3 formas de cultivar una pasión por la oración

Escrito por Lee Nienhaus

De todas las palabras que se podrían usar para describir tu ministerio, ¿la que mejor lo define sería «de oración»?

El verano pasado estuve un tiempo en Haití con un grupo de veinticuatro mujeres y líderes de niños. El viaje me abrió los ojos de muchas maneras. La pobreza era impactante y la desesperanza generalizada. Pero en medio de Port-Au-Prince, me encontré con asombrosas mujeres que dirigían ministerios cimentados en la oración. Habían aprendido que la oración no era la cereza del pastel, y de ninguna manera el último recurso… sino que la obra se trata en sí misma de la oración.

Cuando partimos nos colmaron de abrazos y besos, regalitos y palabras cariñosas, y nos agradecieron una y otra vez por venir a ayudarles a aprender a estudiar la Palabra de Dios e introducirles a Madres Unidas Orando. Parada frente a ellas reconocí que, aunque estoy involucrada en un ministerio de oración, ellas eran quienes más profundamente habían cultivado un amor por la oración en quienes dirigían. Una de las mujeres dijo, «Lee, no tenemos bienes materiales para mostrar nuestro aprecio, pero tú y tu familia cuentan con nuestras oraciones pidiendo la dirección y bendición de Dios para ustedes». ¡Yo fui quien salió más enriquecida de nuestro tiempo juntas!

La profunda importancia de la oración

Si eres como yo, crees profundamente que la oración es importante. Dios, nuestro Padre, nuestro Creador, nuestro Ayudador, nuestro Proveedor, Propósito, y Amigo, nos invita a pasar tiempo interactuando con Él. Reconozco que esta capacidad de venir confiadamente delante de Él es un privilegio y un derecho comprado con sangre. He leído la invitación de Dios para buscarle respecto a cualquier cosa que nos preocupe, y seguramente, «cualquier cosa» involucra mi familia, las mujeres a quienes sirvo y los programas que dirijo.

«Hasta ahora nada han pedido en Mi nombre; pidan y recibirán, para que su gozo sea completo» -Juan 16:24.

Sé que no debemos estar ansiosas cuando el presupuesto es escaso, las voluntarias pocas, las fechas límite inminentes, y el conflicto arrasa.

«Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará sus corazones y sus mentes en Cristo Jesús». -Fil. 4:6-7

Y puedo citar la promesa del Señor de que Él da sabiduría cuando la necesitemos.

«Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada» -Stg. 1:5.

Sin embargo, no quiero ser una mujer que solamente sabe que la oración es una herramienta efectiva y poderosa; quiero que ese conocimiento permee por completo mi ser, mi vida y mi ministerio. En verdad lo necesito, y sospecho que tú también. ¿Cómo podemos cultivar en nosotras y en los ministerios que dirigimos una pasión por la oración? Permíteme sugerir que comencemos aquí…

Tres sugerencias:

  1. Exprésale tu deseo

«Señor, vengo a pedirte que hagas de mí una mujer de oración. Ayúdame a aprender a orar, y crea en mí un apetito por la oración. Te necesito, y este ministerio te necesita. Entrena mi corazón y mi mente para buscarte».

Esta es una oración que Dios anhela contestar.

  1. Crea un surco de oración

Hay poder en repetir una acción. Mis padres viven fuera del estado, y las personas siempre se han maravillado de cómo puedo conducir sola, veintiún horas desde el oeste de Michigan hasta Austin, Texas, con mis cuatro hijos. Con frecuencia les digo: «Solo necesitamos encontrar el surco en el camino, poner nuestras llantas en él, y conducir». 

De igual manera podemos crear hábitos de oración o surcos que se vuelven patrones a seguir conforme los repetimos. Nos es fácil comprar la idea de acostumbrarnos a la oración ritual porque creemos que la vida de oración apasionada siempre involucra espontaneidad. Vivimos en una cultura que se adhiere a la autodisciplina, pero crear surcos de oración en tu vida te da la oportunidad de edificar perseverancia.

Por ejemplo, ¿qué pasaría si en cuanto sonara el despertador, o al menos antes de servirte tu primera taza de café, comenzaras rindiendo tu día al Señor? Quizás mientras conduces frente a una escuela local puedes orar a Dios para que permita que ahí se enseñe la verdad y que dé sabiduría a los profesores para ese día.

Una de mis amigas tiene una aplicación en su teléfono que suena cada dos horas recordándole orar por los estudiantes de su grupo pequeño y por sus sobrinos. A eso le llamo usar la tecnología para glorificar a Dios.

Uno de mis surcos profundos de oración es comenzar un estudio de la Palabra con un tiempo de oración. Esto implica que cuando mis manos abren las Escrituras, pido que el Espíritu Santo me dé sabiduría, entendimiento, y me guíe a la verdad. Necesito Su liderazgo y entendimiento al tener mi tiempo devocional, preparar lecciones y enseñar.

Esto se ha convertido en un surco de oración también en mis clases. Comenzamos con oración y cerramos nuestro tiempo con oración pidiendo Su bendición y ayuda para aplicar lo que hemos aprendido. La costumbre se ha arraigado tan profundamente que hace que el no orar se sienta antinatural, y seguramente así también lo piensan las mujeres del grupo. 

Eso es lo que sucede con los surcos. Puedes sentirlo cuando te sales de ellos.

Otra costumbre que se ha arraigado en mi vida sucede a la hora de acostarme. Si mi esposo y yo estamos acostados y no hemos orado por nuestra familia, no logramos quedarnos dormidos. Hace once años mi esposo me dijo que escuchó decir a Dennis Rainey que la tasa de divorcio entre parejas que oran juntas diariamente es prácticamente cero. Con un sencillo compromiso de orar, casi podríamos asegurar que nos mantendremos juntos. En lugar de volverse algo aburrido por la repetición de la acción, más bien es un tiempo de unidad y ternura entre nosotros.

Hay algo muy poderoso en incorporar la oración en nuestras agendas. Me recuerda que necesito que Dios obre, pero también alivia la culpa asociada con la falta de oración. Al final del día, estoy orando por las cosas que son más importantes para mí y he llenado mi día con momentos de búsqueda de Dios.

  1. Permite que un «NO SÉ» te motive a orar

Incontables veces a la semana me enfrento a una situación donde simplemente no tengo toda la información, ni los recursos, ni el tiempo, ni la autoridad para hacer algo. Eso no había sido nunca tan evidente para mí como en este año de elecciones. Sencillamente no sé qué hacer, pero nuestro Padre sí sabe. He decidido permitir que cada vez más y más el «no sé» se convierta en un escenario que me motive a orar.

En 2 Crónicas 20, el rey Josafat se enfrenta con una gran multitud del ejército edomita que viene a atacar a Judá y a Jerusalén. Su respuesta como líder es invaluable: «...Porque no tenemos fuerza alguna delante de esta gran multitud que viene contra nosotros, y no sabemos qué hacer; pero nuestros ojos están vueltos hacia Ti» (20:12).

Todos esperaron allí delante del Señor. Ellos no sabían qué hacer, pero sus ojos estaban puestos en el Señor.

¿Podría ser ese el clamor de nuestro corazón al enfrentar situaciones que nos causan desasosiego? ¿Podríamos permitir sencillamente que esa sensación de desamparo nos dirija al Único que tiene las respuestas? Un «no sé» significa «mis ojos están puestos en Ti, Señor».

La noticia maravillosa es que de la misma manera que el rey Josafat recibió la ayuda que necesitaba, así también obrará Dios con nosotras.

Convertirse en una mujer de oración y desarrollar una pasión por orar comienza cultivando y alimentando la oración. Podemos confiar en que un corazón que busca al Señor será encendido por el Espíritu Santo. Pequeños surcos y la motivación a la oración ayudan a dirigir nuestros corazones hacia patrones que pueden cambiar el curso de nuestra vida y de nuestros ministerios.

¿Ha llegado el momento de pedirle al Señor que cree en ti pasión por la oración? ¿Cómo puede ayudarte en tu vida de oración el implementar las ideas mencionadas? ¿Qué otras sugerencias tienes para cultivar una pasión por la oración?

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