Escritora invitada: Lori Hatcher
El ácido que usábamos en clase de química quemaba todo lo que tocaba. Hizo un agujero en un bloque de madera, dejó profundas cicatrices en un recipiente de metal y estropeó para siempre una mesa de plástico. Nos poníamos gafas y guantes y utilizábamos vasos especiales diseñados para contener el líquido corrosivo, pero seguíamos teniendo dudas y miedo. Las advertencias de nuestro profesor nos infundieron un sano temor a las lesiones. Muchos optaron por no participar en el experimento, y el resto realizamos los pasos necesarios con la mayor rapidez y cuidado posibles, aliviados cuando pudimos librarnos del líquido venenoso.
Ahora que he salido del colegio y he entrado en el laboratorio de la vida, he descubierto un paralelismo con la sustancia corrosiva con la que experimentamos en clase de química: los consejeros la llaman espíritu crítico. No viene con una etiqueta de advertencia, pero sus características son igualmente destructivas.
Las palabras críticas corroen las almas tiernas.
Las mentes críticas dejan profundas cicatrices en las familias, los matrimonios y las amistades.
Los corazones críticos dañan el brillo y la belleza de la fe, la esperanza y el amor.
Un espíritu crítico amenaza con robar la alegría de todo lo que no es perfecto y de todos los que no cumplen sus expectativas. Es una bestia voraz que devora muchos esfuerzos honestos, gestos cariñosos o acciones bondadosas sin consideración.
A medida que se envenena cada relación que toca, la presión de la normativa imposible de un espíritu crítico es demasiado fuerte para soportar. Apartarse de un espíritu crítico comienza por examinar las raíces venenosas que sostienen el árbol del espíritu crítico.
Tres raíces venenosas del árbol del espíritu crítico
- Inseguridad
Un espíritu crítico se construye a sí mismo derribando a los demás. Señalar las fallas, errores y defectos de los demás puede hacer que uno se sienta presumido, inteligente y superior.
- Ingratitud
En lugar de estar agradecido por cada regalo, acción o palabra amable, el espíritu crítico lo compara todo con un estándar de perfección inalcanzable; se queja y reniega cuando el que lo hace se queda corto. Se queja de lo que no tiene en lugar de apreciar lo que sí tiene.
- Egoísmo
El espíritu crítico habita en las personas que esperan y exigen ser atendidas. Creen que sus necesidades deben satisfacerse primero, sus deseos deben atenderse rápidamente y sus preferencias deben estar por encima de las de los demás.
Afortunadamente, existe una cura para el espíritu crítico, aunque suele ser un proceso lento y doloroso. Los hábitos de destruir a la gente en lugar de edificarla, de criticar en lugar de elogiar y de quejarse en lugar de agradecer son difíciles de cambiar, pero no imposibles. Lucas 1:37 nos asegura que nada es imposible para Dios.
Cuatro pasos para cambiar un espíritu crítico
Si tú o un ser querido luchan contra un espíritu crítico, aquí tienes cuatro pasos para eliminar a este enemigo destructivo:
- Cree que eres valiosa y amada.
Cuando comprendemos plenamente que el amor de Dios no depende de nuestra capacidad para ganarnos Su favor, podemos dejar de compararnos con las personas que nos rodean y encontrar nuestro valor en Cristo. Reconocer que todos somos obras en proceso nos da espacio para extendernos la gracia a nosotras mismas y a los demás cuando no alcanzamos algún estándar imaginado.
- Reconocer que un espíritu crítico es pecaminoso.
Efesios 4:29 dice: «No salga de la boca de ustedes ninguna palabra mala, sino solo la que sea buena para edificación, según la necesidad del momento, para que imparta gracia a los que escuchan». Ver nuestra actitud destructiva a través de los ojos de Dios nos permite aplicar el principio de 1 Juan 1:9: «Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y para limpiarnos de toda maldad». Una vez que hemos confesado y abandonado nuestro espíritu crítico, podemos reclamar la victoria de Dios sobre él.
- Agradece.
Cada vez que te sientas tentada a quejarte, transforma tu queja en gratitud. Siempre hay algo que agradecer en cada situación, pero tenemos que entrenarnos para buscarlo. A medida que la gratitud se convierte en un visitante más frecuente en nuestros corazones y mentes, las emociones negativas no encuentran lugar para descansar. Con el tiempo, la gratitud se instala de forma permanente y el malhumor se marcha en busca de un nuevo lugar donde vivir.
- Busca servir.
Un corazón desinteresado piensa en los demás antes que en sí mismo. Da en lugar de recibir. Sirve en lugar de exigir servicio. Filipenses 2:4 nos ofrece un sano equilibrio: «No buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás».
Lo contrario de un espíritu crítico es un espíritu misericordioso. Las personas que poseen un espíritu misericordioso tienen una profunda comprensión de la misericordia y la bondad de Dios. Son rápidas en reconocer su propia necesidad de misericordia y están dispuestas a extender esa misma misericordia a los demás porque están agradecidas por cómo Dios las ha tratado. También son muy conscientes de que la forma en que tratan a los demás determinará, en gran parte, la forma en que Dios los tratará a ellos.
Santiago 2:12-13 nos advierte: «Así hablen ustedes y así procedan, como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque el juicio será sin misericordia para el que no ha mostrado misericordia. La misericordia triunfa sobre el juicio».
Al igual que tomé precauciones para protegerme del ácido en mi clase de química de décimo grado, también quiero protegerme a mí y a los demás del poder destructivo de un espíritu duro y crítico. Creyendo que soy valiosa y amada, reconociendo que un espíritu crítico es pecado, sustituyendo la queja por la gratitud y sirviendo a los demás, puedo convertirme en alguien que salpica gracia a todos los que encuentro. Esa es la clase de persona que quiero ser.
¿Y tú?
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