ni un cheque de pago. Ella pasa los días en su iglesia local animando a los santos, dirigiendo la oración, reuniéndose personalmente con almas agobiadas o colaborando para ayudar cuando sea necesario. Marcia entrega generosamente sus dones espirituales al Cuerpo de Cristo sin un plan de jubilación a la vista.

¿Qué nos mantiene en el ministerio? Cualquier intento de borrar los lamentos o la vergüenza, demostrar que somos dignos, ganarnos el favor de Dios o erigir una plataforma de celebridades, no nos llevará muy lejos antes de que el tren salte de la vía. No puedo hablar en nombre de Ana, pero me imagino que se mantuvo gracias a una gratitud insondable por la provisión y la gracia de Dios a lo largo de su vida. Además de su amor por la Palabra de Dios y por la comunidad de Su pueblo (su verdadera familia), la esperanza de Ana no se basaba en deseos, sino en una fe inquebrantable en las promesas de Dios.

Si bien algunos sirvientes podrían optar por dar un paso atrás y tomarse un tiempo para sí mismos en los siguientes años de su vida, esto no fue así en el caso de Ana. En lugar de entregar su ministerio a la generación más joven, ella era como las personas justas descritas en el Salmo 92:14, que «Aun en la vejez darán fruto; estarán vigorosos y muy verdes».

La esperanza futura de Ana cumplida

Llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios y hablaba del Niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén. (v. 38)

Me imagino que Ana, como la mayoría de las mujeres, nunca dejó de desear un marido o un hijo. Es posible que haya orado sin palabras durante años, solo con gemidos y lágrimas. Amiga, tú y yo tenemos anhelos agonizantes que quizás nunca se cumplan en la tierra. Pero podemos estar agradecidas por esto: los deseos insatisfechos nos mantienen añorando nuestro verdadero hogar en el cielo, y podemos estar seguras de que Dios suplirá nuestras necesidades a Su manera perfectamente programada.

Desde el principio de los tiempos, Dios eligió un plan sorprendente para Ana: su sueño de tener una familia se desvaneció. Me pregunto si Ana experimentó momentos en los que sintió que Él la había pasado por alto, hasta ese fatídico día. Su Padre celestial tenía algo mejor en mente, contemplar al niño Jesús, en lugar de abrazar y criar a su propio hijo biológico.

¡Oh, Sus caminos y pensamientos son tan diferentes a los nuestros! (Isaías 55:9)

Las Escrituras detallan que Simeón sostuvo al niño Jesús mientras profetizaba,

«Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.» (Lucas 2:34–35)

¿No te imaginas a Ana parada junto a María para animarla mientras trataba de comprender las desconcertantes palabras de Simeón? ¿Será posible que los instintos maternos de Ana se apoderaran de ella cuando extendió las manos pidiendo permiso para tomar a Jesús en sus brazos?

Ponte en el lugar de Ana. Reflexiona sobre el momento desgarrador. Nada de lo que el mundo tenía que ofrecerle a Ana podía estar a la altura de acunar al Bebé que es Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno y Príncipe de Paz. Imagina el gozo, el amor y el asombro que estalló a través de cada célula de todo su ser mientras miraba el rostro de Dios. ¡Qué clímax para la historia de Ana!

¡En verdad, Sus caminos y pensamientos son tan diferentes a los nuestros!

¿Seguirás el modelo de Ana?

Dios está escribiendo una historia igualmente asombrosa a través de tu vida. Él está usando tu influencia y tus oraciones para ayudar a dar forma a las historias de las personas a las que sirves en el ministerio. Ya sea para servirle en la iglesia local, en el campo misionero o en tu propio patio trasero, no será lo que esperas. Será difícil. Te desanimarás y querrás rendirte. Y cuando lo hagas, vuelve a considerar la maravilla de todo esto: el privilegio de ser la sierva del Rey de reyes y Señor de señores.

Ana nunca se rindió, a pesar del costo diario del ministerio. Cumplió su llamado mientras esperaba ardientemente la llegada del Mesías. Una vez que miró Su belleza, no pudo contener su amor por Jesús ni dejar de hablar sobre el valor inestimable de la salvación a través de Su nombre. Con nuestros ojos fijos en Jesús, también nosotras perseveraremos en el ministerio hasta el final.

Miremos a Ana como nuestro modelo mientras servimos fielmente y esperamos la segunda venida de Jesús contando y volviendo a contar Sus palabras:

«Por tanto, Yo vengo pronto, y Mi recompensa está conmigo para recompensar a cada uno según sea su obra. Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Último, el Principio y el Fin». (Apocalipsis 22:12-13)

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Sobre el autor

Leslie Bennett

Leslie Bennett se desempeñó como Directora de Ministerios de la Mujer durante doce años antes de unirse a Revive Our Hearts en las iniciativas del ministerio de mujeres. También es la administradora de contenido del blog Revive Our Hearts 'Leader … leer más …


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