Soy cristiana y mis padres no me dejan ir a la iglesia

¿Recuerdas ese día en el que conociste a Cristo? Un día de gran convicción por tu pecado pero lleno de esperanza en que Cristo pagó por él. Tu corazón estaba lleno de gozo. Querías gritarle al mundo aquello en lo que habías creído. Llegaste a tu casa y no pudiste contenerte: le contaste a tus padres lo que te había sucedido.

Si vienes de una familia cristiana, probablemente ellos estallaron en gozo y quizás hasta oraron juntos. Pero es posible que te haya sucedido algo diferente. Que tus padres no se hayan emocionado. Tal vez no fue solo que no estaban de acuerdo con tu conversión: es que te expresaron que no darían su consentimiento para que vayas a la iglesia.

Hace un tiempo recibí un correo de una joven con una historia similar. Un corazón lleno de amor por el Señor, deseoso de crecer en Él en comunidad con otros creyentes, de ser parte de una congregación; unos padres que se oponían totalmente a estos deseos. Ella quería saber qué debía hacer, y se preguntaba si honrar a sus padres implicaría entonces deshonrar a Dios.

Puede que tengas las mismas preguntas.

A Dios le importa la obediencia

“Porque este es el amor de Dios: que guardemos sus mandamientos, y sus mandamientos no son gravosos”, 1 Juan 5:3.

La Palabra de Dios nos enseña que la evidencia de que amamos a Dios es que guardamos sus mandamientos; que obedecemos Su Palabra.

Uno de los mandatos constantes que encontramos en las Escrituras es el de los hijos obedecer a sus padres. Está implícito en los 10 mandamientos, y está explícito por ejemplo en Colosenses 3:20: “Hijos, sean obedientes a sus padres en todo, porque esto es agradable al Señor”. La Palabra no solo te manda a ser obediente, sino que deja ver que esta obediencia es agradable a Dios.

La obediencia a tus padres es una muestra de amor a Dios.

Entonces, ¿cómo unimos aquel mandamiento con lo que encontramos en Hebreos 10:24-25: “Consideremos cómo estimularnos unos a otros  al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros, y mucho más al ver que el día se acerca”?

Sí, es cierto que la Palabra nos llama a congregarnos. Pero este verso hace referencia a aquellos que dejan de congregarse por elección, porque simplemente no quieren hacerlo, porque le han dado más valor a otras cosas. Para ellos, el no congregarse es pecado.

En tu situación, tú deseas ir a la iglesia pero tus padres no te dejan. En este caso, la manera de honrar a Dios es obedeciéndoles.

Entonces, ¿qué hago?

Has tomado la decisión de honrar a Dios al obedecer a tus padres, y entonces no vas a ir a la iglesia. Pero esto no quiere decir que te vas a quedar de brazos cruzados. Hay algunas cosas que debes hacer en este tiempo:

Ora: Pídele a Dios cada día, constantemente, que cambie el corazón de tus padres y que les dé salvación. Si hay alguien que tiene el poder de cambiar los corazones es Dios. Recuerda que Dios es soberano, y esta situación no escapa a Su voluntad y Sus propósitos para tu vida. Pídele a Dios que te llene de amor por tus padres y  te permita ver qué quiere Él enseñarte en medio de todo esto. “Por nada estén afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer sus peticiones delante de Dios”, Filipenses 4:6.

Sé de testimonio: Enséñale a tus padres cómo luce un discípulo de Jesús. Tus padres deben ver en ti la obra de Cristo en tus actitudes, tus palabras y tus acciones. Ellos deben ver el cambio que Él ha hecho en tu vida.

Con relación a esto, en la Palabra encontramos un pasaje que, aunque fue dado en un contexto de matrimonio, entiendo que el principio puede ser aplicado en este caso:  Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra,puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres al observar vuestra conducta casta y respetuosa”, 1 Pedro 3:1-2. Procura que tu conducta honre a Dios en todo tiempo y le sea de testimonio a tus padres. Pídele a Dios que te dé la fortaleza y la gracia para hacerlo.

Sé proactiva en alimentar tu alma: El hecho de que en este momento de tu vida no estés siendo parte de una iglesia local no quiere decir que no haya nada que puedas hacer para crecer. Debes procurar ser intencional en alimentar tu alma. No te apartes de Su Palabra. Haz de ella tu alimento diario. Lee libros y artículos que te ayuden en tu crecimiento espiritual. Muchas iglesias tienen páginas de internet con muy buenos recursos, y algunas de ellas transmiten su servicio de domingo en vivo. ¡Busca esas iglesias y aprovecha todo lo que tengan! También puedes identificar a otros creyentes en tu colegio o universidad y procurar crecer junto a ellos. Pueden tener tiempos de oración y lectura durante el recreo, o minutos antes o después de clases.

Él sabe y le importa

Una última cosa: recuerda que Dios te ama y Él sabe. Él sabe cuánto anhela tu corazón ser parte de una iglesia local. Él sabe lo difícil que esta situación es para ti, Él lo sabe y a Él le importa. Confía en Dios en medio de este tiempo de incertidumbre, Él no se ha olvidado de ti y Él está usando toda esta situación para la gloria de su Nombre. “El que no negó ni a Su propio Hijo, sino que Lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también junto con El todas las cosas?”, Romanos 8:32.

Artículo publicado originalmente en Coalición por Evangelio.
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Sobre el autor

Patricia García de Namnún

Patricia es coordinadora de iniciativas femeninas de Coalición por el Evangelio, desde donde contacta autoras, adquiere y produce contenidos específicos para la mujer. Es también voluntaria en el ministerio Aviva Nuestros Corazones y colaboradora en el blog Joven Verdadera. Actualmente … leer más …

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