Cuando el Señor me llamó a dirigir los ministerios para mujeres en mi iglesia, no tenía ningún modelo o experiencia pasada en la que pudiera apoyarme. Esto fue bueno porque me ayudó a reconocer mi completa y absoluta necesidad de que el Espíritu de Dios me guiara, me proveyera y me capacitara para un rol que yo era incapaz de hacer sin Él.
Pero la falta de experiencia también me planteó retos que solo el tiempo, la experiencia y consejos piadosos me han ayudado a superar. Y nada me ha recordado más mi necesidad de sabiduría, discernimiento y la ayuda de mis líderes que las mujeres que han acudido a mí en busca de consejo. Porque aunque nunca he recibido formación académica en este campo, la realidad es que muchas mujeres acuden a mí en busca de consejo.
Por lo tanto, como alguien cuyo entrenador personal es el maravilloso consejero, Jesucristo, a través de Su Palabra suficiente, aquí hay cinco maneras en las que podemos aconsejar a las mujeres en sintonía con los propósitos de Dios y la misión de Su Iglesia.
1. Define tu visión y misión para un ministerio a las mujeres guiado por el evangelio.
Antes de que podamos siquiera comenzar a discutir el rol de la consejería, debemos determinar los propósitos de Dios para el ministerio de mujeres en nuestra iglesia. Digo esto porque, a menos que definas esto y establezcas metas y estrategias que te ayuden a lograrlo, es probable que tu tiempo sea ocupado por mujeres que buscan consejo. Con ese fin, he aquí tres sugerencias.
- Busca la sabiduría del Señor a través de la oración, la Palabra de Dios y recursos confiables.
- Busca dirección y claridad en cuanto a las expectativas de tus líderes.
- Evalúa periódicamente y reorienta tu tiempo y recursos hacia el cumplimiento de tu misión general.
2. Recuerda que no puedes dar a las demás mujeres lo que no posees.
Es importante tomar en cuenta que cualquier cosa útil que podamos ofrecer a las mujeres fluirá en última instancia de nuestra relación personal con Cristo. Todo ministerio, ya sea capacitar líderes, establecer programas, hablar, escribir u ofrecer consejo a las mujeres, encontrará su fuente de poder y eficacia a través de la obra continua del Espíritu en nuestras propias vidas. Esto significa:
- Nuestro tiempo en la Palabra de Dios y en la oración debe ser viva y creciente.
- Debemos rodearnos de mujeres piadosas que nos animarán y orarán fielmente por nosotras.
- Debemos aprender a predicarnos el evangelio antes que intentemos proclamarlo a las demás.
3. Lo que muchas mujeres piensan que necesitan no es lo que más necesitan.
Si tu iglesia se parece en algo a la mía, la mayoría de las mujeres están luchando con algo. Si has estado enseñando por cualquier cantidad de tiempo, sabes que las necesidades van desde las mujeres que simplemente se sienten solas y desconectadas, a las que están en crisis y necesitan atención inmediata.
¿Cómo podemos servir mejor a las mujeres que han dado a sus emociones más autoridad que a la Palabra de Dios? ¿Qué tenemos que decir a una mujer cuyo marido le ha sido infiel, a una soltera que se siente olvidada?
Es fácil sentirse inadecuada para el papel que se nos ha asignado y, de hecho, ¡lo somos! Sin embargo, gracias al poder del Espíritu de Dios y de Su Palabra, estamos equipadas y capacitadas para dar lo único que toda mujer necesita, tanto si se siente sola como si sufre una crisis emocional—-el evangelio.
Hace años, una joven vino a mi oficina con lágrimas en los ojos y me contó que su marido le había sido infiel. Después de escucharla y llorar con ella, me quedé sin palabras de consuelo. Fue en ese preciso momento cuando el Espíritu me impulsó a recordarle la verdad y la esperanza del evangelio.
Mientras relataba la soberanía de Dios sobre todas nuestras circunstancias, el problema del pecado que está actuando en todos nuestros corazones, el amor de Dios que envió a Su Hijo para rescatarnos de la ira de Dios que merecemos y la gracia de Dios que nos ha despertado para ver nuestra necesidad de Él; el pensamiento ridículo de que eso no es lo que ella quería oír, saltó en mi mente y me hizo dejar de hablar.
Casi entre dientes dije: «Puede que esto no sea lo que quieras oír ahora». Pero ella contestó algo que cambió para siempre mi comprensión del poder del evangelio. Con lágrimas corriéndole por el rostro, dijo:«En realidad, ¡esto es lo más útil que he oído en dos semanas!».
El evangelio es la única verdadera esperanza que podemos ofrecer. Te animo a que puedas leer el Salmo 19:7-10.
4. Cuatro cosas que podemos hacer
Hermanas, ya sea que hayan recibido capacitación profesional o no, he aquí cuatro regalos que le puedes dar a las mujeres que acuden a ti:
- Escucha y atiende su historia haciendo preguntas aclaratorias. (Esto nos permite identificar su sufrimiento a la luz de lo que Cristo sufrió por nosotros).
- Aplica el evangelio a su situación, recordándoles quiénes son en Cristo y lo que Él ha hecho por ellas. (Esta es la oportunidad de hacer preguntas que pueden revelar dónde está actuando el pecado en ellas, señalar en lo que tienen y no tienen poder para controlar, y recordarles la soberanía de Dios sobre sus circunstancias).
- Anímalas a que en este tiempo de dolor busquen caminar con Cristo con más fe. (Aquí podrías sugerir un estudio bíblico para grupos pequeños centrado en el evangelio, una mujer madura con quien reunirse, los recursos de Aviva Nuestros Corazones, asesoramiento profesional o —en casos excepcionales— recurrir a las autoridades civiles puestas por Dios para nuestra protección).
- Ora utilizando las Escrituras que proclaman el poder, la bondad y la autoridad de Dios sobre sus vidas.
5. Descansa en el cuidado fiel del Señor hacia tus mujeres.
Es fácil llevar las cargas de las mujeres a casa con nosotros. Y a veces eso es simplemente parte del costo del ministerio. Pero aquí hay cuatro cosas que nos traerán paz, ya sea ministrando a los miembros de nuestra propia familia o a las mujeres de nuestra iglesia.
- Dios es Dios, y nosotras no lo somos.
- Él orquesta nuestras circunstancias para cumplir Sus propósitos para nuestro gozo eterno.
- Nuestro trabajo no es rescatar a las mujeres, sino apuntarlas hacia su Redentor.
- Todo pensamiento o carga es una oportunidad para orar, sabiendo que Dios ama a Sus preciosas hijas más de lo que nosotras las amamos.
Oro que encuentres gran gozo en utilizar tu rol en el ministerio de mujeres como una oportunidad para proclamar las verdades del evangelio que tiene poder para liberarnos incluso en las circunstancias más oscuras.
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