Tú no sabes, Oh, oh
No sabes que eres hermosa
Oh, oh, oh, eso es lo que te hace hermosa.
Esta es la traducción de una canción muy pegajosa. A donde quiera que voy parece que continuamente estoy escuchando «Oh, oh, oh, no sabes que eres hermosa» a todo volumen por las bocinas. Lo que, en cierta forma, es muy halagador –excepto que ellos no están realmente cantando sobre mí. ¿O sí?
Sin importar de quién estén cantando, este es el tipo de canción con el que una joven se puede identificar, y no puedo más que preguntarme si le han dado justo en el clavo.
- Nosotras realmente no sabemos que somos hermosas
- Nosotras no sabemos que somos talentosas
- Nosotras no sabemos que somos inteligentes
- Nosotras no conocemos nuestro propio valor
Esta es una epidemia, y se ha estado propagando rápidamente desde que Eva desobedeció a Dios en el Jardín del Edén. Nadie es inmune. Generación tras generación ha sido infectada. Y todo comienza con una mentira –una voz que nos dice, «no eres suficiente. ¿Por qué siquiera intentar?» O «solo mírala a ella. Tú jamás te vas a ver como ella». Y tan débiles como somos, lo creemos. Pronto, eso llega a ser quienes somos nosotras.
¿No es así?
Somos inseguras. Pero no sin valor.
¿Por qué nos permitimos a nosotras ser definidas por voces que contradicen la Palabra de Dios aun cuando somos hijas del Rey de reyes?
Es tiempo de ver nuestras inseguridades por lo que realmente son
¿Qué piensa Dios de nuestras inseguridades? ¿Qué siente Él cuando cuestionamos la forma en que Él nos creó, deseando ser mejores, diferentes o más como alguien más? ¿Se siente Él lastimado? ¿Rechazado? ¿Enojado? ¿Fastidiado?
Creo que es tiempo de que veamos nuestras inseguridades como lo que son realmente. No meramente nuestro propio pequeño problema o algo que tenemos que intentar superar, sino como un insulto directo a la obra perfecta de Dios. Como pecado. Como un ídolo en nuestras vidas. Estas pudieran sentirse como etiquetas extremas para algo con lo que todas las demás personas parecen batallar. A primera vista, parecería algo forzado, pero un ídolo es algo que ponemos por encima de Dios. Cuando permitimos que nuestras inseguridades nos cieguen, estamos inclinándonos ante el ídolo de nuestro propio egocentrismo, rehusando ver más allá de nosotras y ver al Único quien tan amorosamente nos creó.
Esto es difícil de digerir. Mientras sé que es verdad, yo aún lucho. He puesto mis inseguridades – mi apariencia, mi valor, mis talentos – por encima de Dios más veces de las que puedo contar.
Debe de haber una mejor manera.
Existe una diferencia entre conocer y creer
«Te alabaré, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son tus obras, y mi alma lo sabe muy bien.» (Sal. 139:14)
Tal vez has escuchado ese versículo tantas veces que lo leíste rápidamente. Pero, pausa un momento y considera esto: ¿Realmente lo creemos? ¿Lo entendemos «completamente»? ¿Permitimos que esa verdad eche raíz en nuestro corazón o es ahogada por la inseguridad?
Romanos 1:25 nos da esta advertencia: «porque cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, quien es bendito por los siglos. Amén».
¿Cambiamos la verdad de la Palabra de Dios por una mentira sobre cómo nos sentimos respecto a nosotras mismas? ¿Esencialmente no nos adoramos y servimos a nosotras mismas (la criatura) en lugar de al Creador cuando nos obsesionamos por cómo nos vemos en lugar de todo lo que Cristo ha afirmado que somos?
Permite que esta verdad penetre en tu corazón. Escúchala como si nunca antes la hubieras escuchado.
Has sido creada asombrosamente y maravillosamente, elaborada con cuidado y consideración. Se te han dado talentos únicos para ser usados para la gloria de Dios. Estás destinada para obras que construyan el reino. Eres escogida. Buscada. Comprada. Defendida. Y amada sin medida, más de lo que jamás pudieras comprender.
Es hora de resplandecer
¡Es hora de resplandecer! Es tiempo de dejar nuestras inseguridades y ser la luz del mundo que Dios nos llama a ser (Mat. 5:14). Sé que es más fácil decirlo que hacerlo. Pero cuando esas voces intentan hacerte sentir sin valor, repréndelas y reemplázalas con verdad. Hay poder en la verdad de la Palabra de Dios. Nuestras inseguridades van a burlarse y atormentarnos, pero ante una palabra estas se esconden:
Jesús
El nombre del Único que nos dio verdad y que nos ama tanto.
Tú no fuiste destinada para vivir en esclavitud de cada pensamiento y sentimiento de inseguridad. El Santo murió para darte libertad (Gal. 5:1). Toma la verdad. Pon tus ojos en ella en lugar de tus defectos. Pidele a Dios que te muestre cómo Él te ve. Y al Él hacerlo, escríbelo. Haz una lista de quien eres en Cristo. Léela frecuentemente. Créela.
Fuiste escogida para mucho más.
No tienes que inclinarte ante el altar de la inseguridad. Puedes adorar a los pies del Único que te creo y te define.
«Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios, a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz (1 Ped. 2:9).
PD: La verdadera seguridad se encuentra en la aceptación de Cristo, no en nuestra aceptación de nosotras mismas.
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