¿Adónde se han ido todas las voluntarias?

En mi trabajo de alentar y equipar a los ministerios de mujeres en todo el sureste, a menudo escucho una preocupación común de las maestras del ministerio. Esta preocupación la expresan tanto las iglesias grandes como las pequeñas. La comparten las que están en ministerios nuevos y las que llevan mucho tiempo en ellos. Aunque no es la única preocupación para las maestras de ministerio, es una preocupación general.

¿Cuál es la preocupación? La escasez de voluntarias en el ministerio.

Quizás tengas la misma preocupación. Al comienzo de un nuevo año de estudios bíblicos, luchas por encontrar maestras para el estudio vespertino. El equipo para el retiro anual es muy pequeño para llevar a cabo la tarea. En la hoja de inscripción para la mentoría hay más mujeres inscritas para recibir mentoría que para darla. Sientes que ha llegado el momento para pasar la batuta para que alguien más coordine el equipo ministerial, pero no hay nada disponible para recibirla. 

No es ningún secreto que el veinte porciento de la membresía de una iglesia hace el ochenta porciento del trabajo. La pregunta es, ¿qué puede estar impidiendo que las mujeres se ofrezcan como voluntarias al ministerio?

Cuatro obstáculos para las voluntarias del ministerio

Las mujeres de tu iglesia carecen de tiempo

El tiempo es un problema para todas nosotras. Aunque todas tenemos el mismo número de horas asignadas al día, siempre hay más cosas que hacer que tiempo para hacerlas. Ciertamente vivimos en una cultura ocupada y acelerada. Muchas cosas reclaman nuestro tiempo y atención. El trabajo. Vida familiar. Actividades extraescolares. Problemas de salud. Crisis de la vida. Todas estas cosas y más llenan nuestros días. Las mujeres que tienen niños a menudo se ven obligadas a servir de voluntarias para la escuela de sus hijos (as), el equipo deportivo u otras actividades. Si a eso le añadimos los compromisos laborales, muchas mujeres se sienten abrumadas antes de poder siquiera considerar servir en ministerios de la iglesia.

Las mujeres de tu iglesia carecen de entrenamiento

Algunas mujeres dudan en ser voluntarias porque no se sienten equipadas. Pudieran tener el deseo de servir, pero carecen de entrenamiento. Puede que quieran enseñar un estudio bíblico, pero temen cometer un error. Puede que quieran ser mentoras de una mujer más joven, pero no sabrían ni por dónde empezar. Puede que tengan un corazón hacia el servicio, pero no tienen instrucciones de cómo hacerlo en la iglesia. Estas mujeres tienen dones para servir en el ministerio, pero no tienen a nadie que las acompañe y las prepare para servir.

Las mujeres en tu iglesia están cansadas y agotadas

Hay mujeres que se han ofrecido como voluntarias para tantas cosas durante tantos años que simplemente están cansadas. Agotadas. Exhaustas. Simplemente no pueden ayudar con una cosa más. Sus almas se sienten lánguidas y desgastadas. No pueden recordar cuándo han tenido un descanso de sus labores ministeriales. Sienten que ya no tienen nada que dar. Necesitan ser recargadas de nuevo antes de que puedan ser derramadas otra vez. 

Las mujeres de tu iglesia no ven una oportunidad clara

Algunas mujeres están dispuestas a ofrecerse como voluntarias, pero pareciera que no hay vacantes. Tal vez están dotadas para la enseñanza, pero la misma persona ha enseñado el estudio de los miércoles por la mañana por décadas y no está dispuesta a desprenderse de esa responsabilidad. Las mujeres pueden estar dotadas de creatividad, pero no ven un espacio para utilizar sus habilidades. Puede que algunas vean todas las tareas de voluntariado asumidas por mujeres de una determinada época y etapa de vida y piensan que no hace falta alguien fuera de esa edad y etapa.

Abordando obstáculos para servir en el ministerio

Por todas esas razones y más, las mujeres dudan en servir en el ministerio. Pero, ¿cómo podemos remover algunos de estos obstáculos que impiden a las mujeres servir?

Muéstrales que sus dones espirituales son esenciales para la iglesia

Uno de los primeros lugares para comenzar es con una comprensión completa de cómo Dios ha creado y obra a través de Su iglesia. La Biblia describe a la iglesia como un cuerpo compuesto por partes individuales (1 Cor. 12). Dios nos creó a cada una de nosotras con dones únicos, y cada uno de esos dones es esencial para hacer que el cuerpo trabaje y funcione. No fuimos creadas para ser independientes, sino interdependientes; nos necesitamos. Necesitamos a cada mujer en la iglesia compartiendo y usando su don.

Ahora bien, esto no significa que todas las mujeres utilicen su don en el ministerio de mujeres. Su don puede ser con niños, en el equipo de alabanza o en el comité de misiones. Dondequiera que sirva, es importante que esté involucrada en el ministerio. Porque «todo el cuerpo, estando bien ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen, conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor» (Ef. 4:16).

No todo el mundo se da cuenta de sus dones y llamados, y puede que necesitemos ayudar a nuestras hermanas a identificarlos. Cuando vemos un don espiritual en la vida de alguien, debemos señalarlo y ayudar a esta hermana a explorar las formas en que puede utilizarlo en la iglesia. Con la evolución del ministerio de la iglesia para incluir plataformas virtuales, hay nuevas oportunidades para utilizar los dones en tecnología y medios sociales. Cuando vemos que surge un don, podemos ayudar a esa persona a cultivarlo y orientarla para que siga desarrollando su don. Podemos ofrecerle oportunidades para que practique y ejecute su don. Y podemos honrarla por su don, agradeciéndole por usarlo para la gloria de Dios.

Muéstrales que servir a la iglesia paga dividendos eternos

Además, tenemos que crear una cultura en la que los miembros de la iglesia no la vean como otro lugar donde cumplir un deber cívico, sino como un cuerpo vivo—un cuerpo espiritual que necesita que sus miembros crezcan y florezcan. El tiempo que invertimos en la iglesia tiene una recompensa muy diferente al tiempo que podríamos invertir en un club social u otra organización. Sus dividendos pagan mucho más que el aprecio de los vecinos o un elemento adicional en tu currículum laboral. El tiempo que invertimos en el cuerpo de Cristo tiene consecuencias eternas. Cuando servimos como voluntarias y usamos nuestros dones para edificar la iglesia, sus efectos perduran mucho más allá de nuestro tiempo en la tierra.

Muéstrales que las voluntarias necesitan tiempos de descanso

Al mismo tiempo, debemos tener cuidado con el agotamiento. Demasiadas personas en la iglesia están simplemente agotadas. Es importante que comprendamos lo perjudicial que es el agotamiento para la iglesia y para nuestras propias vidas. No podemos ayudar y servir a los demás si estamos vacías. Necesitamos tomarnos temporadas de descanso para refrescarnos y renovarnos. Es útil cuando los equipos del ministerio de mujeres hacen un compromiso para reemplazar a sus miembros con regularidad para que las voluntarias tengan la oportunidad de descansar. Esto significa que mientras una persona está sirviendo como maestra, miembro de comité, coordinadora o de alguna otra manera, siempre está preparando y entrenando a la siguiente persona que venga después de ella para tomar su lugar. El ministerio no puede guiarse por personalidades. No se trata de las personas que sirven, sino de Aquel a quien sirven.

Así que, ¿dónde están todas las voluntarias? Están ahí, en nuestras iglesias. Solo necesitan ser desarrolladas y nutridas. Considera hoy en oración quién podría necesitar estímulo para utilizar sus dones para el bien de tu iglesia.

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Sobre el autor

Christina Fox

Christina recibió su título de licenciatura del Covenant College y de maestría en consejería, de la Universidad Atlantic de Palm Beach.  Escribe para varios ministerios y publicaciones incluyendo Desiring God y Gospel Coalition.  Es la editora de un blog de … leer más …


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