Lo conocemos gracias a sus momentos de valentía en los que defendió a Yahveh en una tierra extranjera. Él rehusó comer la comida del rey, interpretó la misteriosa escritura en la pared y sobrevivió a una noche en el foso de los leones. Aunque podemos aprender de estos eventos, (después de todo, por algo están en la Biblia) estudiar la vida de Daniel nos puede enseñar mucho, específicamente sobre la oración.
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La oración es un hábito de por vida (Dn. 2:17; 6:10)
El libro de Daniel cubre aproximadamente los setenta años en los que Judá (el rey soberano de Israel) fue exiliado a Babilonia. Nabucodonosor capturó a Daniel y a sus amigos Ananías, Misael y Azarías cuando eran aún muy jóvenes (probablemente estaban en la etapa de la adolescencia); por más de ochenta años Daniel trabajó en el palacio, y nosotras podemos ver un poco de su vida durante este tiempo. Una parte consistente de su vida fue la oración. Él ora siendo un adolescente cuando el rey Nabucodonosor le pide hacer algo imposible; él ora mientras que los sátrapas lo odiaban y estaban celosos de él, según Daniel 6. Y sin duda alguna, él oró a lo largo de las décadas intermedias. La oración no se vuelve un hábito solo porque el cabello de una persona empieza a ponerse gris. Siendo un exiliado que vivía lejos de su familia, sinagoga y maestros, Daniel nos enseña que, en cada etapa de la vida, debemos ser mujeres de oración.
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Involucra a otros en la oración (2:1-19)
Anteriormente mencioné que Nabucodonosor le pidió hacer algo imposible a Daniel; esto no solamente implicaba interpretar uno de los sueños del rey, sino también entender el sueño. Siendo el novato del grupo, Daniel no se encontró dentro de la primera oleada de sabios llamados por el rey para ayudarle con este problema. Cuando los intérpretes antiguos fallaron, Nabucodonosor mandó a matar a todos los sabios. Al enterarse de esto, Daniel actuó en fe, diciéndole al Rey que él le daría la respuesta a su sueño pronto. Acto seguido, él reúne a sus amigos y oran juntos. Juntos, ellos pidieron misericordia a Dios para que Él milagrosamente les salvará la vida (2:17-19).
La oración comúnmente es una actividad que se realiza solitariamente (como veremos a continuación). Sin embargo, a veces tenemos que acercarnos al salón del trono en masa, llevando nuestras peticiones al Padre.
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Ora tu sola (6:10; 9:1-19)
Los envidiosos colegas de Daniel sabían que no encontrarían ningún motivo de acusación contra él, a menos que encontraran algo en relación con la ley de su Dios. Por lo que ellos convencieron al rey Darío de firmar un edicto que prohibiera la oración a cualquier dios u hombre fuera del rey. Tal y como ellos lo previeron, Daniel ignoró el edicto y «continuó arrodillándose tres veces al día, orando y dando gracias delante de su Dios» (6:10).
Daniel no solo mostró valentía, sino que demostró que orar solo era una práctica continua en su vida. Mientras la Escritura dice que debemos orar como iglesia, también resuena con la noción de que debemos orar solas. Jesús modeló esto al apartarse para orar (Mt. 14:23); Él también nos enseña esto en el sermón más famoso:
«Pero tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cuando hayas cerrado la puerta, ora a tu Padre que está en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt. 6:6).
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Ora en humildad (9:1-19)
Daniel leía que la desolación de Jerusalén estaba por terminar (Jer. 25:8-11; Dn. 9:1), y fue movido a la oración. Él se lamenta por el pecado de Israel que los llevó al exilio, pero no se excluye de ese pecado: «Tuya es la justicia, oh Señor, y nuestra la vergüenza» (vs. 7 énfasis añadido).
A pesar de que nosotras vemos a Daniel como un hombre justo (claro, no está libre de pecado, sin embargo, la Biblia no nos relata nada negativo sobre él), él no se veía a sí mismo de esa manera. Es fácil orar por nuestro país y hacernos a un lado de la maldad y las fallas morales que se cometen a nuestro alrededor, pero Daniel no hizo eso. Su oración muestra su humildad en cada momento: «Pues no es por nuestros propios méritos que presentamos nuestras súplicas delante de Ti, sino por Tu gran compasión» (9:18).
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La oración es alimentada por la Palabra (9:1-2)
La oración de Daniel en el capítulo 9 comienza con su meditación en la Palabra de Dios. Pasar tiempo en la profecía de Jeremías impulsa a Daniel a suplicar a Dios que cumpla Su promesa y libere a Su pueblo del exilio.
Una persona hablando con Dios es una forma de definir la oración. La Biblia se podría definir como Dios hablando a Su pueblo. Por lo tanto, tiene sentido decir que estas dos van de la mano como una conversación. Usa la Palabra para motivar al arrepentimiento, la intercesión o la súplica. No necesitas preguntarte si estás orando la voluntad de Dios si lo que estás haciendo es orar la Escritura. Es más, la oración que es alimentada por la Palabra es particularmente eficiente: «Si permanecen en Mí, y Mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y les será hecho» (Jn. 15:7).
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La oración es más importante que tu vida (Dan. 6)
Daniel literalmente puso su vida en riesgo al orar. Era importante para él. Él sabía muy bien que podría terminar en el foso de los leones y que Dios podría salvarlo; pero, así como sus amigos lo hicieron antes, incluso si Dios no lo salvaba, él no dejaría de orar (ver 3:18).
Hacemos sacrificios por muchas cosas: damos nuestro tiempo, dinero y energía para tener cursos, vacaciones, cosas nuevas. Pero, ¿qué estás dispuesta a sacrificar para orar? Para Daniel, la respuesta de forma literal fue: «lo que sea necesario».
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La oración demuestra lo que piensas acerca de Dios (2:20-23; 9:1-19)
Lee cualquiera de las oraciones escritas de Daniel y de inmediato sabrás lo que él pensaba acerca de Dios. Su teología se ve en sus oraciones. Esto no solo es así para los profetas o los teólogos, cada oración es una demostración sobre qué es lo que el orador piensa acerca de Dios.
- Si Dios es tu genio de la lámpara, entonces tus oraciones serán una lista de deseos.
- Si sobre enfatizas el amor de Dios y minimizas Su santidad, entonces a tus oraciones les hará falta arrepentimiento.
- Si tus oraciones no son trascendentes (por encima del mundo terrenal), tus oraciones no contendrán adoración.
- Si tu Dios no es todopoderoso, entonces probablemente no oras mucho.
Así que, ¿qué revelan tus oraciones sobre lo que piensas acerca de Dios?
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Las respuestas a las oraciones empiezan de inmediato (9:20-23)
La respuesta a la oración de Daniel es dada mientras él continuaba de rodillas (9:20). Lo que aprendemos es que no le oramos a un Dios que tiene una lista larga de «cosas por hacer» y, por lo tanto, atenderá nuestro problema cuando tenga un minuto libre. ¡No, el Dios de Daniel (y de la Biblia) puede escuchar la oración de cada persona en el planeta al mismo tiempo y actuar conforme a esto de forma simultánea! Todo esto lo puede hacer mientras sostiene las estrellas y los planetas en su lugar. No hay un tiempo de espera entre el momento en que mi oración sale de mis labios y cuando Dios comienza a responder. Por supuesto, Él a veces nos responde diciendo que debemos esperar, pero esto no puede ser considerado como evidencia de que Él no escuchó o de que no puede actuar. Al contrario, nos demuestra Su sabiduría y providencia. Él sabe cuándo y cómo responder porque Sus planes son cósmicos, los nuestros son minúsculos.
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Las respuestas a las oraciones pueden ser mucho más grandes de lo que esperas (9:24-27)
Dios responde a la oración de Daniel en el capítulo 9 mandando al ángel Gabriel con un mensaje. Resulta que ese mensaje es uno de los pasajes más difíciles de interpretar de todo el libro. La visión conocida como «la profecía de las 70 semanas» mira hacia el futuro mostrando lo que Dios va a hacer en el retorno de Su pueblo del exilio, y mucho más allá. Si estudias la profecía a fondo, probablemente terminarás con tu cabeza dando vueltas. Pero si hay algo que aprendemos de este difícil pasaje es que las respuestas a nuestras oraciones muchas veces son más grandes y complejas de lo que podemos comprender. Tal vez no podamos ver cómo está trabajando el Señor en nuestra situación en específico, pero podemos descansar sabiendo que Él está obrando, y probablemente de una forma mucho más grande de lo que habíamos considerado.
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La oración es una demostración de fe (9:1-2)
Mientras oraba por el fin del exilio, Daniel demostró que él confiaba en que Dios cumpliría Su palabra. Él había hecho las cuentas y sabe que el regreso a la Tierra Gloriosa es inminente. Mientras la mayoría de nosotras estaría contenta al escuchar estas noticias, Daniel es movido a la oración y demuestra su fe al no soltarse, sino, a derramar sus súplicas ante el Padre. Él confiaba plenamente en que Dios cumpliría Su promesa; y contrario a que su fe lo llevara a abandonar la oración, él fue motivado a orar aún más.
Podríamos decir mucho más sobre la idea de la oración y la fe, y sobre esperar y actuar. Daniel no nos enseña todo lo que hay que saber sobre estos temas importantes; sin embargo, él nos enseña que lo mejor que puedes hacer, aquello que conlleva más fe, es orar las promesas de Dios de vuelta a Él.
Así como Daniel, nosotras vivimos exiliadas, somos refugiadas que están en busca de su verdadero hogar. Mientras esperamos por la Tierra Gloriosa, seamos mujeres de oración, así como lo fue el fiel profeta.
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