La historia de Navidad no inició en un establo en Belén ni tampoco en el aposento donde María fue sorprendida por un ángel con la noticia de que iba a concebir al Mesías en su vientre; ese es el inicio de la historia de navidad cuando es presentada en obras de teatros, en los colegios o en las iglesias. La visita de Jesús en la tierra fue planeada desde la eternidad, pero si quieres observar cuándo y dónde comienza a concretizarse, te invito a pasar las páginas de tu Biblia a la derecha y a encontrarnos en Génesis 1, echemos un vistazo al primer y último versículo:
En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Gn. 1:1
Y vio Dios todo lo que había hecho, y he aquí que era bueno en gran manera. Gn. 1:31a
El inicio de la historia de la Navidad es el inicio de tu historia y la mía.
Dios crea los cielos y la tierra y califica su creación como algo bueno, luego crea al hombre y a la mujer y declara que su obra es buena en gran manera. Ellos estaban absolutamente provistos de todo lo que necesitaba y gozaban de una relación íntima con Dios. ¿Qué podría ir mal en este relato? Puedes descubrirlo si continúas de puntillas hasta el capítulo tres, ahí es cuando la música de suspenso suena a todo dar y comienzan a sonar notas de tristeza y un llanto imparable.
El hombre y la mujer se lanzaron al oscuro precipicio del pecado y en el fondo encontrarían la muerte, dejaron los brazos amorosos de Dios por una falsa ilusión de que ellos podrían ser sus propios dioses. En medio de este horrible escenario, ¿quién podría reparar todo este desastre? El hombre y la mujer no podían salvarse, ellos no pudieron salir de ese profundo abismo por sí solos. Todas sus esperanzas se hundieron con ellos… hasta que un rayo de luz resplandeció en la tenebrosa escena… Dios mismo prometió que llegaría el día en que uno de la simiente de la mujer vencería el poder de Satanás, del pecado y de la muerte.
La oscuridad seguía reinando pero Dios se encargó de separar un pueblo para sí. En medio de ellos la luz de Su promesa reinaba, generación tras generación, esperaban con ansias el cumplimiento de esa promesas que fue recordada a través de los profetas y muchos pusieron toda su esperanza en ella.
Por tanto, el Señor mismo os dará una señal: He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel. Isaías 7:14
Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que ha de ser gobernante en Israel. Y sus orígenes son desde tiempos antiguos, desde los días de la eternidad.
Miqueas 5:2
A través de toda la Biblia podemos escuchar los murmullos y los gritos acerca del Salvador que vendría a salvar a su pueblo de sus pecados, a vencer el poder de la muerte y a restaurar todas las cosas. Esa es nuestra historia, el pueblo en tinieblas éramos tu y yo, el pecado que lanzó a la humanidad en un abismo es el que reside en nuestros corazones y la promesa de salvación era para ti y para mí.
La historia de la Navidad no es un simplemente un cuento inspirador, ni una historieta que nos llena de magia el corazón, es el relato de la escena más oscura que haya existido jamás y al mismo tiempo de la luz resplandeciente que cambia todo el panorama. Pero en medio de los actos de las tinieblas y la luz se encuentran muchos sucesos de esperanza, temores, miedos, gozos, fracasos, promesas, sangre, mentiras, triunfos y un profundo anhelo de rescate. Justo allí, en medio de todo el drama de redención, los corazones saltan con desesperación por alivio, por descanso de todo el dolor y agotamiento que produce el pecado, con grietas que se llenan de lágrimas… por la llegada del Salvador.
Ese anhelo se fue empolvando y los ojos se fueron nublando al punto de estar ciegos ante el niño que nació de una virgen, los oídos se fueron ensordeciendo y las mentes olvidando las señales que anunciarían la venida del mejor Adán. Y en medio de ciegos y sordos nació el cumplimiento de la promesa para restaurar lo que fue destruido en el Edén, otra vez Dios estaría con nosotros. ¡Por fin! El Salvador había llegado.
Y el Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. Jn. 1:14
El hijo de Dios se hizo hombre para ocupar el lugar que nos correspondía, para vivir en completa santidad y morir como nuestro sustituto. La ternura del pesebre se convirtió en sangre y dolor. ¡Pero aún no es el fin de la historia! Dios cumplió su promesa, Él se levantó de la muerte y venció todo poder de las tinieblas. ¡Qué asombrosa historia! Él abrió los ojos de los ciegos, que no podían verle y los sordos pudieron escuchar la melodía que el pecado había enmudecido en el Edén.
Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados. Mt. 1:21
La historia no ha terminado
La historia de la Navidad aun sigue desenvolviéndose, como un lienzo que se despliega lentamente, seguimos esperando, pero ahora con el corazón lleno, rebozado de esperanza porque ya estamos mucho más cerca de casa, nuestros pies parecen dar vueltas en este mundo roto, pero en realidad se acercan cada día más al lugar al que realmente pertenecemos, donde todo comenzó, donde no habrá más lágrimas ni dolor. Donde el pecado será sólo un recuerdo y donde el gozo será nuestra única canción.
Reflexionemos
¿Es esta asombrosa historia tú historia?
¿En qué lado de la historia te encuentras tú? ¿En las tinieblas o en la luz?
¿Has depositado toda tu confianza en la obra perfecta de Cristo a tu favor?
¿Crees que en la cruz todos tus pecados fueron perdonados?
Ora que puedas vivir a la luz de esta maravillosa historia.
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