Escritora invitada: Karla de Fernández
La vida no siempre es sencilla. Hay días en los que pareciera que todo conspira en contra nuestra, lo sé, he estado en ese sitio. Días que, aunque el sol brilla en todo su esplendor, el corazón parece estar humedecido. Hay momentos en los que, aun estando rodeadas de personas que nos aman y entienden, pareciera que somos invisibles; hay tristeza en nuestro corazón, tristeza de la que es probable nadie se percate, ese sentimiento que hace estragos el corazón.
Es sabido que estamos en una época en la que, a través de las redes sociales, la inmensa mayoría de las personas muestran felicidad. Muchas de ellas comparten sus triunfos, sus logros, todo aquello que les da satisfacción, y eso es bueno, nos gozamos con los que se gozan. Aunque debemos ser realistas, no siempre lo que vemos en las redes sociales es verdad, porque nadie vive feliz todo el tiempo, incluso también es sabido que estar expuestos durante mucho tiempo a las redes sociales puede generar depresión.
Como podrás ver, nadie está exento de estar triste en algún momento; la tristeza hará acto y presencia en nuestra vida. La pregunta aquí es: ¿cómo reaccionaremos cuando ese sentimiento llegue y toque la puerta de nuestros corazones? ¿A dónde iremos cuando los sentimientos de desánimo y desesperanza se presenten en nuestras vidas?
Primero que nada, debemos reconocer que estamos tristes. En ocasiones no sabemos identificar si lo que estamos sintiendo es tristeza u otro sentimiento, pero podemos comenzar escuchando lo que decimos a otros. Necesitamos estar pendientes y conscientes de cómo actuamos y lo que decimos también.
Si somos intencionales al examinarnos, podremos darnos cuenta de que estamos tristes cuando nos escuchamos o nos vemos con autocompasión. Tal como lo describí al principio, parecerá que todo está en nuestra contra; pensaremos que todos están conspirando para hacernos sentir mal. Lo que hagamos parecerá que no tiene sentido ni valor para nadie; no obstante, es un engaño.
Lo cierto es que no pensamos con claridad porque nos vemos como víctimas y comenzamos a demandar o a exigir que nos tengan compasión, que se sientan mal porque nosotras estamos mal. De hecho, también podríamos culpar a otros de no ser compasivos y exigirles que sientan tristeza por nuestra tristeza.
¿Te identificas con eso? ¿Qué puedes hacer cuando logres identificarlo? Bueno, cuando estés triste y puedas identificar ese sentimiento, lo más importante y lo que más necesitas es encontrar el consuelo en Dios. Es Él quien envió a Su Hijo Jesús para consolar a los que están en aflicción. «Porque, así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo» (2 Cor. 1:5). Es gracias a Cristo que puedes ser consolada por medio de la oración, por medio de la Palabra de Dios, por medio de la gratitud y por medio de la comunidad en tu iglesia local.
No eres la única que experimenta tristeza. Hay una buena noticia para todas nosotras: Dios nos ha dejado todo lo que necesitamos para vivir la vida libre de aflicción; aunque sabemos que la tristeza no será erradicada de nuestra vida, sí sabemos que algún día, cuando Cristo vuelva, ya no habrá nada que nos lleve a experimentar y sentir tristeza (Ap 21:4). Pero mientras estemos en esta tierra y tengamos días tristes, actuemos con fe y confiando en que Su gracia es suficiente para vivir un día a la vez, soportando las aflicciones propias del afán de cada día.
Quiero compartir contigo algunos consejos para tus días tristes.
Ora
Tenemos la maravillosa bendición de poder presentarnos delante del Padre en oración y expresar tal cual nos sentimos. Dios, nuestro Padre, nos conoce mejor que nadie en el universo entero, sabe lo que sentimos y lo que quizá no podemos expresar a otros. Dios sabe, podemos ir a Él con nuestro corazón abierto sin temor a ser rechazadas, avergonzadas o a que nuestros sentimientos sean minimizados.
Él nos escucha, nos recuerda, nos ve y espera que vayamos a Él a recibir el consuelo que tanto necesitamos en los días tristes. Podemos clamar junto con el salmista diciendo: «Que llegue mi clamor ante Ti, Señor; conforme a Tu palabra dame entendimiento. Llegue mi súplica delante de Ti; líbrame conforme a Tu palabra» (Sal. 119:169-170).
Podemos estar seguras de que nuestras oraciones llegan a Él, que nuestro clamor en oración llega a sus oídos y escucha nuestro sentir; podemos confiar en que el dolor que podamos estar experimentado y expresando a Él, Él lo entenderá. Dios nos concederá la paz y el consuelo que tanto necesitamos en los momentos de aflicción, nos llenará de su presencia porque Él tiene cuidado de nosotras, tiene cuidado de nuestro sentir, Él no es indiferente a nuestro dolor.
Lee la Palabra de Dios
En tiempos de tristeza es necesario también que acudamos al lugar donde nuestra alma es vivificada: la Palabra de Dios. Es en ella donde conocemos más a Dios, Su carácter, pero también donde conocemos el plan de redención, esa historia a la que pertenecemos porque nos ha hecho parte de ella por medio del sacrificio de Cristo.
Podemos ir y encontrar deleite y gozo entre las páginas de la Gran Historia de Dios. Página a página podemos leer de Sus obras poderosas, de cómo ha cuidado, sustentado y amado a Su pueblo a lo largo de la historia. Podemos cultivar un espíritu de gratitud al ver sus obras, pero también al hacer un recuento de lo bueno que ha sido con nosotras.
Podemos reconocer nuestra necesidad de estar ante Su Palabra como el salmista, diciendo: «Postrada está mi alma en el polvo; vivifícame conforme a Tu palabra» (Sal. 119:25).
Busca consejo de una mujer madura en la fe
Por último, quiero animarte a acudir con confianza a que puedas platicar con tu mamá, pero también con hermanas mayores en la fe; hermanas que con gusto podrán escuchar tu sentir sin acusarte, sin minimizar tu sentir. Hermanas que mostrarán el carácter de Cristo y te llevarán al evangelio una y otra vez. ¿Por qué te sugiero que acudas con ellas? Porque cuando estamos tristes, en muchas ocasiones no podemos discernir la voz de Dios cuando oramos o cuando leemos la Palabra; y podemos seguir hundidas en la tristeza sin que podamos salir de ella por nuestra propia cuenta.
Dios no nos dejó solas ni a la deriva, nos ha dado una familia inmensa a la que podemos acudir cuando estemos tristes y se nubla nuestra visión. Una familia que nos pueda contener y recordar las buenas nuevas del evangelio; una familia en la fe que nos consuele porque ellos han experimentado el consuelo de parte de Dios y ahora pueden mostrarnos y recordarnos que Dios no está ausente, que cuida de nosotras.
Cada día traerá su propio afán, mi querida joven, cada día recuerda que Jesús vino a esta tierra, experimentó aflicción, quebranto y dolor. Él te entiende, Él sabe por lo que estás pasando, Él sufrió para que el día que te encuentres en aflicción puedas soportar la tristeza gracias a Su consuelo…
Te abrazo a la distancia.
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