Sabemos que Dios es bueno, pero ¿qué tal se ve reflejada esta verdad en nuestras vidas?
Hoy quiero compartir con ustedes lo que estuve meditando en el Salmo 73 hace algunas semanas. Este es uno de mis pasajes favoritos de la Biblia y el Señor lo usó nuevamente en un tiempo reciente en el que estaba experimentado algunas incertidumbres y estaba luchando al no confiar en Dios. No podía ver Su bondad en mi vida, en mis circunstancias, en la vida de las personas que me rodean y que amo profundamente, en las personas cercanas a mí que no son salvas. En general, no podía ver la bondad de Dios en Su perfecta voluntad para mi vida.
Y sigo luchando. Sé que lucho con mi falta de fe en que Dios es bueno independientemente de cómo se vea el panorama. Pero al mismo tiempo sé que la solución es habitar en la presencia de Dios y tener una perspectiva espiritual conforme a la Escritura de mi realidad terrenal.
Así que, hoy quiero compartir contigo 4 cosas que aprendí de este salmo sobre la bondad de Dios. Te recomiendo que en este momento te detengas, leas el salmo completo y luego regreses conmigo a meditar en sus enseñanzas.
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Dios es bueno a pesar de mi falta de fe en Su bondad
«Ciertamente Dios es bueno para con Israel, para con los puros de corazón». Salmo 73:1
Este salmo comienza afirmando que Dios es bueno. El salmista sabía y escribe en los siguientes versículos sobre sus vacilaciones y falta de contentamiento de lo que Dios estaba haciendo en su vida, pero él pudo finalmente afirmar que Dios es bueno.
A pesar de las circunstancias, de la falta de fe y de la falta de gozo en la Providencia y Voluntad de Dios, esta es una Verdad inalterable. No importa cómo veamos las circunstancias de nuestra vida y la de las personas que nos rodean, no importa cómo veamos este mundo caído y cómo se va precipitando hacia el mal, hay una verdad inalterable; y eso, mis hermanas, nos debe traer seguridad. Dios es bueno. Siempre. Él nos conoce, conoce nuestras necesidades. ¿Quién mejor que Él para proveer para ellas y guiar nuestras vidas? Cualquier cosa que Él permita es para nuestro bien. ¡Cualquier cosa! Aun lo que nos traiga más incertidumbres, confusión y miedos, todo obra para nuestro bien.
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La causa de la falta de fe en Su bondad es un incorrecto punto de referencia
¿Por qué dudamos tanto de la bondad de Dios en nuestro corazón? Hemos dicho incontables veces que Dios es soberano, que Él tiene el control de todas las cosas, que todo lo que Él hace obra para nuestro bien, y aún así dudamos de Su soberanía y bondad en el día a día cuando comenzamos a ver sombras en medio de nuestros días soleados.
«En cuanto a mí, mis pies estuvieron a punto de tropezar, casi resbalaron mis pasos. Porque tuve envidia de los arrogantes al ver la prosperidad de los impíos». -Salmos 73:2-3
Dice el salmista que estuvo a punto de tropezar y casi resbaló. Pienso que Asaf se dio cuenta de que estuvo a punto de soltar la mano de Dios y dejarse ahogar por la desesperanza.
Pero él entendió cuál era la raíz de su problema: tuvo envidia de los arrogantes, de la vida de los impíos. Comenzó a definir a los impíos como su punto de referencia y comparación.
El salmista envidiaba de otros la prosperidad que tenían, parecía que no tenían congojas en su muerte y que no pasaban trabajos arduos como todos los demás. No parecía que tuvieran problemas, la soberbia los caracterizaba, eran violentos, burlones, hablaban en contra de Dios (v. 3-12).
Por otra parte, Asaf creía que él tenía tantos problemas que los veía como castigos. Las circunstancias de su vida parecían tan injustas y difíciles de sobrellevar. Él osó decir que en vano había buscado la rectitud y la pureza de su corazón, no le iba bien como a los impíos. Para él, Dios tenía mano dura, veía la maldad de los impíos y no hacía nada. ¡Dios era más bueno con ellos! O al menos eso pensaba (v. 13-14).
Lo que sucede es que, en lugar de ver la bondad de Dios, Asaf enfocó su vista en sus circunstancias y consideró que tenía más dolor y pruebas que los demás. Hasta comenzó a sentir lástima de sí mismo. ¿Te ha pasado?
Podemos vivir en un sentir de injusticia porque tratamos de mantener la pureza de nuestro corazón y reclamar a Dios ese «buen comportamiento» en medio de nuestros días grises como si Dios nos debiera algo. Él no nos debe nada, ¡al contrario! ¡Le debemos nuestra vida, nuestra salvación, nuestra esperanza futura! ¡No somos nadie sin Él! ¿Cómo es capaz nuestro corazón de decir que en vano hemos seguido al Señor y buscamos hacer Su voluntad si Él nos llena de favores y misericordias inmerecidas día con día? (Ef. 1:3, Fil. 4:19).
¿Cuántas veces hemos quitado nuestra vista de Cristo y nos hemos distraído al compararnos, al dudar de la bondad de Dios y comenzamos a tener falta de contentamiento?
¿Qué sucede? Nuestro punto de referencia está equivocado. Nuestra perspectiva de la vida está averiada. Necesitamos la perspectiva divina.
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El resultado de la duda en la bondad de Dios es la amargura
«Cuando mi corazón se llenó de amargura, y en mi interior sentía punzadas, entonces era yo torpe y sin entendimiento; era como una bestia delante de Ti». - Salmos 73:21-22
La amargura nos hace perder el gozo, nos ciega, nos volvemos torpes, sin entendimiento. No podemos ver la bondad de Dios. ¡Qué peor cosa podemos hacer como hijas del Señor, que cegadas por la visión terrenal, no podamos ver la bondad de Dios y Su abundante gracia derramada en nuestras vidas!
Dios nos da de Su sabiduría para entenderlo, con muchos límites por nuestra mente tan finita, pero nos permite vislumbrar cada vez un poco más cómo es Él, cómo es Su carácter, cuál es Su voluntad. Sin embargo, nos conformamos con tan poco. Nos envolvemos y enfrascamos en nuestras circunstancias terrenales que no nos permiten ver la claridad de Su bondad.
Entonces, ¿qué podemos hacer? ¿Hay esperanza para nuestros corazones?
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La solución a nuestra falta de fe en la bondad de Dios es habitar en Su presencia y tener un continuo deseo de Cristo por sobre todas las cosas
«Hasta que entré en el santuario de Dios; entonces comprendí el fin de ellos». -Salmos 73:17
Estar continuamente en la presencia de Dios, escudriñando Su palabra, meditando en el evangelio y hablando con Él en oración es lo que nos pone en la perspectiva correcta para ver las cosas. Es como ponerse unos lentes espirituales y ver a través de ellos la manera como Dios ve.
El salmista comprendió que todo se trata del fin de nuestras vidas. Hemos sido redimidas y rescatadas de la condenación eterna. La misericordia que Dios ha tenido de nosotras pasa por encima de cualquier circunstancia adversa que podamos atravesar, pasa por encima de cualquier punto de comparación con otras personas. Dios nos ha dado salvación y aún la salvación continua del desvío constante de nuestro corazón. ¡Ahí está la bondad de Dios!
A los impíos, Dios los pone en lugares resbaladizos, son destruidos de repente (v. 18 y 19). A los puros de corazón, Dios siempre nos toma de la mano derecha y está ahí, presente (v. 23). Lo que Él permite en nuestra vida es para nuestro bien (Ro. 8:28), para forjar nuestro carácter, para hacernos más como Cristo. Y en el proceso, no nos abandona, ¡nunca se va! No por una pureza a partir de esfuerzos personales, sino porque Cristo ya nos ha hecho santos por Su obra a favor nuestro.
El salmista sabía que su carne y su corazón podían desfallecer, pero Dios sería su fortaleza (v. 26). Él sabía que podía ser tentado nuevamente y fallar en confiar en la bondad de Dios (así como nosotras), pero el consejo de Dios sería su guía. Recordó lo que nosotras debemos recordar todos los días: el evangelio. La esperanza segura que tenemos por los méritos de Cristo de ser recibidas en gloria (v. 24) y estar unidas a Él por la eternidad.
Supo que estar cerca de Dios era su mayor bien. Hacer de Dios, el Señor soberano, un refugio, le daba una seguridad y contentamiento en su vida que se traducía en contar las obras de Dios (v. 28).
Ahora, en lugar de pensar que todo era dolor, azotes y sufrimiento, el salmista tenía mucho qué contar sobre la bondad de Dios. ¡Qué cambio tan radical de una perspectiva correcta de su posición como hijo de Dios y Su bondad derramada en su vida! Ya no había quejas ni envidias, sino tantas obras qué contar del favor de Dios.
Hoy quiero animarte a no ver las sombras, sino el destello constante de la bondad de Dios en tu vida por lo que Cristo ha hecho por ti, por el continuo deseo de Dios de perfeccionar la obra que ha comenzado en nosotras (Fil. 1:6). No tomes puntos de referencia incorrectos, mira a Cristo, reconoce Su bondad, abrázala, y no la calles. Que todos puedan ver en ti que Dios es bueno.
Ruego a Dios que nuestra oración diaria sea: «¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra». -Salmo 73:25
Querido Señor, ¡cuánto necesitamos ver nuestro pecado y ver la vida a través de Tus ojos! ¡Cuán fácil y rápido nuestro corazón pierde la perspectiva espiritual de nuestra realidad terrenal presente y la esperanza futura que nos aguarda! Ayúdanos a recordar el evangelio todos los días, ayúdanos por favor a tener fe en Tu bondad que es inconmovible. Una verdad que nunca cambia, nunca falla y nos lleva de la mano. Gracias por tanto amor y misericordia, gracias por tanta gracia y perdón. ¡Te necesitamos Señor! No tenemos a nadie mejor en los cielos, sino a Ti. A nadie más deseamos en esta tierra. Sabemos que nuestro corazón y nuestra carne son débiles y desfallecen, ayúdanos a recordar que nuestra roca y porción eres Tú para siempre. Ayúdanos a poner nuestra esperanza en Ti, el Señor soberano y bondadoso, y que siempre estemos cerca de Ti, porque ese es nuestro bien. Ayúdanos a verte a Ti y la eternidad gloriosa que nos aguarda.
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