Amplía el alcance de tu ministerio a través de la oración

Debió haber sido de consuelo para los cristianos del primer siglo saber que el apóstol Pablo no se olvidó de sus hermanos y hermanas en la fe una vez fueron salvos. Predicar el evangelio, enseñar, advertir, corregir y amar a estos santos no era suficiente para este evangelista. La oración era (y aún es) el ingrediente esencial de un ministerio invadido y dirigido por el Espíritu de Dios.

Considera las cartas de Pablo a sus amigos en la fe:

«Sin cesar hago mención de ustedes siempre en mis oraciones» (Ro. 1: 9-10).

«Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, mencionándolos en nuestras oraciones» (1 Tes. 1:2).

Sin cesar, noche y día, me acuerdo de ti en mis oraciones (2 Ti. 1:3). (Ver también 1 Cor. 1:4, Ef. 1:16, Flp. 1:3, Col. 1:9, 2 Tes. 1:11, Flm. 1:4)

¿Verían a quienes enseñamos la misma evidencia de una ferviente vida de oración en nosotras? 

El llamado a la oración

Si ese es el caso, y lo es (Sal. 99:6-7), admitamos primero que la oración es una lucha común para las maestras del ministerio. Plazos apremiantes, presión para accionar e interrupciones, afectan muy a menudo nuestro deseo sincero de llevar a las mujeres ante el trono de la gracia. Tal vez ha rondado por tu cabeza un pensamiento similar a este…Deberíamos de orar más por las mujeres, no solo llenar el calendario ministerial de grandiosas actividades. 

¿Podría ser que la actividad vigorosa del calendario ministerial haya logrado desplazar el ministerio de oración?

Un ministerio que prioriza la oración puede estar confiado en que un Dios todopoderoso está obrando en cada vida, sin importar si una mujer se inscribe en un estudio bíblico, si está presente para servir a los ancianos o si participa en eventos. (Como evidencia, recuerda lo que sucedió a raíz de una oración ferviente cuando Moisés le suplicó a Dios por los israelitas adoradores del becerro de oro y cuando la iglesia intercedió por Pedro mientras estaba encadenado en prisión.)

Entonces, ¿es posible que un ministerio pueda alcanzar a todas las mujeres que pudieran estar participando, pero no lo hacen? 

Creo que la respuesta es sí. Aquí hay dos llamadas para tomar medidas que te ayudarán a ampliar tu alcance.

  1. Amplía tu ministerio a través de la oración personal.

Primero, agrega en la parte superior de tu descripción de empleo, «ora por las mujeres». Luego, sé fiel en cultivar una vida personal de oración. Yo utilizo un sencillo sistema de fichas para registrar las necesidades de oración de mujeres a quienes dirijo. En forma de hábito les pregunto cómo puedo orar por ellas. Lo que comparten en su respuesta puede requerir de solo una oración en el momento o puede significar que yo la acompañe en su sufrimiento por meses o hasta años. Mantén tu promesa y recuérdale que no te has olvidado de ella. Solo toma un minuto el animar a alguien por quien estás orando a través de un mensaje.

Cuando estás dirigiendo a un gran número en la iglesia o un estudio bíblico en la comunidad, quizás te preguntes, ¿es factible orar regularmente por cada mujer? Tal vez no. Pero mantén tus oídos alertas para un segundo llamado para pasar a la acción.

  1. Amplía tu ministerio a través de un equipo de oración.

La oración no es una tarea que debe ser delegada, pero el impacto de un ministerio puede ser multiplicado al desarrollar un equipo de oración. Aquí una manera:

  • Moviliza todas las guerreras de oración que puedas. Pídele a Dios que te provea mujeres quienes estén dispuestas a gastar sus rodillas.
  • Reparte todos los nombres de mujeres y distribúyelas equitativamente.
  • Cada mes selecciona un pasaje de la Escritura que refleje una virtud piadosa para orar sobre cada una. Envíaselo al equipo por medio de algún medio de comunicación junto con una oración específica.
  • Para empezar, considera estas características piadosas: gratitud, humildad, arrepentimiento, santidad, perdón, hospitalidad, amantes de la Palabra.

Las maestras del ministerio tienen el privilegio de no solo enseñar y dirigir, sino también de interceder por mujeres. El consejo del apóstol Pablo al joven líder de la iglesia, Timoteo—y a nosotras—es:

«Exhorto, pues, ante todo que se hagan plegarias, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres….esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad» (1 Ti. 2:1-4).

Pablo no solo nos dice, sino nos demuestra, cómo ser constantes en la oración (Ro. 12:12; 1 Tes. 5:17). Hermanas, si anhelamos ver en el ministerio resultados tamaño Dios y guiados por el Espíritu, sigamos el ejemplo de Pablo en arrodillarnos ¡y ocuparnos en la oración!

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Sobre el autor

Leslie Bennett

Leslie Bennett se desempeñó como Directora de Ministerios de la Mujer durante doce años antes de unirse a Revive Our Hearts en las iniciativas del ministerio de mujeres. También es la administradora de contenido del blog Revive Our Hearts 'Leader … leer más …


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