Otro día había terminado, y lo había hecho de nuevo. Con los ojos soñolientos, alcancé la lámpara de mi mesita de noche y apagué la luz. Me quedé dormida con aquellos conocidos sentimientos de culpa y de arrepentimiento.
Tenía la intención de pasar algún tiempo de calidad con Dios esa mañana. Saqué mi Biblia y encontré un lugar agradable y cómodo para sentarme. Intencionalmente hice café con anticipación, así que ya tenía eso en la mano. Incluso configuré una alarma que me recordara que debía comenzar. Entonces, ¿qué rayos pasó?
Lo mismo que me hace volar tantas mañanas. Me quedé atrapada en millones de pequeñas distracciones.
Un clic en Instagram por aquí. Una respuesta «rápida» de correo electrónico por allá. Y… oh sí… aquel mensaje de texto.
Las distracciones habían vuelto a llamar mi atención. Día tras día, estas pequeñas distracciones lentamente me robaban mi tiempo con Dios.
Evitando el autoservicio
Tal vez conoces la sensación. Tu tiempo en la Palabra de Dios se ve interrumpido por millones de pequeñas distracciones también. En lugar de que tus devocionales personales se sientan como una comida rica y abundante, se sienten más como una comida rápida. Rápido y sobre la marcha. Hace el trabajo, pero no te llena, no te satisface.
Para ser honesta, esta es una batalla seria en mi vida, y no he conquistado el problema por completo. Pero en mi corazón, sé que no quiero vivir de comida rápida espiritual. Quiero algo más. Algo espiritualmente nutritivo. Estoy segura de que quieres lo mismo.
Con el paso de los años, a través de la prueba y del error, aprendí algunos consejos útiles para mantenerme enfocada y constante en mi tiempo devocional. ¿Pero sabes qué? Estos consejos no funcionarán muy bien, a menos que estén enraizados en las motivaciones correctas.
Primero, debemos reconocer que nuestras «devociones diarias», no son simplemente un buen hábito cristiano para marcar en la lista. Por el contrario, nuestro tiempo devocional personal debería ser solo eso: devoción. Este es un momento apartado del día en que humildemente nos presentamos ante nuestro asombroso Dios para adorarlo, alabarlo, estudiar su Palabra y buscar Su ayuda mediante la oración.
Con esa mentalidad como tu base, quiero compartir tres consejos prácticos para apartar millones de pequeñas distracciones, a cambio de un tiempo constante y de calidad con el Señor.
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No hay atajos para amar a Dios.
Si alguna vez pensaste, ¡ojalá tuviera una relación más profunda y apasionada con Dios! no estás sola. Pero la verdad es que solo hay una manera de conseguirlo: tiempo de calidad con Dios.
Mientras más tiempo pases con Dios, más lo amarás y lo adorarás. Él es así de irresistible. Mientras menos tiempo pases con Él, menos lo amarás y lo adorarás y más tiempo dedicarás a las distracciones.
Tu relación con Dios solo será tan profunda como el tiempo que pases con él. Si quieres amar más a Dios y desarrollar pasión por Él, entonces debes pasar tiempo de calidad, diario e intencional con Él.
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Entra en un ritmo constante.
Todos tenemos muchos ritmos naturales durante el día. Normalmente hacemos cosas similares en momentos similares (cuando nos despertamos, cuando comemos, cuando vemos televisión). En lugar de esperar a tener un tiempo sólido con el Señor, elige la hora del día en que harás que suceda.
No metas a presión a Dios en tu vida; planea tu vida alrededor de Dios.
Los horarios de todos son diferentes, por lo que para ti podría ser justo antes del desayuno. O tal vez es lo primero que haces cuando te despiertas. O tal vez es un bloque de tiempo que apartas cada noche antes de ir a la cama.
Sea lo que sea, sé intencional en forjar tiempos específicos y apégate a ellos. Pon esos horarios en tu calendario o no sucederán.
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Rinde cuentas.
Soy más constante y fiel en mis tiempos devocionales cuando pongo la rendición de cuentas en su lugar. Como Jesús mismo dijo a sus discípulos: «El espíritu ciertamente está dispuesto, pero la carne es débil» (Mat. 26:41). Mi carne es débil. Tu carne es débil.
Seamos realistas: dar vueltas y quedarse en la cama suena mucho más atractivo que levantarse y abrir la Palabra de Dios.
Rendir cuentas a otros te ayudará, a medida que buscas ser fiel en tu tiempo con Dios. Pídele a una amiga madura, a uno de tus padres o a una mujer piadosa que te haga responsable de tu tiempo devocional cada semana. Pídele que te envíe un mensaje de texto (o correo electrónico o te llame) una vez por semana para ver cómo te va.
Saborea el manjar.
Es hora de abandonar el enfoque de comida rápida y deleitarse con la Palabra de Dios. Esto no sucederá por accidente. Las millones de pequeñas distracciones seguirán sonando. Elige hacer de tu vida devocional una prioridad en tu día.
Mientras más hagas esto, más crecerás para amar a tu Salvador. Y cuanto más ames a tu Salvador, más apasionada te convertirás en vivir tu vida para Su gloria.
Me encantaría que compartieras con nosotras sobre el tema:
- ¿Dónde luchas más en tu vida devocional personal?
- ¿Qué crees que te ayudó personalmente a acercarte más al Señor?
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