4 consejos para ayudar sabiamente a las mujeres que sufren

Escrito por Ellen Mary Dykas

Hace algunos años, cuando era una maestra inexperta en el ministerio, una mujer con años de experiencia como consejera mencionó un límite que ella mantenía en su vida profesional. Quería mantenerse emocionalmente saludable, así que puso barreras en cuanto a su disponibilidad hacia los demás. No recuerdo sus palabras exactas, ¡pero sí recuerdo que mi corazón respondió inmediatamente con juicio!

Asumí que aconsejar y cuidar a las personas que sufren significaba estar lo más disponible posible, sin importar el costo. Por supuesto que yo necesitaba sabiduría, pero ¿barreras? ¡De ninguna manera! La idea parecía ser poco amable, poco cristiana y fríamente profesional.

Wow, qué equivocada estaba.

Años después, las palabras de aquella líder experimentada moldeó cómo yo cuidaba de otras. Al igual que los participantes en carreras de resistencia necesitan puntos de control que les mantengan en el buen camino, yo me beneficio enormemente de tener puntos de control en el ministerio.

Me guían para soportar las cargas sabiamente en vez de seguir mis sentimientos o permitir que las necesidades de los demás me controlen. Hermanas, si quieres cuidar sabiamente por las mujeres que sufren, ¡necesitas marcadores para asegurar que vas por el camino correcto!

Consejos para seguir el camino correcto

A continuación encontrarás cuatro consejos que debes tomar en cuenta cuando una mujer que está sufriendo te pide ayuda. Sus cargas pueden ser una combinación de cosas que amenazan su fe, gozo, estabilidad, y salud emocional, física, espiritual y mental. Puede estar sumida en la infidelidad conyugal, enfrentando abusos sexuales del pasado, destrozada por el dolor, la decepción o la depresión, esclavizada por las adicciones, o en medio de cualquiera de las diversas pruebas que afrontamos en esta vida. Estos consejos no son exhaustivos, pero pueden ayudarte a mantenerte en un camino ministerial centrado en Jesús y alimentado por el amor sabio y perceptivo por el que oró Pablo en Filipenses 1:9-11.

#1 Desarrolla una comprensión bíblica de cómo sobrellevar cargas.

El hermoso llamado a sobrellevar nuestras cargas es un ministerio encomendado a la casa de Dios. Nos unimos siempre que «alguien es sorprendido en alguna falta» para restaurarle gentilmente a través de sobrellevar sus cargas (Gal. 6:1).

La idea de soportar va más allá de tratar con el pecado. También incluye ayudar a alguien a soportar las consecuencias problemáticas y dolorosas que acompañan al pecado. Sobrellevando cargas es una de las formas en que vivimos fielmente el evangelio: la vida de Cristo se derrama a través de nosotras hacia alguien quebrantada y lastimada por la Caída. Nos apoyamos en Dios, el único que puede soportar diariamente nuestras cargas (Sal. 68:19) sin fallar.

Pablo continúa diciendo en Gálatas 6:1: «mirándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». ¿A qué tentaciones específicas te enfrentas cuando te ves en una situación dolorosa? ¿Quizás orgullo, miedo, o querer evitar y buscar un ministerio más cómodo? O puede que luches con motivos egoístas para servir por la manera que te hace sentir y por los beneficios que obtienes al recibir elogios o porque te necesiten. Tal vez, como yo, ¡caes presa a tus sentimientos compasivos en lugar de seguir la dirección del Dios de la compasión!

Hermanas, en lugar de permitir que motivos pecaminosos nos impulsen o de tomar responsabilidad por lo que solo Jesús puede hacer, necesitamos entender que llevar cargas sabiamente se hace a través de Él y para Su gloria, para que otras sean atraídas hacia Él. Esto significa que solo Jesús, y no mis deseos ministeriales, mis dones espirituales o mis débiles reservas de compasión, es quien debe guiarme hacia una relación de sobrellevar cargas.

#2 Entiende la diferencia entre ser enseñable y manipulación.

Las personas lastimadas y pecadoras pecan contra otros y los lastiman de todas las maneras posibles. ¡Es una realidad de la vida en este lado del cielo que todas podemos responder pecaminosamente cuando se peca contra nosotras!

He escrito anteriormente acerca de relaciones enredadas. Una de las puertas de entrada para que los líderes ministeriales bien intencionados se enreden en relaciones problemáticas es la falta de discernimiento sobre si una mujer que busca ayuda es enseñable. Ella puede estar en la agonía de una profunda ira, pena o dolor emocional y puede o no estar lista o dispuesta a recibir ayuda piadosa ofrecida de una manera sana.

¿Cómo puedes discernir entre ser enseñable y la manipulación? Una mujer enseñable recibirá humildemente lo que le ofrezcas. La manipulación exige que un ayudante arregle, consuele, aconseje y ame en sus términos. Un corazón enseñable reconoce que tú eres un ayudante; una manipuladora maquina para seducirte a ser la ayudante. La capacidad de enseñanza se manifiesta en el reconocimiento de que ella es una persona entre muchas en tu vida; la manipulación te obliga con culpa y vergüenza a invertir más tiempo, energía y afecto en ella.

¿Suenan duras mis palabras? Espero que no. ¡Se basan en mi experiencia personal de ser manipulada y de ser yo misma una manipuladora! A veces las mujeres no son conscientes de que han desarrollado estos patrones. Desgraciadamente, puede que sea lo que les han enseñado y se ha convertido en una forma de buscar consuelo y atención. Solo Dios conoce los motivos de un corazón herido, así que no podemos juzgar. Necesitamos la ayuda del Espíritu para discernir estas dinámicas, de modo que podamos responder sabiamente a los gritos de ayuda de alguien, sin huir ni precipitarnos de manera imprudente.

#3 Humildemente reconoce cuando no estás capacitada para ayudar.

La mayoría de las que deseamos servir a los demás en nombre de Jesús compartimos una debilidad en común: ¡es difícil decir que no porque no parece agradable! Sin embargo, es piadoso y amoroso reconocer cuando los problemas y necesidades de alguien van más allá de nuestra experiencia, conocimiento y sabiduría. ¿Cómo puedes discernir si es mejor dirigir a una mujer para que otra persona la pueda ayudar? Considera estas preguntas de diagnóstico y las Escrituras.

  1. Hay una indicación en tu corazón para hacer pausa y detenerte? ¡Escucha al Espíritu Santo! (Juan 16: 13-15)
  2. ¿La carga de esta mujer desencadena algo en ti que despierta malestar, dolor del pasado o tentaciones de tal manera que produce en ti el fruto de la lucha o la incredulidad? (Ro. 8:5-8; Gal. 6:7-9)
  3. ¿No sabes cómo ayudarla? Hermanas, todas sabemos que aprender a aplicar la sabiduría de Dios a lo quebrantado de este mundo lleva tiempo. No hay ninguna vergüenza en una maestra que pueda decir: «Siento mucho por lo que estás pasando. No soy la persona adecuada para ayudarte con este tema, pero oraré por ti y te ayudaré a buscar a alguien que pueda ayudarte». ¡Qué hermosa humildad! (Rom. 12:1-3; 1 Cor. 3:18-20)

#4 Crece en discernimiento respecto a las artimañas del enemigo.

Muchas de nosotras podemos llegar a no ser conscientes de nuestro verdadero enemigo, el padre de las mentiras quien es un león que busca devorarnos.

«Porque nuestra lucha no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los poderes de este mundo de tinieblas, contra las fuerzas espirituales de maldad en las regiones celestes» (Ef. 6:12).

El diablo no juega limpio. La guerra espiritual puede llegar de forma obvia o puede deslizarse sutilmente por puertas traseras que nunca pensaríamos en cerrar. Las relaciones ministeriales con mujeres necesitadas son una puerta trasera por la que el enemigo intenta atacarme. (¡De qué otra manera aprendí todas estas lecciones!)

El arma principal de Satanás es distorsionar la Palabra de Dios mediante la mentira y el engaño. «Pero temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, las mentes de ustedes sean desviadas de la sencillez y pureza de la devoción a Cristo» (2 Cor. 11:3).

He aquí cómo la devoción por Jesús puede ser secuestrada cuando te ofreces a sobrellevar una carga estando ajena a las artimañas del enemigo:

  • Tu tiempo de oración y estudio de la Biblia se distraen por las necesidades de esta mujer. Jesús es efectivamente destronado como Señor en tu corazón en el contexto de servirle.
  • Tus relaciones importantes como la familia, compañeras a quienes rindes cuentas o tus amistades cercanas, quedan relegadas a un segundo plano porque piensas: «Me necesita y está desesperada... ¡Soy la única que puede ayudarla!». Error. Eres una ayudante, no su salvadora.
  • Tu modo de pensar y tu relación con esta persona producen en tu vida frutos confusos, turbios, pesados, que agotan tu vida. ¡Esto no es del Señor!

Dios nos llama a cumplir la ley de Cristo entregando nuestras vidas como un sacrificio digno para el Señor (Rom. 12:1-2), ¡así que debemos hacerlo sabiamente! Reflexiona en estos consejos y coméntalos con una amiga de confianza.

Recuerda: Dios nunca nos pide que comprometamos nuestra salud espiritual, emocional y relacional por el bien del ministerio. Nunca. Así que humildemente fija tu corazón en Jesús, busca la dirección del Espíritu, recibe consejo de otras personas, y luego sigue adelante con sabiduría, llevando fielmente la carga.

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