Hoy es el mejor día para aprender acerca de la providencia de Dios

Los informes sobre sucesos catastróficos se están convirtiendo en una forma de vida. Después de un trágico tiroteo masivo, mi esposo, Larry, asistió a una reunión de la iglesia para recibir un entrenamiento que te prepara ante una crisis: cómo salir con vida ante una situación de crisis. El profesional de emergencias destacó la importancia de entrenarse antes de que surja la necesidad, porque cuando llegan los problemas, respondemos sin formación o reaccionamos por miedo.

Lo mismo ocurre en el ámbito espiritual. Responderemos de acuerdo al entrenamiento que hemos recibido sobre cómo confiar en la providencia de Dios o reaccionaremos conforme a nuestras circunstancias desde una perspectiva de temor. Responderemos y descansaremos en la verdad de que Dios tiene el control sobre todo lo que afecta a nuestras vidas o reaccionaremos a la urgencia del momento que nos grita que nadie tiene el control.

¿Reaccionaremos o responderemos?

Es posible que nunca nos enfrentemos a una situación de emergencia de vida o muerte, pero muchos momentos de la vida ponen a prueba nuestros límites físicos, emocionales y espirituales. Muy a menudo reacciono como una ardilla que lucha por su vida en medio de una calle principal. ¿No preferiríamos responder como un guardia de tránsito confiado, dirigiendo nuestras emociones hacia la seguridad de la verdad de Dios? La diferencia entre una ardilla despavorida y nosotros —además de pelaje y cola— es el entrenamiento y un poco más de inteligencia.

Cuando mi exhausto hijo de dieciocho años condujo en medio de la noche en medio de una tempestad de truenos en Florida, era demasiado tarde para inscribirme en un estudio bíblico sobre «Cómo confiar en la providencia de Dios cuando tu hijo puede morir».

Si no hubiera sabido cómo confiar en Dios con mis miedos, habría estado condenada a una noche interminable de lágrimas fuertes que me harían sonarme la nariz y empapar mi almohada hasta que mi hijo entrara a nuestra casa a las 5 de la mañana.

Cuando mamá me llamó para decirme que tenía un cáncer terminal, su noticia me destrozó el corazón antes de que tuviera tiempo de leer un libro sobre «Cómo recordar que Dios tiene el control cuando tu vida se desmorona». Si no hubiera confiado ya en Su gloriosa providencia, me habría desplomado en el suelo y le habría agitado los puños a Dios.

¿Estarás preparada cuando las penas sean como las olas del mar?

El 22 de noviembre de 1873, cierto abogado de Chicago necesitaba conocer y creer en la providencia de Dios. Tras arruinarse económicamente en el gran incendio de Chicago de 1871, este abogado envió a su esposa e hijas a Europa en el transatlántico S.S. Ville de Havre. En medio del Atlántico se produjo una tragedia y su barco se hundió en el océano. El desastroso accidente cobró la vida de 226 personas, entre ellas las cuatro hijas de Horatio y Anna Spafford.

Horacio no tuvo tiempo para un estudio bíblico de cuatro semanas sobre «Confiar en el plan de Cristo cuando tu corazón está destrozado», cuando abrió el telegrama de Anna y leyó: «Salva yo solamente». Solo podía responder de acuerdo a la verdad que ya había aprendido sobre Dios.

Cuando Horacio navegó por el Atlántico para traer a Ana a casa, el capitán del barco le llamó a su camarote cuando llegaron cerca del lugar donde sus hijas habían dejado este mundo. ¿Quién le culparía si se hubiera derrumbado por la pena? ¿O si hubiera gritado de rabia contra Dios por no haber salvado a sus hijas? Pero en su dolor más profundo, Horacio confió en la providencia infalible de Dios y escribió uno de los himnos más queridos del mundo, «Estoy bien con mi Dios».

De paz inundada mi senda ya esté 

o cúbrala un mar de aflicción

Mi suerte, cualquiera que sea, diré: 

«Estoy bien, estoy bien, con mi Dios» 

Horacio perdió a sus cuatro hijas en el Atlántico, pero no perdió la cabeza, ni la fe, ni las ganas de vivir, porque las verdades inmutables que conocía sobre Dios y su divina providencia le sostenían.

¿Qué es la providencia divina?

Uno de mis pastores y teólogos favoritos, J. I. Packer, explica la providencia de Dios con una elocuencia sublime como: «La incesante actividad del Creador por la que, con desbordante generosidad y buena voluntad, sostiene a Sus criaturas en una existencia ordenada, guiando y gobernando todos los acontecimientos, circunstancias y actos libres de ángeles y hombres, y dirige todo hacia su meta señalada, para Su propia gloria».

Yo explico la providencia de Dios con palabras más pequeñas, menos expresivas. Yo lo describo como la capacidad de Dios de hacer lo que quiera con quien quiera o lo que quiera para el fin que quiera (Lam. 3:37, Sal. 135:6, Job 42:2). Nadie puede detener Su mano, porque solo Él es soberano (Dan. 4:35). Él es absolutamente libre y completamente capaz de hacer todo lo que está decidido a hacer (Ef. 1:11), y todo lo que Él está decidido a hacer es para nuestro bien y Su gloria (Is. 48:9-11).

En resumen, la providencia de Dios significa que todo va a ir bien. Podemos sonreír ante el futuro aunque lloremos por el presente. Podemos enjugar nuestras lágrimas y descansar en Él. Nuestro Dios bueno y soberano tiene el control.

Puede que nuestras vidas y circunstancias no resulten exactamente como pensamos que deberían ser, pero eso es solo porque no sabemos todo lo que Dios sabe. Si lo hiciéramos, haríamos todo exactamente como Él lo hace. Y aceptaríamos todo lo que Él nos trae. Estaríamos de pie, arraigadas con fuerza, incluso en las tormentas más feroces. Si supiéramos todo lo que Dios sabe.

Pero como no lo sabemos, confiamos, aunque no con fe ciega. A través de Su Espíritu que mora en nosotras y de la Palabra inspirada, Dios ha dado a las que le pertenecemos todo lo que necesitamos saber para descansar en la verdad de quién es Él, lo que ha hecho y lo que va a hacer. Pero si nunca nos esforzamos por aprender la Verdad, nunca podremos confiar en ella.

El miedo prospera donde la ignorancia florece

Otra realidad importante sobre la naturaleza humana es que tendemos a temer lo que no entendemos. Mi primera experiencia con el buceo lo demuestra.

Larry y yo estábamos de vacaciones con unos amigos en las Bahamas. Todos allí eran buceadores certificados, excepto yo. Podía bucear con tubo todo el día, pero nunca había tocado una botella de oxígeno, y mucho menos usado una. A pesar de todo, me la puse, recibí instrucciones básicas (respirar por la boquilla, no por la nariz) y me lancé al mar.

Pero entonces el cinturón de gravedad empezó a arrastrarme bajo el agua. El pánico se apoderó de mí. Me agité como un pez en un anzuelo. Mi esposo me rescató inmediatamente de las doce pulgadas a las que había descendido bajo el mar. Me sentí tonta, pero no pude evitarlo. Sin el entrenamiento adecuado, reaccioné con mis frenéticas emociones pensando: «¡Voy a morir!».

Me desprendí del equipo de buceo y pasé el resto del día buceando con un tubo tranquilamente porque confiaba en mi entrenamiento para ese tipo de buceo.

Todos disfrutamos de un día encantador, pero sospecho que Larry y nuestros amigos lo disfrutaron aún más. Mientras yo tenía que revolotear de un lado a otro entre el coral y la superficie, su entrenamiento les permitió permanecer entre los peces vibrantes. Yo me lo perdí porque el miedo prosperó donde mi ignorancia floreció.

Conocer la providencia de Dios es como ponerse el mejor equipo de buceo y explorar los lugares más profundos y oscuros de nuestra vida sin miedo, porque nuestro entrenamiento controla nuestras reacciones. Podemos responder con la Verdad en lugar de reaccionar por miedo cuando conocemos y confiamos en la divina providencia de Dios. Podemos repetir como Horatio Spafford y proclamar «estoy bien con mi Dios».

¿Estás bien con tu Dios?

¿Estás bien con tu Dios cuando te enfrentas con dificultades o tus emociones te arrojan sin piedad sobre olas de ira, miedo y desesperanza? ¿Te arrastran a las profundidades de las esperanzas rotas y te dejan ahogando en la desesperación o has aprendido la verdad de que Dios siempre tiene el control?

Si no has descubierto el consuelo sustentador de la gloriosa providencia de Dios, hoy es el mejor día para conocerlo. Antes de que la vida te hunda en la desesperación. Antes de que necesites comprender Su providencia y cómo confiar en ella.

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Sobre el autor

Jean Wilund

A Jean Wilund le apasiona guiar a las mujeres hacia una mayor comprensión de la Biblia y una relación más profunda con Dios. Trabaja en Revive Our Hearts como parte del equipo de blogs, en especial para 'Leader Connection'. También … leer más …


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