6 principios para enseñar a las mujeres que nos hieren

Las relaciones son complicadas. Si has servido por algún tiempo en el ministerio, sabes que en algún momento las personalidades chocarán, habrá malentendidos y sensibilidades heridas.

Algunas mujeres parecen tener talento para herir a otras. Como un tornado, avanzan dejando un rastro de ruinas a su paso. Como maestras del ministerio de mujeres y esposas de pastores, inevitablemente nos encontraremos con mujeres que nos hieren a nosotras y a las demás. Estos encuentros pueden dejarnos aturdidas y exhaustas.

Cuando me ha costado trabajo enseñar a mujeres que me hieren, me ayuda recordar que Dios ha traído a estas personas a mi vida por una razón, y que yo las necesito tanto como ellas a mí. Pero no siempre es fácil, así que si te encuentras apretando los dientes cada vez que te relacionas con mujeres que hieren, estos seis principios pueden ayudarte a encontrar el camino a seguir:

1. Recuerda que tu ministerio no se trata de ti

Al enseñar a mujeres que nos hieren, para empezar, es importante recordar por qué estamos trabajando en el ministerio. Servimos para que el cuerpo de Cristo sea edificado en amor (Ef. 4:16), no porque el ministerio nos dé una sensación de autorrealización o una vía para alcanzar nuestro potencial personal.

Es fácil dejar que las críticas nos hieran cuando hemos cuidado de un proyecto ministerial de inicio a fin. Es como nuestro bebé, y cuando nuestro trabajo es criticado, puede sentirse como si estuviéramos siendo atacados personalmente. Pero Dios quiere que sostengamos los éxitos y fracasos del ministerio con las manos abiertas porque nuestro trabajo no se trata de nosotras.

Robert Murray M'Cheyne, un pastor escocés del siglo XVIII, escribió: «Necesito estar dispuesto a ser olvidado». A menudo he utilizado esta lista como prueba para mi propio corazón:

  • ¿Estoy dispuesto a que las personas a las que sirvo me pasen por alto y me olviden?
  • ¿Necesito ser reafirmada y que se me tome en cuenta?
  • ¿Es suficiente que Dios vea mi trabajo y que mi recompensa esté en el cielo?

2. Siempre que sea posible, pasa por alto una ofensa

El amor cubre multitud de pecados, y una de las mejores maneras en que podemos amar a la gente es pasando por alto aquellos comentarios insensibles. El mundo dice que debemos defendernos, pero la Palabra de Dios dice que pasar por alto una ofensa es nuestra «gloria» (Prov. 19:11). Hay momentos en que es correcto enojarse, pero la mayoría de las ofensas que nos provocan ira no valen la pena.

Cuando Jesús fue ultrajado, «se encomendaba a Aquel que juzga con justicia» (1 Pd. 2:23). Jesús nos muestra con Su ejemplo que podemos soportar ser heridos porque Dios ve y juzgará con justicia. Cuando pasamos por alto una ofensa, no renunciamos a la reivindicación; la dejamos para más adelante y la confiamos a un Juez mejor.

3. Cree que Dios usará el pecado de aquella mujer para tu bien.

Tengo la teoría de que Dios trae personas difíciles a nuestras vidas cuando más las necesitamos. Pasar tiempo con una mujer difícil puede ser como pasar una tarde frotándose contra una lija. No es agradable. Pero a veces necesitamos esos encuentros difíciles para limar nuestras asperezas.

Cada herida es una oportunidad para crecer en santificación. Como cuando se quitan las capas de una cebolla, con cada confrontación Dios expone nuevos pecados en nosotros. Cuando estoy impresionada por un comentario hiriente, encuentro que estas preguntas de introspección son beneficiosas.

  • ¿Soy demasiado sensible a las críticas? ¿Por qué? Si Dios me acepta en Cristo, ¿por qué anhelo la aprobación de los demás?
  • ¿Me encargo de muchas cosas? ¿Necesito humillarme y pedir ayuda?
  • ¿He hecho que mi ministerio gire en torno a mí? Tal vez Dios me está pidiendo que suelte mi control sobre un proyecto u objetivo ministerial en particular.

Hay una razón por la que Jesús nos dijo que sacáramos la viga de nuestro propio ojo antes de tratar la paja en el ojo ajeno (Mt. 7:3-5). Sí, puede que estén pecando contra nosotras, pero sin duda nosotras también tenemos pecados que tratar en nuestros propios corazones.

4. Desarrolla empatía hacia ella.

Por difícil que parezca, como maestras, debemos desarrollar empatía hacia las mujeres difíciles. A veces las personas no han tenido la oportunidad de desarrollar las habilidades vitales que necesitan. No han aprendido a empatizar o a ser conscientes de los sentimientos de los demás. A veces han tenido situaciones difíciles en su pasado que les dificultan relacionarse con la gente. A menudo tienen dificultades para relacionarse y sufren por ello.

Aunque suene a cliché, tenemos que ponernos en su lugar. Cuando empezamos a entender por qué las mujeres difíciles actúan como lo hacen, se nos ablanda el corazón y nos resulta más fácil amarlas.

5. Confróntala si es necesario.

Cuando una mujer muestra un patrón de lenguaje hiriente, nuestra tendencia es evitarla o aplacarla. Pero nuestro silencio no ayuda. Si ella ha chismeado, calumniado o hablando falsamente de alguien, una confrontación amable es un paso importante. Mateo 18:15 nos dice que si alguien peca contra nosotros, debemos confrontarlo en privado. ¡Y esperemos que no sea necesario ir más lejos!

La confrontación es difícil, pero Mateo nos enseña una recompensa para comprometernos con una mujer hiriente. Si ella nos escucha hemos «ganado una hermana». Recuerdo una ocasión en que una amiga me confrontó por algo que dije y que la lastimó. Me dolió lo que había hecho, pero le agradecí mucho que me diera la oportunidad de disculparme. Habría sido más fácil para ella dejarme de lado, hablar sobre mí o sacar conclusiones precipitadas sobre mis motivaciones. Pero no hizo nada de eso. Se dirigió a mí en privado y, con gran dulzura y humildad, me explicó cómo la había herido. Cuando se enfrentó a mí de este modo, ganó una hermana, y hoy estoy agradecida de poder llamarla amiga.

6. Recuerda que la gracia de Dios está actuando en la vida de esa mujer.

Cuando lucho por amar a mi hermana, me ayuda recordar que Dio1.  también actúa en su vida. Ella es más que sus patrones pecaminosos. Es un ser eterno a quien Dios ha amado, redimido y perdonado. Él está trabajando en su vida incluso ahora, haciéndola apta para el cielo. Puede que te cueste ver sus virtudes, pero un día estarás a su lado en la gloria, adorando a Dios por toda la eternidad.

No conocemos todas las razones por las que Dios permite que en nuestras vidas haya personas que nos hieren. Pero si te sientes mal o derrotada por las palabras pecaminosas de otras, consuélate con el hecho de que Dios juzgará con justicia. Él no requiere que arregles los problemas de todos o que asegures un resultado positivo. Simplemente te pide que seas fiel. Un día, quizás antes de lo que piensas, Él regresará, y esas heridas serán un débil recuerdo superado por la mayor alegría que jamás hayas conocido.

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Sobre el autor

Christel Humfrey

Christel es esposa de pastor y madre. Tiene una Licenciatura en Arte, en Música, con ballet como asignatura secundaria. Contra todas las posibilidades, ella se enamoró de un vaquero. Juntos tienen tres hijos y ministran en Calgary, Canadá. En su … leer más …


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